Atacó sin profundidad y esa carencia lo empujó a una igualdad desabrida
Edición Impresa | 1 de Noviembre de 2024 | 03:33

Por MARTIN MENDINUETA
El León fue hacia adelante siempre, avanzó sin pausa, pero jamás atacó con la profundidad que necesitaba para merecer, al menos, lo que no pudo conseguir.
Notoriamente alejado de sus mejores rendimientos, buscó la victoria desde le primer minuto y jamás pudo despegarse de la imagen de un equipo que se nubló en los últimos metros del campo.
Al fastidio por el gol que le anotó días atrás Barracas Central, se sumó la imposibilidad de festejar los tres puntos ante su gente. Ni más ni menos que otra página más escrita en un tiempo de transición donde se advierte la ausencia de motivaciones vigorosas.
A Estudiantes le faltaron varios aspectos esenciales: Desequilibrio por las bandas, generación de juego asociado en tres cuartos de cancha y, muy especialmente, profundidad para generar más situaciones de gol. Con ese menú de carencias, es lógico lo que terminó ocurriendo y entendible el disconformismo mayoritario. La producción quedó a mitad de camino y eso nunca gusta.
PARECÍA QUE EL LEÓN LE HARÍA MÁS DAÑO, PERO LE FALTÓ MEJOR JUEGO
Dos penales propios de una época donde demasiadas situaciones quedan libradas a la subjetividad de los que aplican el reglamento, entregaron las notas vibrantes de un primer tiempo que prometió más de lo que concretó.
El Pincha aprovechó bien los espacios en mitad de cancha, aunque chocó contra su falta de precisión para plasmar en el resultado su mejor imagen.
Abrigado por buenas intenciones, siempre careció de justeza.
Penales discutibles aportaron emoción. Las manos son eje del principal debate en lo reglamentario
LA VUELTA DE CARRILLO GESTÓ UNA ILUSIÓN SIN SUSTENTO EN EL CAMPO
Cuando la gente advirtió que Guido Carrillo iba a jugar el segundo tiempo desde el inicio, se instaló en el ambiente mayor esperanza de poder alcanzar la victoria.
Todo eso se fue desvaneciendo con el correr de los minutos. Las buenas intenciones del primer capítulo mutaron en un contexto de pobreza que a nadie satisfizo.
Instalado en un escalón de rendimiento superior a muchos equipos de Primera División, Estudiantes cometería un grave error si estuviera conforme. Esperando la final ante el próximo campeón, no debe abrazarse a esta actualidad equidistante de elogios empalagosos como de ácidas críticas. El desafío que lo acompaña es elevar el nivel de eficacia para volver a la cima del fútbol argentino.
En pleno debate y tiempo de ansiedad extrema por conseguir millones de dólares que lo hagan sentir más poderoso de lo que es, tiene que ocuparse del juego.
La versión de ayer quedó claramente en deuda. Apagado el Rusito Ascacibar, intrascendente Neves, sin puntería Manyoma, sufriendo el regreso Carrillo, opaco Luciano Giménez, lúcido hasta que se cansó José Sosa y tan criterioso como inexperto Tobio Burgos, fueron los ingredientes perfectos como para que ocurriera lo que se observó con nitidez.
A siete fechas del final, nada estupendo ni nada trágico pasará con este equipo castigado de un modo difícil de comprender por una catarata de lesiones musculares.
El empate generó un fastidio que se irá disipando con el paso de los días. Todavía falta bastante para volver a ir por la emoción mayúscula.
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