“Una forma de inmortalizar a quien se ama o se admira”

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Parásito no es una palabra que tenga buena prensa, con sinónimos como pulgón, chinche; aprovechado, chupón, inútil, gorrón, vividor, sablista o abusón. Sin embargo, la ciencia tiene distintos criterios para considerarlos y entender a sus nombres como homenaje.

“Siempre que uno hace o trabaja en una especie y la identifica la nombra por una característica, lugar de colecta, o en honor y reconocimiento a alguien”, argumenta Martín Montes, aludiendo a una investigación que, como ya se dijo, suele demandar años de estudio y esfuerzo.

Sin embargo, y sin importar las buenas intenciones, no se puede usar cualquier nombre, ni de cualquier modo. El código zoológico es estricto al aclarar que la denominación no puede ser ofensiva, difamatoria ni autorreferencial.

“Yo le pongo el nombre de gente a la que admiré o que me regaló momentos gratos en mi vida”, suma este investigador asistente de CONICET que, además, es docente de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la UNLP. Aclara, eso sí, que si rindió homenaje a Maradona antes que a Lionel fue “sólo por una cuestión cronológica”. Y que está en investigación un “microsporidio (hongo) con ocho esporas bien redondas, como si fueran los gajos de las pelotas viejas, que va a homenajear a Messi”.

Como a Montes lo apasiona el deporte en general, también tiene en “gateras” a un nematodo (gusano redondo o cilíndrico) que halló en el corazón de una mojarra. Como es “blanco y muy largo, va a ir para Luis Scola”. Eso sí, no piensa revelar por ahora los nombres exactos, ya que deben permanecer en secreto hasta ser publicados en una revista científica reconocida. Si no, se invalidan automáticamente.

Pero no sólo de deporte y ciencia vive el hombre. La primera especie que descubrió Montes se llama Philometroides tahieli y corresponde a un parásito que halló en la musculatura del opérculo de las corvinas rubias juveniles. Se lo dedicó a su sobrino, que se llama, justamente, Tahiel “y está contento con su parásito”, dice, “porque es un reconocimiento. No sé qué hará él de su vida el día de mañana, pero dentro de 200 años alguien en el mundo va a saber que existió un Tahiel Rodríguez Montes al que le dedicaron una especie. Y también es una forma de inmortalizar a esa persona”, cierra el científico.

 

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