El triunfo de un peronismo alejado de la Rosada y un viceintendente electo que pegó un portazo en el PRO

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Carlos Barolo

Ni en el Gobierno ni en Juntos por el Cambio pudieron festejar ayer con el triunfo de Daniel Passerini en Córdoba. El que celebró con mayúsculas fue el peronismo local, disidente de la Casa Rosada, crítico acérrimo del kirchnerismo y que, tras la muerte de José Manuel de la Sota, hoy se embandera bajo la figura de Juan Schiaretti, revalidando una hegemonía que en la provincia lleva ya 24 años.

Médico, nacido hace 58 años en la localidad de Cruz Alta, a 341 kilómetros de la capital, el intendente electo tiene un histórico recorrido por el peronismo ligado a la figura de De la Sota. En sus discursos no faltan las referencias al gobernador electo, Martín Llaryora (a quien muchos apuntalan como la cabeza del peronismo local) ni a Schiaretti, el mandatario cordobés saliente y precandidato presidencial de Hacemos por Argentina que nunca termina de cerrarle la puerta a un virtual acuerdo con Juntos por el Cambio.

De hecho ayer, cuando a la hora de votar un periodista le preguntó por ese tema, el gobernador se mostró dispuesto a intentar otro acercamiento a JxC después de la primera vuelta presidencial.

Alguien le recordó que de un acuerdo similar nació la fórmula que anoche terminó en el triunfo de Passerini. Su compañero a la viceintendencia en la capital cordobesa fue Javier Pretto, extitular del PRO local que sonaba como el candidato “natural” en la fórmula del radical Rodrigo De Loredo. Hasta que fue reemplazado en ese lugar por Soher El Sukari y entonces pegó el portazo en Juntos por el Cambio para pasarse a las filas del “schiarettismo”.

No sería de extrañar que el fructuoso experimento ensayado en la segunda capital en importancia del país se replique también a nivel nacional después de la primera vuelta, como vaticinó Schiaretti, quien cuanto más se aleja de la Rosada más parece querer acercarse a Juntos por el Cambio. Mientras en la alianza opositora arde la interna, el cordobés clama por una unidad que se demora.

Con todo, tras el triunfo en las elecciones provinciales del mes pasado, el “schiarettismo” ratificó ayer su poderío en la segunda ciudad más poblada de la Argentina y lo hizo de la mano de un delfín de Llaryora, quien se presenta como la renovación de un peronismo cordobés que siempre ha sido disidente del oficialismo nacional.

La UCR, en tanto, no pudo confirmar su liderazgo en una provincia eminentemente radical. Hubo quienes culparon por el resultado al nivel récord de ausentismo y al aviso que en la previa de las elecciones difundió la Justicia Electoral, anunciando que no habría multas para quienes no fueran a votar. Juntos por el Cambio radicó una denuncia penal por esa maniobra.

Aún así, De Loredo fue el primero en reconocer la derrota, mucho antes de que Passerini saliera a festejar el triunfo y de que trascendieran los datos oficiales. Sin pataleo, ni denuncia de fraude ni acusaciones al aire, simplemente subió al escenario, lloró en público y se sinceró con humidad ante la plana mayor de Juntos por el Cambio que había recorrido miles de kilómetros para acompañarlo. A Horacio Rodríguez Larreta, a Patricia Bullrich, a Gerardo Morales, a Martín Lousteau, a la militancia. Los miró y les dijo: “Perdón, los hice venir al pedo”. A ser buen perdedor también enseña, todavía, la política.

 

 

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