Híper ¿conectados?
Edición Impresa | 4 de Junio de 2023 | 02:13

Redes sociales, plataformas de citas, plataformas de reuniones. Todo instalado en los distintos dispositivos con los que contamos. La época, la cultura, el mercado ordenan conectarnos. “Evitemos la soledad”.
La soledad tiene mala prensa, podríamos decir. Es interesante el fenómeno de reducción al que nos lleva esta concepción, que reúne algunas falacias.
Primera falacia: La conectividad nos garantiza un encuentro con el otro. No es cierto. Sabemos que la dimensión del encuentro no se corresponde con un match, un contacto en una red social, incluso con la presencialidad. Un encuentro se trata de algo mucho más profundo, que nos atraviesa y nos modifica.
Segunda falacia: La soledad conlleva necesariamente sufrimiento. Sin embargo, la soledad puede ser el momento de encuentro con uno mismo, incluso con un vacío necesario, una especie de silencio en relación al entorno. Una manera de detener el aturdimiento, una pausa; la posibilidad de crear, justamente, parte de la experiencia de vacío.
Tercera falacia, que se desprende de la anterior: La soledad no puede ser un estado que se elige. Se cree que nadie elige estar solo o sola. Que en la soledad se “cae”, como consecuencia de no haber podido hacer o sostener vínculos de manera constante. Sin embargo, sería vital poder elegir estos momentos, habitarlos, entregarse a lo impensado, a lo imprevisto. Puede ser un tiempo de metabolización de tanto estímulo, un tiempo de pensamiento. Hacer de la soledad un tiempo fecundo.
El exceso de conectividad degrada al otro, desconociendo su singularidad. El otro aparece en la serie de todos los otros sin ninguna particularidad.
Es importante señalar la importancia vital de los lazos afectivos. Nadie vive, nadie es, sin otro. Pero las relaciones casi exclusivamente virtuales les han restado intimidad y profundidad a los lazos. El compromiso de la palabra, cuando el cuerpo se pone en juego, establece coordenadas diferentes.
Si pudiéramos alcanzar cierto equilibrio entre lo superficial y lo profundo, lo compartido y la soledad, asumir una alternancia necesaria, tal vez podríamos contribuir a una sociedad más armónica y compasiva en relación con el otro.
(*) Profesora en Psicología / Orientación a Padres
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