La psicología juega cada vez más fuerte en el deporte de la Ciudad

Estudiantes y Gimnasia sumaron profesionales de salud mental a sus equipos. Un boxeador platense admite que pidió ayuda, incluso, después de un triunfo. Otros casos famosos, como los de “Dibu” Martínez, Michael Phelps y Simone Biles. Testimonios de expertos

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Alejandra Castillo

acastillo@eldia.com

“Sufrí mucho estos días, no pude dormir, hablé mucho con mi psicólogo, porque que me pateen dos veces y me metan dos goles es difícil de tragar; sé que tengo a 45 millones de argentinos atrás mío y les podría haber dado más”, dijo Emiliano “Dibu” Martínez después de la derrota ante Arabia Saudita, en el debut de una Copa del Mundo que parecía esquiva y terminó siendo para Argentina. “Dibu” aludía a una presión habitual para los deportistas de élite y a David Priestley, un psicólogo que está detrás de la mente de varios de ellos. En los últimos años la salud mental dejó de ser tabú en el mundo deportivo, no sólo en el fútbol, aunque queda muchísimo camino por andar.

En julio de 2021, la reconocida gimnasta estadounidense Simone Biles dijo basta en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 (se postergaron por pandemia) y habló abiertamente sobre sus problemas de salud mental, algo que ya habían hecho el ex nadador Michael Phelps, la tenista Naomi Osaka y el futbolista español Andrés Iniesta.

“Sé que no es fácil, pero realmente es útil”, dijo Biles, porque “la mayor parte del tiempo tenés miedo de sentirte tonta. Pero, como aprendí a lo largo de los años, está bien pedir ayuda”.

En nuestra ciudad, tanto Gimnasia como Estudiantes cuentan con equipos de psicólogos en sus planteles, aunque de manera distinta.

“Para nosotros es fundamental, porque consideramos que es tan importante la psicología como la preparación física”, considera Diego Capra, coordinador de fútbol infantil del Lobo. Conforman el equipo tres psicólogos y una asistente social, que trabajan con los jugadores de Primera División, los Juveniles y la pensión que aloja a estos últimos, conocida como Casa de Lobos.

En el caso del Pincha, el Departamento Psicosociodeportivo de Fútbol Amateur se creó hace 9 años y hoy lo integran cuatro psicólogas, dos trabajadoras sociales y dos cuidadores de pensión, que involucra a los juveniles, desde la reserva a novena, y las estructuras de infantiles, pero no al plantel de Primera.

“Cada vez está más naturalizada la incorporación del entrenamiento mental y la psicología del deporte, particularmente en el fútbol y con la naturalización de que los hombres también lloran, sienten, se frustran, que no siempre pueden y, sobre todo, que piden ayuda”, explica la coordinadora de ese Departamento, la licenciada en psicología Julia Zein (MP 56285).

Alejandro Pagano (MN 63.671) es especialista en Psicología Aplicada al Deporte y la actividad física (APDA), coordinador del Departamento de Psicología Deportiva Club Atlético Nueva Chicago y psicólogo del plantel profesional del Club Atlético Mitre, de Santiago del Estero. Una de las primeras actividades que hace al comienzo de una temporada es preguntarles a los jugadores quiénes consideran que lo psicológico tiene un rol importante en el deporte que practican. “Más del 90 por ciento del equipo levanta la mano”, cuenta, “pero si pregunto cuántos trabajan semanalmente con un psicólogo, la levantan apenas dos o tres”. Según Pagano, este ejercicio pone a los deportistas a pensar en cuánto tiempo le dedican a una cuestión que reconocen clave para su desempeño profesional, más allá de lo personal.

Esta disciplina no es para nada nueva, más allá del impulso que tomó en los últimos tiempos. En 1898, el psicólogo norteamericano Norman Triplett realizó el primer experimento conocido que integraba los principios del deporte a la Psicología social: demostró que los ciclistas que practicaban en grupo tenían mejor desempeño que aquellos que rodaban solos.

El boxeador platense Ayrton Giménez (24) lleva 10 años en esa carrera, los últimos cinco de manera profesional, tiempo en el que se impuso como campeón Fedebol; Latino Plata y fue retador al título del mundo en la categoría Súper Pluma. Sin embargo, tiempo atrás supo que tenía que pedir ayuda.

“Pasé por procesos difíciles para la edad que tenía”, reconoce Giménez, quien a los 17 se convirtió en padre y más de una vez se sintió inseguro de sí mismo, no sólo frente a una derrota; también después de un triunfo. “Te bajoneás por un resultado negativo o porque ganaste la pelea pero tuviste un rendimiento bajo para tu nivel. Te abuchean y decís, ‘todo el trabajo que hice no sirve’, pero bueno, aprendí que esto sigue, que hay que aceptar, y hacer borrón y cuenta nueva”.

