Pornovenganza: de la confianza a la extorsión
Edición Impresa | 27 de Junio de 2023 | 02:41

Con su avance, la tecnología ha llegado a cada aspecto de la vida cotidiana, todo ha sido digitalizado, incluso la sexualidad. El intercambio de fotos o videos íntimos entre personas que mantienen algún tipo de relación puede ser moneda común.
Pero la llegada de estas nuevas formas de relacionarse como es el “sexteo” tienen también sus riesgos: la pornovenganza o extorsión. Una vez terminada la relación, muchas personas se ven en las manos de sus ex que con todo el material guardado amenazan con publicarlo.
Esto no termina con quien lo publica; el material es reenviado una y otra vez, reproducido por cientos de personas que sin pensarlo violan la intimidad de las víctimas. Esto es común verlo cuando salen a la luz videos de celebridades que rápidamente viajan de celular en celular sin importar las consecuencias que puede causarle a quien sufrió las filtraciones.
Pero no se necesita ser alguien que cuente con notoriedad pública para sufrir este tipo de delitos. Nadie está exento y el miedo de que todos puedan acceder al material que habían compartido con personas de presunta confianza vuelve sus vidas una pesadilla, e incluso podría llegar a tener consecuencias extremas.
En el año 2020 Belén fue víctima de extorsión por parte de su ex pareja; ella cedió ante sus pedidos, juntó dinero y se lo entregó, pero no satisfecho con esto, el hombre viralizó un vídeo íntimo. El calvario que comenzó con las amenazas y prosiguió con la vulneración de su intimidad acabó de la peor manera: Belén se quitó la vida. Tenía 25 años y dos hijos de 8 y 2.
La atrocidad de este caso dejó en evidencia la existencia de un vacío legal alrededor de estas prácticas por lo que sus familiares impulsaron la creación del proyecto de ley Belén con el que se busca penalizar la obtención y difusión no consentida de contenido íntimo, la sextorsión y el montaje digital en videos pornográficos. A esta iniciativa se sumó el proyecto de la ley Olimpia, basado en una normativa mexicana, que tiene como finalidad catalogar a la violencia digital como violencia de género.
LA VENGANZA Y LA EXTORSIÓN DOS CARAS DEL DELITO CIBERNÉTICO
Marilyn -nombre que eligió para resguardar su identidad- tenía 18 años cuando comenzó a salir con un hombre mayor, padre de una amiga del barrio. Durante meses se vieron a escondidas, mantuvieron encuentros sexuales e intercambiaron fotos íntimas. Pero cuando la amiga se enteró todo terminó de la peor manera.
La joven se enojó, sentía que su amiga con la que habían pasado su infancia en Altos de San Lorenzo la había traicionado. Tomada por la furia revisó el celular de su padre, encontró las fotos de Marilyn y no dudó un segundo en reenviarselas a todos sus conocidos del barrio.
La vida de Marilyn se tornó un calvario, además de ver vulnerada su intimidad también comenzó a recibir amenazas.“Si no te dejas de joder, tengo más”, le aseveró en un claro ultimátum: debía ponerle fin a la relación sino la joven seguiría filtrando fotos suyas.
Dejó de ver al hombre pero el acoso seguía. Marilyn radicó una denuncia en la comisaría, las fotos dejaron de circular pero las amenazas nunca se cortaron. Él nunca se hizo cargo de lo sucedió; dijo que era tema de su hija que estaba mal.
En ese momento la angustia se apoderó de Marilyn, no quería salir a la calle, todos sus vecinos habían visto las fotos. “El malestar le duró por lo menos un año”, señaló una de sus hermanas que la ayudo a atravesar el difícil momento.
Ella fue víctima,explican, de las dos formas de violencia que encarna este delito: la amenaza y la venganza. Si bien el Código Penal considera a la pornoveganza como un tipo de extorsión, hay distintas modalidades o motivos. Por una lado, la venganza que suele estar ligada a rupturas y peleas que ocurre cuando alguien conocido difunde el material sin consentimiento con intención de dañar a una persona y por otro lado se encuentra la sextorsión, que como la palabra lo indica comprende una extorsión mediante la que se le pide dinero a la víctima o la quieren obligar a hacer algo a cambio de no difundir el material.
DE LOS MIEDOS A LOS CUIDADOS
Sobran los casos para asegurar que el “sexteo” no es una actividad segura, pero a pesar de eso muchas personas deciden continuar con la práctica. Para eso toman ciertos recaudos a la hora de compartir sus fotos como tapar el rostro, marcas personales o hacerlo por plataformas que les den algo de seguridad.
Juana tiene 29 años, más de una vez le envió sus fotos íntimas a hombres con los que se relacionaba. “No todos fueron novios míos, con algunos solo teníamos relaciones casuales pero por algún motivo me sentía con la confianza de intercambiar material íntimo”, reconoció. Siempre procuró que no se le vea la cara y evitó tomar fotos en las que se vean sus tatuajes, “pero muchas veces en medio de la situación pude haber tenido algún que otro descuido y los miedos vienen después, cuando pasa el tiempo recapacito en lo que hice”, sostuvo.
En el último tiempo las plataformas incluyeron funciones que le permiten a los usuarios tener más control sobre el material audiovisual que comparten. El chat efímero de Instagram, o las fotos que pueden abrirse solo una vez, hacen que quienes reciben las imágenes no puedan guardalas. Incluso, si esta persona decide hacer una captura de pantalla la misma aplicación le avisa a quien la envió.
Eso le ocurrió a Martina, “Instagram me avisó que la persona había hecho una captura, era un amigo con el que salía, teníamos mucha confianza y sin embargo hizo eso”, detalló y consideró que “nunca se termina de conocer a la gente y a veces por más que detrás haya años de complicidad pueden hacer esto, no hay confianza que valga”.
No fue la única situación que la marcó a la hora de incursionar en esto. Durante su adolescencia varias compañeras de colegio fueron víctimas de la viralización de imágenes privadas: “Había una cuenta en Twitter que bajo el lema #LaFoto, publicaban cosas sin el consentimiento de las chicas, todas crecimos muy marcadas por eso”, destacó.
María, por su parte, siempre procura que no se le vea la cara, “además uso aplicaciones en las que no queden rastros de nada”, señaló. Para ella es importante ser precavida “no por miedo, sino porque todos me generan desconfianza”, pero a pesar de eso nunca dudó en dejar de hacerlo.
“La verdad es que nunca tome muchas precauciones”, se sinceró Anabella ante la pregunta, “de todos modos siempre lo hice con parejas estables, nunca con alguien con el que mantuviera una relación casual, por lo que nunca sospeche que pudieran hacerme daño. Pero si tendría que tener más cuidado”, analizó.
La conclusión a la que arriban todos es a que deben tener cuidado y proteger su intimidad, pero no por eso van a dejar de practicarlo. Por el momento solo pueden aprovechar las herramientas que las plataformas les brindan y tener en claro que la pornoextorsión o venganza es un delito y por lo tanto, deben denunciarlo.
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