Por qué las potencias no pueden frenar la guerra

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En casi un año de guerra en Medio Oriente, las grandes potencias no han sido capaces de detener o incluso influir significativamente en los combates, un fracaso que refleja una fragmentación a nivel internacional. Estados Unidos ya no es tan influyente como en el pasado en la región, y otros grandes países como China, gran importador de petróleo iraní, prefieren no involucrarse, según un enfoque publicado por The New York Times. Y desataca que cuando las negociaciones para una tregua entre Israel y Hamás promovidas por EE UU parecen prosperar, luego fracasan.

Durante muchos años, explica, EE UU fue el único país capaz de ejercer una presión constructiva tanto sobre Israel como sobre las naciones árabes. Facilitó los acuerdos de paz entre Israel y Egipto (1978) y entre Israel y Jordania (1994). En 1993, el primer ministro de Israel, Yitzhak Rabin, y el presidente de la Organización para la Liberación de Palestina, Yaser Arafat, se saludaron en el jardín de la Casa Blanca junto a Bill Clinton en nombre de la paz, pero esa esperanza se fue desgastando.

EL CAMBIO ENEMIGO

El mundo y los principales enemigos de Israel cambiaron desde entonces, según la columna en el periódico neoyorquino firmada por Roger Cohen. La capacidad de EE UU para influir en Irán, su enemigo implacable durante décadas, y en sus aliados, como Hezbolá, es insignificante. Hamás también quedó afuera del alcance de la diplomacia estadounidense. En cambio, señala, EE UU sí mantiene una influencia importante sobre Israel, sobre todo con ayuda militar. Y una férrea alianza construida en torno a consideraciones estratégicas y de política interna, así como a los valores democráticos compartidos, implica que Washington, seguramente, nunca amenazará con reducir ni cortar el flujo de armas.

 

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