El avance de la droga y la ausencia de políticas de Estado para frenarla

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Andrés Godoy

Todo lo que pudieran decir sería tomado en su contra.

Tal vez la dirigencia política advirtió la situación y adoptó el silencio acompañando el dolor y la indignación de los argentinos ante el asesinato de la nena de once años. Es que resulta inconcebible que esos líderes no hayan podido consensuar una actitud frente a la violencia que cobra cada día mayor intensidad y que afecta más a quienes disponen de menos recursos económicos.

Es muy poco y más que insuficiente lo hecho en materia legislativa, judicial y policial ante el incontrolado auge del consumo de estupefacientes que constituye la causa fundamental de la creciente violencia, aún en los casos en que sus víctimas no ofrecen resistencia.

Las fabulosas fortunas que generan el comercio ilegal de drogas y consecuentemente la capacidad de sus protagonistas para corromper a funcionarios del Estado en todos sus niveles, garantiza a las cúpulas de esas bandas narcos hasta vivir muy cómodamente en los pocos casos en que algunos son encarcelados porque les permiten desde las cárcel seguir dirigiendo sus “empresas”.

La indiferencia ciudadana ante el proceso electoral de estos días es la expresión de una difundida creencia según la cual los líderes políticos, lamentablemente se engloba a todos, en el mejor de los casos ignoran las dramáticas situaciones de los argentinos que viven con la angustia que produce el miedo.

La inseguridad y el convencimiento de que impera el “sálvese quien pueda” ante la ineficacia del Estado para garantizar la vida de los argentinos determina la búsqueda de soluciones individuales. Cada vez se gasta más en sistema de alarma, rejas, cámaras y ni siquiera las calles céntricas con abundante tránsito de peatones y vehículos durante el día ofrecen la posibilidad de caminar sin la adopción de precauciones de una “zona de guerra”.

Esas situaciones dramáticas no se superan con actitudes individuales o de quienes viven en edificios, departamentos y mucho menos en casas.

Los discursos ya ni siquiera producen rechazo.

 

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