Nito Mestre: “Vine a este mundo para cantar y tirar buena onda, pase lo que pase”
Edición Impresa | 17 de Septiembre de 2023 | 04:08

Por PEDRO GARAY
“Lo que más me gusta hacer es cantar”, dice Nito Mestre. Está claro: la voz suave que remite a una época, autor de canciones indelebles de la cultura popular, acaba de cumplir 71, y ha pasado los últimos 50 años con la música. Y lejos de anhelar jubilación, “me estoy divirtiendo”, avisa.
Por eso se encuentra paseando sus “50 años de vida”, espectáculo donde repasa su trayectoria musical desde Sui Generis hasta el presente, por el país: en ese marco, el 7 de octubre, visitará la sala de 10 entre 46 y 47, de nuestra ciudad, para seguir “recogiendo el agradecimiento de la gente. Me doy cuenta que la gente me quiere, y a mi me encanta: uno, al final, hace todo por cariño”.
En diálogo con EL DIA, Mestre promete una selección de temas que repasan cada rincón de su cancionero inoxidable: más de dos horas donde sonarán temas de Sui Generis, Porsuigieco, Los desconocidos de siempre, “20/10” y sus proyectos solistas, con “perlitas escondidas”, adelanta. Una lista muy difícil de formar, reconoce, entre tanta canción, tantas vivencias, pero conformada finalmente “entre lo que quiere escuchar la gente y lo que me gusta cantar: hay algunos temas que me aburren, y no soy hipócrita, no los canto aunque le gusten mucho a la gente. Y no es ‘Rasguña las piedras’, o ‘Canción para mi muerte’”, se ríe. “No puedo decir cuáles son. Uno es de Sui. Pero son los menos. Pero hay temas que después de tanto tiempo los saqué, me tienen podrido. Por lo menos por un tiempo: se toman vacaciones”.
“Yo cuento y canto. Y cuando sos más grandecito te perdonan, te dejan contar”
En medio de las canciones, “sin guión, cuento cosas de mi carrera, anécdotas, dejo que me vengan: cuando nos fue bien, cuando nos fue mal, cuando nos echaban de los lugares, o no nos contrataban…”, cuenta. “En ese momento eran cosas dolorosas, hoy lo ves a la distancia y te cagás de risa”. Así, dice Nito, “yo cuento, cuento y canto. Y cuando sos más grandecito te perdonan, te dejan contar”.
“50 años de vida” es “una reunión donde somos todos uno”, un viaje al pasado, porque hubo un tiempo que fue hermoso, pero no un juego nostálgico: “Yo digo que es un viaje al presente. Así lo veo. Es un disfrute que uno se puede dar ahora que se cumple el aniversario. Por eso, lo armo para que sea un festejo no solo para mi, sino para la gente: el público es el que más disfruta”.
- Y más allá de que lo sentís como un viaje al presente, ¿sentís que esos temas siguen siendo presente, que siguen resonando en el hoy?
- Sí. Ahí sí te pongo un caso de un tema que no lo hago más, pasó a retiro. “Botas locas” tenía mucho que ver con los 70, principios de los 80. La ironía se perdió. Pero hace unos años grabé un disco en el Teatro Ateneo, en vivo (“Completo en vivo”), haciendo un recorrido de la carrera: canté “Botas locas”... y nada, la gente, nada. Había cambiado todo. Claro: no había militares, había colimba, la época ya había pasado. Cuando veías “La naranja mecánica” hace años, era una película violenta, había que irse a ver la película a Uruguay, acá estaba prohibida; hoy, en cualquier noticiero te pasan cosas diez mil veces peores. “Botas locas” también perdió. Pero otros temas siguen muy vigentes, porque cuando estás hablando de la soledad, del engaño, de la verdad, del futuro, bueno, eso no pierde vigencia. Lo mismo, cuando uno canta sobre cosas que uno quiere que cambien, en Argentina, precisamente, donde hay infinidad de cosas que todavía esperamos que cambien: todavía tenemos esperanza de que nos pongamos más amables, más empáticos, eso que sonaba tan hippie antes, y que se ha dejado de usar ahora… Y lo mismo cuando uno canta desde la rebeldía de la adolescencia. La adolescencia es eterna, todos guardamos ese pedacito de adolescencia, es una parte de nuestra vida muy querida, pasan muchas cosas nuevas, amores nuevos, mucho querer cambiar el mundo. Yo todavía me creo adolescente, pese a que no lo soy, tengo cierta adolescencia rebelde adentro, por suerte.
