La necesidad de contar con una política forestal en La Plata y en otras ciudades

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El inicio en las últimas jornadas de una campaña destinada a defender el arbolado público de La Plata, necesitado de contar con una política forestal unívoca en lo que concierne, por ejemplo, a los operativos de podas, constituye un paso positivo, aun cuando debería ser acompañado por otras acciones complementarias como las de que la Ciudad cuente con un censo forestal y la de plantar más árboles, además de asistirlos con mejores tareas de mantenimiento.

Se trata de cubrir omisiones en las que vinieron incurriendo desde hace décadas las sucesivas administraciones, en un proceso que se vuelve gradualmente más crítico en la medida en que crece la población y el aire se encuentra más contaminado.

Tal como se informó en este diario, la campaña puesta en acción en los últimos días, impulsada por el Foro de Defensa del Árbol en una esquina céntrica, exhibiendo fotos “de la mutilante poda llevada por el Municipio”.

En la oportunidad expusieron carteles con las leyendas “Un árbol sin ramas no es un árbol”, “Basta de mutilar nuestros árboles”, “Por un manejo idóneo del arbolado urbano” y “Te roban la sombra a vos, tus hijos y tus nietos”.

Corresponde aquí reiterar que tales reclamos se vinieron formulando desde hace varias décadas, sin que se lograra por parte de las sucesivas autoridades responsables del mantenimiento del arbolado –salvo en las primeras cinco o seis décadas posteriores a la fundación- la adopción de políticas acordes a la tradición de una ciudad que nació caracterizada por la notable riqueza de su patrimonio forestal.

A lo largo de tantos años existieron promotores del arbolado, como el recordado dirigente vecinal Nicodemo Scenna, que impulsaron plantaciones como las del bosque Martín Rodríguez y la extensión de una cortina forestal, formada con árboles de gran porte, para proteger a la Ciudad de la eventual contaminación que podía provenir del Polo Petroquímico. Fueron personas que, tan sólo con su empeño personal, lograron detener en buena medida la decadencia del arbolado y que lograron, en cambio, hacerlo valorar por gran parte de la sociedad.

Más allá del ámbito platense, debería recordarse que la ley provincial ley provincial 12.276 establece la obligación de que los gobiernos municipales “presenten anualmente un plan de forestación y/o reforestación, para lo cual deberán contar en su presupuesto con una partida destinada a ese fin”, y que no dejan de ser muchos los distritos que no cumplen con ese mandato.

Son ciertamente numerosos los municipios que no sólo ignoran olímpicamente a esa ley, en los que pareciera ser que sus programas forestales, para agravar aún más la cuestión, se encuentran orientados a reducir drásticamente el llamado dosel vegetal –la masa superior de ramas y el follaje- con podas drásticas que desvirtúan la función de las copas de los ejemplares.

En la actualidad, una mayoría de países y de ciudades del mundo eligió otro camino. El más novedoso de todos, el que lleva hacia las “ciudades jardín”, con la creación de bosques urbanos -incluso sobre torres verticales-, que comparten, entre muchas otras, Singapur, Lima, Filadelfia, Vitoria-Gasteiz, Bangkok, Nairobi, Halifax, Phoenix, Mantua, Bruselas, Melbourne, Niteroi, Ljubljana o Vancouver.

 

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