Admite que en este proceso fue clave el respaldo de su familia, en particular el de su padre, quien lo acompañó en la decisión de recurrir a un psicólogo deportivo para “complementar el ejercicio, porque para rendir bien en una competencia hay que estar con la mente tranquila y plenamente concentrado en eso”.

Romina Plataroti hizo gimnasia artística de alto rendimiento entre los 6 y los 18 años e integró la primera delegación argentina de esa disciplina en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. Tras su retiro, siendo una adolescente, se dedicó a estudiar para convertirse en Licenciada en Psicología Clínica y Deporte. Por entonces, esta última especialización “no estaba tan instalada en Argentina como sí en otros países”, refiere, aunque desde su experiencia como deportista siempre consideró clave el cuidado del aspecto emocional y mental.

“Sin importar todo lo que yo hubiera podido entrenar, lo importante era el manejo de los nervios que suelen presentarse en las competencias, por las presiones y exigencias del alto rendimiento. Por eso es tan importante tener un espacio para hablar”, remarca.

Reconoce Ayrton Giménez que el tabú que impide a un deportista pedir ayuda psicológica puede ser tan fuerte y tan nocivo como un mal resultado: “He visto boxeadores muy buenos de Argentina que han perdido y dejaron de pelear, entraron en la droga o los tiró para abajo”, aunque aclara que, de a poco, esa visión está cambiando. “El mismo gimnasio te puede dar otro enfoque; empezar a entender que no se pierde la vida por un resultado, pero antes parecía que sí”.

En su caso, mantuvo algunas sesiones en consultorio con un psicológico especializado en deporte que le recomendó otro boxeador, aunque, dice, “a otros muchachos los acompañan hasta en las peleas”.

Romina Plataroti confirma que las presiones capaces de bloquear o complicar el rendimiento de un deportista pueden ser internas y externas, directamente vinculadas con exigencias o expectativas que pueden provenir del entorno (familias, amigos, entrenadores), la prensa, las redes sociales y, claro, la autoexigencia que impide asumir que “a veces puedo no sentirme bien o que las cosas no salgan. Por eso hay trabajar la tolerancia a la frustración”; tanto como la “concentración y la motivación, para ayudar al mejor rendimiento”. De cualquier modo, más allá del resultado, la ex gimnasta considera vital que los deportistas tengan un “espacio para hablar de otras cuestiones y mostrar sus vulnerabilidades”.

“En mi última pelea perdí el invicto y pude hacer borrón y cuenta nueva” (A. Giménez)

Coincide Pagano en que la mayoría de los deportistas enfrentan “dificultades de autoconfianza y motivación”, aunque desafía a pensar si existe “alguna persona que alguna vez, en su carrera laboral o en su vida, no ha tenido dudas de sí misma, de su propio rendimiento o no haya sentido trastocada su motivación. Lo que se puede presentar no es el deseo de hacer otra cosa, si no el deterioro del deseo de hacer lo que está haciendo”, lo cual puede impulsar a ese deportista a no entrenar de la misma manera.

Plataroti considera que en el territorio de ciertos deportes habita mejor el prejuicio contra esta disciplina que se estudia como una especialización de la licenciatura en Psicología. “En el rugby, el fútbol o cualquiera que ponga en juego la potencia del hombre, pueden asociar la búsqueda de un psicólogo con debilidad, pero por suerte esto se va modificando”, dice, sin pasar por alto que más de una vez la reticencia proviene de los propios entrenadores.

Alejandro Pagano celebró que el “Dibu” dijera “tan abiertamente que trabaja con un psicólogo y que eso le ayuda para su desempeño deportivo y su bienestar”, como a él lo respaldaron los testimonios de otros jugadores que impulsaron a sus propios compañeros a vencer los prejuicios.

“Es por el tabú respecto a lo que es la psicología en el deporte, sobre todo porque en nuestro país hay una impronta o estereotipo de la psicología clínica o el psicoanálisis, que trabajan sobre trastornos mentales, como ansiedad o depresión. El enfoque de la psicología aplicada al deporte está orientado a trabajar la psicología positiva, sobre las herramientas que tiene la persona y no sobre el déficit o la problemática”, explica el profesional. En caso de que detectemos un trastorno depresivo o ansioso, derivamos al deportista a un psicólogo clínico”.

La psicología del deporte, resume Pagano, tiene dos grandes objetivos: “Brindar herramientas que sirven como prevención de un posible trastorno mental o de una crisis vital y optimizar el rendimiento de un deportista dentro de la cancha”.

 

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