- Es cierto que no hay más colimba y que se perdió cierta ironía de “Botas locas”. Pero cada tanto escucho a alguien decir “si ellos son la patria yo soy extranjero”, es una idea que se escucha en estos días.
- Lo que pasa es que los argentinos tenemos un amor increíble por Argentina, pero es como estar con una mujer que amás, pero no la cuidás, y hacés todo al revés, y después decís ‘¿por qué se fue?’. Y, hermano… Nosotros estamos entre descuidados y descreídos, está difícil remontar el creer y el querer. Te das cuenta cuando viajás, y todo te parece que funciona mejor, y parece fácil. Y sí, es fácil de la boca para afuera pero hay ciertas cosas que tenemos enquistadas, la piolada, el argentinismo, que parece tan lindo, son las cosa que no colaboran para que funcionemos bien. Esa sumatoria de cositas hace que la vida diaria se complique. Eso, sin hablar de economía, de inflación… Momento difícil, estamos bastante jorobados.
“HACER LAS COSAS BIEN”
En ese contexto, sin embargo, Nito no para, no quiere parar. Porque, tras 50 años de pelearla en el país de “Juan Represión”, “El Sr. Tijeras” y tantos otros dilemas, tiene una certeza: “Lo que hay que hacer es seguir haciendo las cosas bien”.
“Cuando salgo de un espectáculo, lo mejor que puede pasar es que la gente salga y diga ‘qué suerte que vine, qué bien que la pasé’. Darle una dosis de esperanza, de alegría: en ese ámbito, donde festejamos los 50 años de mi carrera y de la de todos los que nos escucharon, estamos todos juntos. Eso es fantástico, durante un rato estamos todos en paz, festejando, recordando algunos, otros viendo por primera vez: es la mejor energía, y creo que para eso vine. Para cantar y tirar buena onda, pase lo que pase: cuando estamos todos juntos nadie pregunta de qué partido es el otro, somos todos del partido de pasarla bien”, dice.
“Los argentinos tenemos un amor increíble por Argentina, pero es como estar con una mujer que amás, pero no la cuidás, y hacés todo al revés, y después decís ‘¿por qué se fue?’”
Y agrega: “Además, todos tienen su razón. Yo no sé nada, solo sé lo que tengo que hacer: hacer las cosas bien. Y para eso hay que estar preparado, caminar, mantener la garganta”.
- Tu camino en estos 50 años musicales comienza con Sui Generis, cuando eras todavía muy joven. ¿Cómo fue encontrarse con ese éxito inmenso, masivo, cuando eran todavía adolescentes?
- Desde el vamos, con Charly teníamos el criterio de hacer las cosas lo mejor posible. Con el primer adelanto, compramos un piano inglés, que era lo que necesitábamos. Tratábamos de meterle garra a lo poco que había, investigábamos cómo sonar mejor, cómo grabar mejor. El éxito nos agarró de sorpresa, es cierto, pero más o menos: yo tenía una fe ciega que nos iba a ir bien. Repartíamos volantes, cuando todavía no habíamos grabado un disco, y yo decía: ‘Vengan ahora, el día de mañana no van a poder entrar’. Hay algo de control mental, si uno se repite algo, realmente te lo empezás a creer, y el universo se pone más de tu lado. Después, un poquito te la crees, y un poquito te mareás, seguro, a los 20, 21 años es normal. Te viene todo de golpe, 12 mil millones de personas a decirte que sos fantástico, vendés discos, shows. Después la vida se equilibra y ahí viene la verdad.
“La verdad, había cierto grado de brutalidad intelectual en los censores, eran muy básicos: hay cosas que, digo, “¡era para censurar! ¿No te diste cuenta, hermano, de que es una barbaridad?”
- Ese mareo del momento de gran éxito tuvo que ver con la disolución de la banda? Fue intenso, pero duró poco.
