Los penales le quitaron la gran ilusión que tenía
Edición Impresa | 24 de Octubre de 2024 | 04:08

Martín Mendinueta
@firmamendinueta
El triste final de una noche pasada de tensión y de nervios dejó a Gimnasia con un vacío incómodo. El regreso desde Rosario lo tapó de silencio por una eliminación que sólo en el capítulo decisivo lo mostró lejos de la eficacia que necesitaba.
A Gimnasia se le escurrió el gran objetivo del semestre luego de haber remontado un partido que nunca fue sencillo. La esperanza que sembraron los ingresos de De Blasis, Zalazar y Troyansky, con empate incluido, desapareció de golpe en una cadena de ejecuciones nada certeras que, en parte, colaboraron para el enorme lucimiento de la gran figura de la noche: Leandro Brey.
Apoyado en una identidad que satisface a sus hinchas, el Lobo de Marcelo Méndez ya tiene una buena base que deberá engrosar con mayor jerarquía. Ya montado en la recta final del año deberá superar el golpe anímico y rescatar la estructura general de un proceso que goza de buena salud.
Más allá del resultado, no fue malo el primer tiempo del Lobo
Boca se fue al vestuario en el entretiempo ganando por el cabezazo a la red de Anselmino (no se observó la mejor respuesta de Marcos Ledesma), pero sabiendo también que había estado descompensado por la decisión táctica de Gago de poner muy solos en el medio a Ignacio Miramón y a Belmonte. Si el Lobo hubiera profundizado su búsqueda explotando más la sociedad Pintado-Abaldo, el xeneize lo hubiese sufrido.
Boca recién se sintió cómodo en el trámite intenso a partir de la media hora; antes había mostrado errores propios de un presente que está lejos de mostrarlo como un equipo confiable.
A Gimnasia le faltó más protagonismo del Pata Castro. Bien Augusto Max y discreto Martín Fernández, pero necesitaba una cuota mayor de claridad en tres cuartos de cancha.
Nadie imaginaba lo que iba a ocurrir más tarde, cuando afloró la conducta condenable de los que no deberían ingresar más.
de la vergüenza violenta a un segundo tiempo muy emotivo
La parte final del entretiempo mostró la peor cara del fútbol argentino, donde los barras de ambos lados escribieron otra página triste y vergonzante. Intercambio de proyectiles, amenazas y reacción policial con gases lacrimógenos armaron un combo que hasta incluyó a Juan Román Riquelme pidiéndoles serenidad los más violentos de su hinchada.
Cuando se calmaron, después de haber sembrado miedo entre los hinchas normales, que sólo asistieron para ver un partido de fútbol, volvió la acción y comenzó un segundo tiempo que tuvo variados matices.
Gimnasia mejoró con los cambios, especialmente con David Zalazar. Este último complicó mucho gracias a su pegada y resultó partícipe indispensable en la gestación del empate tan festejado.
Antes del gol en contra de Marcos Rojo, Boca tuvo un par de situaciones claras como para sentenciar la historia, pero siempre le faltó algo para acertar en la red.
El pitazo final del tiempo regular encontró a Gimnasia muy bien en lo anímico y así se preparó para la infartante definición con penales.
En una noche que entregó matices muy variados Gimnasia dio la talla a pesar de las marcada diferencia de poderío individual con su oponente.
El último capítulo fue fatal para Gimnasia. Sólo Pablo De Blasis fue eficaz en la instancia más estresante que incluye el fútbol. Los demás fallaron y, de a uno, fueron agigantando la silueta heroica del pibe que tuvo una actuación sobresaliente.
Gimnasia jugó bien y pateó mal los penales. Esa es la síntesis de su frustración.
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