Las demoras para votar, entre la desorganización y otros tantos factores

Mesas llenas de votantes y otras vacías; autoridades que no fueron, llegaron tarde o se escaparon; boletas infinitas y más

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Una de las certezas que dejó las PASO en la Ciudad, es que la desorganización en muchas escuelas llevó a que la votación se demorase en demasía y que, aún en casos en los que no se habían formado largas filas, el proceso de llegar hasta el cuarto oscuro, colocar la boleta en el sobre, salir, ponerlo en la urna, firmar, tomar el documento y retirarse, se extendiese innecesariamente.

Claro que esto no se debió a una sola razón, sino que influyeron numerosos factores, incluso las actitudes de muchas personas que, lejos de colaborar, dificultaron las cosas haciéndoles consultas a las autoridades de mesa que podrían haber evacuado antes de llegar a la escuela; entrando al cuarto oscuro a meditar qué votar, ponerse a leer todas las nóminas o sacarles fotos para recordar quiénes las integraban; o con cosas tan simples como no recordar el orden de votación, poniendo así a las autoridades a recorrer los listados hasta llegar al votante en cuestión.

Pero, por cierto, esto es una parte mínima del letargo. Mucho más influyó, evidentemente, que en una misma escuela se formasen largas colas en una mesa, mientras que en otras había dos o tres personas. Estos, sostenido a lo largo de tiempos prolongados, hizo que algunos entren y salgan con una sonrisa, mientras que otros se fueron agotando al no avanzar en la fila hasta malhumorarse, con razón, por todo el tiempo perdido. A eso hay que agregarles los casos de quienes desistieron en un primer intento, se fueron al ver una multitud y regresaron más tarde esperando encontrar un panorama distinto, y revivieron la película. A más de uno se le escuchó decir, mientras esperaba: “¿Quién organizó esto? ¿A ninguno se le ocurrió poner la misma cantidad de personas en cada mesa, como para que la cosa vaya repartida?”.

Imaginemos lo que hubiese pasado si el número de votantes crecía. En La Plata sufragó el 67,28 por ciento de las 602.252 personas habilitadas (405.196). Es decir que una mayor participación hubiera redundado en grandes amontonamientos, más bronca y pérdida de tiempo.

Autoridades

Después, el culebrón de los presidentes de mesa: los que no fueron, los que llegaron tarde y los que salieron corriendo cuando intentaron sentarlos para que cumplan con su labor cívica. Resultado, apertura de mesas demorado, personas aguardando y malestar.

A este condimento sumémosle fallas en el servicio eléctrico, que condicionaron el acto eleccionario en varias instituciones; fallas edilicia en salones, como por ejemplo uno sin vidrios que hizo que las boletas “levantasen vuelo” por el salón con el viento y hubiese que “domarlas” para que vuelvan a los pupitres; descoordinaciones en el reabastecimiento de las boletas; dificultades para ingresarlas en los sobres por su gran tamaño y luego -si no se los “aplastaba bien”- para que pasen por el orificio de las urnas (claramente lo podrían haber hecho más amplio, para que pase más fácil).

Suena a mucho, pero hay más. La falta de previsión para hacerle la vida más simple a personas mayores o con dificultades motrices. Una señora de 87 años aguantó parada hasta que pudo en la fila, ante la mirada poco empática de otros votantes y de personas que trabajaban en la organización de la votación en un colegio. Hasta que le dijo a un joven, “querido, perdoname que te moleste, pero me podrás alcanzar una silla, porque no doy más”. Recién allí hubo una reacción. Ecuación, podría haber recibido asistencia antes, o existir sillas próximas para estos fines. Así nadie hubiera tenido que salir a las corridas, ni se hubiese producido todo un movimiento innecesario que también repercutió en el proceso. Lo mismo con un hombre en silla de ruedas, que quiso entrar por la puerta de una escuela que cuenta con una rampa para tal fin. Nadie tenía la llave. Anduvieron de acá para allá buscándola y, como nunca apareció, tuvieron que ayudarlo a subir haciendo fuerza por una escalera. Bronca justificada, trastorno en el lugar y otra vez, salir de raje para resolver algo que podría estar resuelto de antemano.

Párrafo aparte para los que tuvieron la desgracia de esperar en la puerta de un colegio hasta que los dejaran entrar. “¿A quién se le ocurrió esto? Estamos todos afuera, parados esperando detrás de una silla (con el número de la mesa) y adentro hay lugar de sobra. ¿Por qué no nos van dejando entrar de a poco, así no nos morimos de frío?”, dijo una mujer. Eso, sumado al ir y venir de personas de la organización que debían darles el pase para que fuesen ingresando, algo que también demoró todo. “No lo puedo creer. Estamos acá esperando que nos digan ‘pase’, cuando en la mesa está solo la personas que va a votar. Podríamos ir ganando tiempo mostrando el DNI y demás, así se agiliza todo, pero no”, aseguró un joven.

En definitiva, casi que todo lo enunciado podría mejorarse simplemente con un poco de organización y previsión, por el bien de todos, desde votantes hasta autoridades, y hacer que estas jornadas resulten placenteras en lugar de cansadoras. Habrá revancha en octubre, con mucho menos boletas y candidatos, pero a no confiarse, si todo sigue igual, volverá a pasar lo mismo.

 

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