La Vicepresidenta le plantó sus banderas al ministro-candidato
Edición Impresa | 27 de Junio de 2023 | 02:49

Mariano Pérez de Eulate
mpeulate@eldia.com
Una primera mirada benigna del acto realizado ayer en Aeroparque: el oficialismo mostró unidad para hacer honor al nuevo nombre -Unión por la Patria- que le pusieron a la alianza gobernante. Cristina Kirchner se sentó junto a Sergio Massa, cabeza de la fórmula negociada en aquellas horas de vértigo previas al cierre de listas, cuyo alumbramiento implicó la salida de escena de Wado de Pedro, el preferido de la Vice, aquel paradigmático “hijo de la generación diezmada”.
En verdad, muchos mimos no le hizo Cristina a Massa y aquí va la segunda mirada, menos piadosa: aprovechó para plantar su bandera que, por más que las necesidades coyunturales obliguen a un cierto “acting”, nunca serán las mismas que las del ministro de Economía.
Un sólo ejemplo: difícilmente se le escuche a Massa defender la ficcional tesis de que la Vice está proscripta y que por eso no puede ser candidata a la Presidencia, algo en lo que insistió ayer con una dosis de ninguneo al que sí será postulante presidencial cuando dijo que ella es “la que más mide” en el espacio. Detalles.
En este turno electoral, Cristina no pudo poner un comisario político en la fórmula, como sí sucedió por ejemplo en 2015 con el binomio Daniel Scioli-Carlos Zannini. Pero ayer dejó en claro que se llegó al dueto de consenso porque era lo que ella quería. Obvio, hubiera preferido que estuviera Wado al tope del mismo. Pero lo que además se preocupó por remarcar es que el único que quería las Primarias era Alberto Fernández, con quien tiene una relación irremontable.
El Presidente, se sabe, al final hizo un giro y bajó a Scioli de la PASO cuando le aseguraron que Cristina cedía en dos cosas: lugares expectantes en las listas de diputados nacionales de la Provincia para Victoria Tolosa Paz y Santiago Cafiero -eso es hoy el albertismo, un par de almas- y que quedara claro que al compañero de Massa lo ponía él. Ese vendría a ser Agustín Rossi, aunque hace algunas horas el jefe de Gabinete dijo que, en rigor, estaba en la fórmula porque es kirchnerista. Un psicólogo por ahi.
Luego de 13 años de férreo manejo del mundo peronista Cristina sabe que, a diferencia de un De Pedro, el Massa candidato tiene la suficiente espalda política como para transmitir liderazgo interno en el PJ; que aún con el desmadre que es la economía asoma como un postulante más competitivo que su preferido y que, potencialmente, podría acercar algún voto de perfil moderado al espacio.
Por eso mismo, tal vez con una gota de maldad, ayer lo puso en un escenario que, en cierta forma, para Massa es extraño. En rigor, en términos de coherencia histórica, era De Pedro, hijo de desaparecidos, el que acaso debía estar sentado junto a ella en el Aeroparque.
Se recuerda: con presencia de organismos de derechos humanos, el acto de ayer fue para celebrar la recuperación de una de las aeronaves que se utilizaron durante la dictadura en los llamados “vuelos de la muerte”, desde los cuales miembros de la Marina arrojaban a detenidos-desaparecidos sobre el Río de la Plata. El avión será destinado a la ex ESMA, hoy un espacio de la memoria. No hay demasiados registros del ministro de Economía militando activamente este tipo de causas, más allá de que seguramente adhiera a la misma.
“Teléfono para el ministro...y candidato también”, le dijo Cristina a Massa con actuada buena onda justo después de desplegar su ya conocido libreto contra el Fondo Monetario Internacional y el cuestionamiento a las ganancias de las empresas, que para ella siempre son excesivas. Massa debe haber rezado para que en Washington no estuvieran viendo el acto: toda su campaña dependerá de que el organismo desembolse los dólares prometidos para prolongar la agonía de la economía y evitar su muerte, hasta que la agarre otro funcionario. “La gestión es la campaña”, ya les dijo a sus colaboradores. Traducido: intentará mostrar como un éxito que el FMI le dé una mano, de hecho esa es la razón por la que la vicepresidenta aceptó la postulación del Ministro.
En todo caso, la centralidad de Cristina de ayer interpela a Massa: su plan de ser candidato presidencial y ministro a la vez le cierra en la medida en que refuerce la idea de que él es quien manda. A Alberto ya se lo deglutió hace rato. Pero si la Vice sigue con la necesidad de protagonismo tal vez atente contra ese objetivo o lo haga más cuesta arriba.
Massa necesita los votos del kirchnerismo duro, el más ideologizado. Es justamente la feligresía de ella, que deberá aceptar el trago amargo de militar la postulación de alguien a quien nunca consideró propio -aunque la Vice lo avale- y hasta hace nada le achacaba la derrota de 2015 frente a Mauricio Macri. Una duda: ¿Le pedirá Cristina a Juan Grabois que decline su postulación presidencial para que ese votante K más radicalizado no tenga más remedio que inclinarse por Massa en las Primarias para no sacar los pies del plato? Por cierto, el ministro apuesta a ser en candidato individualmente más votado en agosto.
Más allá de estas minucias, Cristina parece haber aceptado el argumento del peronismo territorial que ve en Massa al único que puede llevar al PJ a su módico objetivo de este año electoral: entrar al eventual ballotage de noviembre, escapar de la amenaza del tercer puesto en octubre. Y en base a eso, claramente blanqueó su norte político en el cierre de listas: armar un esquema de posible resistencia política desde la oposición, si el peronismo llega a perder en segunda vuelta.
Once de los primeros 15 candidatos a diputados nacionales de la provincia de Buenos Aires de UP le responderán desde el año que viene; La Cámpora logró buenos lugares en las listas seccionales bonaerenses, en detrimento incluso de la presencia massista pura y probablemente la veamos a Cristina en más actos de campaña con Axel Kicillof que con Massa. La reelección del gobernador es la prioridad en ese esquema estratégico.
Massa debe haber rezado para que en Washington no estuvieran viendo el acto
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