En Santa Fe, los mensajes marcaron las diferencias

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Mariano Pérez de Eulate

mpeulate@eldia.com

Por como estuvieron planteadas, las elecciones Primarias del último domingo en Santa Fe dejaron varias aristas para observar.

Aún cuando siempre suena imprudente nacionalizar resultados provinciales porque cuando elige autoridades provinciales al votante lo interpelan diferentes preguntas que al elegir presidente, en Juntos por el Cambio el domingo santafesino se vivió como un anticipo del duelo presidencial Horacio Rodríguez Larreta vs. Patricia Bullrich. Ambos actores habían apostado justamente a eso. Es decir, ambos arriesgaron.

El alcalde porteño terminó levantando la mano del vencedor, Maximiliano Pullaro. Su vice es la PRO larretista Gisela Scaglia. Bullrich prefirió no estar en la foto de la derrota junto a Carolina Losada, a quien respaldó en la campaña con su presencia incluida varias veces y por eso mismo su caída la golpea indefectiblemente. Muy correcta, saludó al ganador y llamó a que todo el “Frente de frentes” (UCR-PRO-Socialismo) trabaje para ganar la provincia en los comicios generales de setiembre próximo.

Fuera del país, Mauricio Macri debe haber lamentado el resultado santafesino: en tándem con Bullrich y la lógica “halcón”, había jugado su ficha a Losada. Ganarle a Pullaro hubiera sido imponerse a Larreta, con quien disputa el liderazgo amarillo; tal vez herirlo de muerte.

el triunfo radical

El triunfo del radical Pullaro en las PASO, en efecto, llevó gran alivio al bunker de campaña de Rodríguez Larreta porque revalida la tesis que éste maneja de cara a octubre: apuesta por la moderación, el mensaje ecuménico para ampliar la base electoral, el valor agregado de poder mostrar gestión y la importancia de contar con una estructura militante aceitada en todo el territorio. En este caso el santafesino y aportado por el radicalismo de la provincia. Es la lógica que el precandidato presidencial buscó aplicar al asociarse con el jujeño Gerardo Morales, titular de la UCR nacional.

Habrá que conceder que a Losada no le sirvió la campaña agresiva contra su rival, al que llegó a vincular sin ningún tipo de pruebas con el narcotráfico. Perdió las PASO por 11 puntos. Una paliza. Pullaro fue ministro de Seguridad de Santa Fe y por eso es muy conocido en una provincia que ha recorrido mil veces. Y el hito de su gestión fue haber contribuido desde su cartera al encarcelamiento de los jerarcas de la banda Los Monos, más allá de que el avance de este tipo de crimen organizado, inclusive desde la cárcel, nunca encontró un freno real.

Y además Pullaro es un político profesional que hizo todos los pasitos de la carrera en el radicalismo, desde la primera juventud en adelante. La irrupción fulminante de Losada en 2021, cuando fue electa senadora nacional luego de ganarle las PASO al propio Pullaro, habla de lo efímero de apostar por un famoso de la tele.

En esta campaña la experiodista nunca provincializó el mensaje, que era lo que pedía el electorado. No vive en Santa Fe, casi un pecado capital para un candidato que pide el voto para gobernar la tercera provincia con más electores del país y no para legislar sobre temas nacionales. Tal vez alguien haya pensado que Losada podía ser el Carlos Reutemann del radicalismo santafesino, el fenómeno de afuera que viene a redefinir todo. Claramente, no conocían a “Lole”.

Lo dicho: casi que en el larretismo descorchan porque al triunfo de Pullaro se le suma el de Marcelo Orrego en San Juan y el de Claudio Poggi en San Luis, que también están alineados con Rodríguez Larreta en la puja nacional contra Bullrich.

Así, Larreta lleva tres fotos con ganadores provinciales, todos frente al peronismo. Aunque se reitera que no conviene una mirada lineal, al alcalde porteño le sirve como insumo para incentivar a la tropa propia, la inyección de cierta mística del “camino hacia la victoria” que tal vez no puede contagiar “per se” por falta de carisma arrollador.

¿Y el peronismo?

El peronismo que gobierna Santa Fe ahora prácticamente huele a cala. El senador Marcelo Lewandowski será el candidato a gobernador en las elecciones, algo que habría que avisarle al actual mandatario, Omar Perotti, que casi no participó de la campaña para las PASO y rápidamente se preocupó por aclarar que la debacle del domingo (35,12 % de diferencia le sacó Juntos, que allí se llama Unidos para Cambiar Santa Fe) no fue un plebiscito a su gestión.

Sergio Massa, el precandidato presidencial del Gobierno, debe tener el ceño fruncido: aunque de ninguna manera puede decirse que la tendencia del domingo último se repetirá textualmente en octubre sabe que Santa Fe asoma casi inexpugnable. Aún cuando su vice, Agustín Rossi, es de allí (por cierto, ostenta el récord de haber sido el peronista menos votado a la gobernación desde 1983 cuando se postuló en 2011). En las PASO del domingo, los cuatro candidatos que presentó el PJ obtuvieron 27,2%. Más allá del número, se confirma que el justicialismo viene perdiendo votantes respecto a 2019 en casi todos los distritos.

La baja participación es otro dato que dejó el domingo electoral en Santa Fe, algo que ya había pasado en otras provincias. Votó el 63% del electorado, en un mensaje que probablemente mezcle apatía, enojo, desilusión. Eso supone que el votante que concurre es el más “politizado”. Una lectura generalizada en el mundillo político es que esto podría favorecer a los candidatos con más aparato, entendido como la suma de recursos para movilizar militantes. ¿Larreta en detrimento de Bullrich en las Primarias presidenciales? Con el supuesto anti sistema Javier Milei en la boleta, ¿esos desinteresados concurrirán a votar en agosto porque encontrarán un incentivo?

Las encuestas volvieron a fallar en Santa Fe. Marcaban paridad absoluta entre Pullaro y Losada. Nunca dieron los más de 10 puntos de diferencia. Lo dicen los consultores fuera de micrófono: la gente le escapa a responder sondeos. Cuando son por teléfono con una grabación, cuelgan.

Cuando se hace por internet responden cualquier cosa. Cuando son presenciales, hasta mienten sobre lo que realmente sienten en materia de preferencias electorales. Voto vergonzante, irritación, descreimiento, todo eso puede esconder el desacierto de las encuestas.

Un dato: el último boca de urna que manejó el larretismo fue de las 17,30 del domingo. Le daba 3,3% en favor de Pullaro. El escrutinio terminó siendo puntos más arriba.

Las imprecisiones, por cierto, alimentan esperanzas. Como el caso del larretismo, donde juran que están mejor en la carrera presidencial de lo que las encuestas muestran. O de Massa, que en la intimidad asegura que mucha gente votará al oficialismo pero prefiere no volcarlo en los cuestionarios de los encuestadores.

 

 

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