- A veces me preguntan por qué nos separamos, cuentan teorías. Pero fue una sumatoria de cosas. Fue la época. El aburrimiento, que a mi me afectó bastante, era ir a cantar y que la gente cante más fuerte que uno, con pésimo sonido, porque no había monitores. Y era una época de solos de batería larguísimos, e íbamos siempre a los mismos lugares… Rosario, Córdoba, Mendoza, Buenos Aires, el club de siempre. No pasaba nada nuevo. Y a todos nos aburrió, entonces nos veíamos cada vez menos… Y queríamos salir de ese enriedo. Lo curioso es que cuando empezamos la gira del “Adiós Sui Generis”, ya para despedirnos, Charly se entusiasmó, fue un éxito, nos sentíamos mucho más juntos, y Charly dijo que no nos separemos, que sigamos un poquito… Pero el adiós era el adiós. Lo que pudimos hacer es seguir despidiéndonos en otros lugares, pero pasó lo que pasó: en un accidente se nos rompieron todos los equipos. Fue como una señal del de arriba: “Muchachos, ya está, ustedes dijeron adiós, y es adiós”. Y la tomamos muy en serio la señal. Y yo, con bastante alegría: la gente piensa que cuando se separa una banda están todos tristes, pero cuando se separa una banda empiezan otras cosas, y cuando empezaron Los desconocidos fue una época maravillosa, tocar otros temas, grabar discos, salir y que nos fuera bien. Fantástico. Los comienzos son fantásticos. Y cuando empieza el declive, no hay que tener lástima. Con Charly no nos peleamos, la lástima hubiera sido si nos peleábamos, si terminábamos gritándonos, eso hubiera sido una separación de la amistad. Pero se separó la banda, nada más.
Nito con Charly García, en los días de secundaria y Sui Generis
- Esa etapa de Los desconocidos, y las bandas que siguieron, fueron años jodidos en el país. ¿Cómo era hacer rock era hacer un acto de resistencia, peligroso, en el marco de un momento triste para la gente?
Mirá. A la semana del Golpe, me comí tres días en un calabozo. Me pararon los militares a mediodía. Sabíamos poco, la verdad, pero nos dábamos cuenta que algo jodido estaba pasando: me llevaron por una pavada en cana, me detuvieron los militares en plena 9 de Julio, y un fan me salvó, dijo “se están llevando a Nito Mestre” y me terminó llevando la Policía, en lugar de los militares. Entonces, fui a una comisaría. Ya ahí me di cuenta que se ponía jorobado. Al poco tiempo grabé el primer single, “Y las aves vuelan”, iba a salir en una publicidad de jeans: “Tiempo de rock, tiempo de cambios”. Duró una semana, y volaron toda la campaña. Y todo lo referente al rock. Después de eso, cuando íbamos a hacer los shows ya era costumbre: te paraban, todos abajo, las manos contra el capot, en medio de la oscuridad. Muchas veces pensábamos que no salíamos de esa. Teníamos cuidado de no decir esto, no hacer aquello… y uno quiere seguir viviendo, entonces empezábamos a ver cómo podíamos decir lo que queríamos, pero de otra manera, para que el tipo de turno que censuraba no se diera cuenta, que le quede la duda. Y, la verdad, había cierto grado de brutalidad intelectual en los censores, eran muy básicos: hay cosas que, digo, “¡era para censurar! ¿No te diste cuenta, hermano, de que es una barbaridad?” Eso ya empezó con “Pequeñas anécdotas sobre las instituciones”: no estaban los militares, todavía, pero ya había control, la Triple A le dijo a Nacha Guevara que se fuera, o fue. Eran avisos, después directamente no avisaban, era “fuiste, no me gusta que estés”. Bueno, en ese marco, en 1974 Jorge Álvarez (el productor del disco, que famosamente les dijo que le bajaran el tono de protesta política al disco) nos dijo que no le podíamos poner “Instituciones” el disco, que nos iban a venir encima. Entonces, se me ocurrió el “Pequeñas anécdotas”, anécdotas, boludeces, “son dos pibes, boludeando, dejalos”.
- Paseamos por los 70 de Sui, los 80 de tus bandas. En los 90 empezaron tus problemas con el alcohol, a pesar de que ya llevabas 20 años en el rock. ¿El rock tiene la culpa, es un ambiente tóxico?
- No. Yo fui a grupos a pedir ayuda y lo que más encontré eran médicos alcohólicos. Pensaba que iba a encontrar a hippies reventados, pero encontré amas de casa, gente grande, médicos: entre 20 personas, había tres médicos. El alcoholismo es una enfermedad, que le agarra a cualquiera, en ciertas circunstancias. Yo nunca lo relacioné con el rock, sino con cosas emotivas, faltantes, la pérdida de mi padre a los 11 años. Algún factor genético, dicen algunos. Pero el rock, no. Lo que pasa es que dentro de todos los rockeros que había, alguno había. Pero éramos los menos.
Nito volverá a La Plata en octubre, para seguir celebrando los 50
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