Necesidades y certezas que empujan a Kicillof a la batalla por los fondos que podó Milei

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José Picón

jpicon@eldia.com

Axel Kicillof comenzó a ensayar un desfile de guerra frente a la Casa Rosada. Parte de esa puesta en escena tomó cuerpo en las últimas horas con las cartas que le envió al ministro de Economía Luis Caputo, en las que le reclamó deudas millonarias al gobierno nacional. El Gobernador parece condenado a ir hasta el final en esa puja por los recursos porque se robustece el convencimiento de que, sin canales de diálogos abiertos con funcionarios libertarios ni intenciones de recrearlos por parte de la Nación, el planteo bonaerense terminará recalando en la Corte Suprema.

Esa presunción parece tirar por la borda un razonamiento muy extendido escuchado apenas asumido el gobierno de La Libertad Avanza: que el presidente Javier Milei evitaría tensar demasiado la cuerda con la Provincia por temor a que se generara una fuerte inestabilidad política que pudiera terminar perjudicando a su propia gestión. Los poco más de dos meses de la nueva administración estarían demostrando lo contrario.

Por el contrario, Milei no sólo pasó su aceitada motosierra sobre recursos que venía recibiendo Buenos Aires que estaban sostenidos por medidas administrativas como el caso del Fondo de Financiamiento Fiscal que creó Alberto Fernández para desinflar allá por septiembre de 2020 la rebelión de la policía bonaerense. Podó también fondos amparados por andamiajes legales como el que se creó para robustecer el sueldo docente en todo el país o el que negoció en su momento María Eugenia Vidal con el ex presidente Mauricio Macri para descongelar el Fondo del Conurbano. Si alguna vez existió cierta prevención oficial respecto de no llevar la pelea hasta el final con Kicillof, ese escenario ahora parece haber quedado sepultado.

El Gobernador empieza a moverse sobre esa certeza. Trabaja con algunos de sus pares en una jugada de fuerte simbolismo: coincidir en un precio único del boleto de micros para municipios del interior en coordinación con Córdoba y Santa Fe. Todas las provincias sufrieron la poda del fondo compensador nacional que ayudada a sostener el valor del pasaje. La idea es mostrarle los dientes a Milei y exhibirse como la contracara del ajuste.

En la Provincia están atentos a otra derivación del recorte. El Fondo de Incentivo Docente (Fonid) dejó de ser pagado por la Nación y Kicillof puso recursos propios para sostener ese componente salarial que representa para algunos maestros hasta el 10 por ciento de su sueldo. Pero en el gobierno bonaerense aseguran que no están en condiciones de volver a poner los 15 mil millones de pesos que representa ese plus.

Los docentes bonaerenses dejarán de cobrar el suplemento que en parte será mitigado por el aumento salarial del 20 por ciento que la Provincia acordó con los gremios. Las dudas respecto del inicio de clases están más abiertas que nunca.

La Provincia está urgida de ir a la pelea. La poda de los fondos que debía recibir en forma automática y otros que podrían considerarse “discrecionales”, agrava un escenario de base: la histórica discriminación que sufre el principal distrito del país en términos del reparto de recursos federales.

Buenos Aires genera casi el 40 por ciento del PBI y apenas recibe cerca del 20 por ciento en concepto de coparticipación. El flujo extra que venía embolsando hacía subir 4 puntos ese ingreso que aún así terminaba siendo escaso. El recorte terminó agravando ese desfase.

Ese escenario de ajuste y puja política generó otro acercamiento: ayudó a descongelar la distante relación que desde hace meses mantenían el Gobernador y Máximo Kirchner. Coincidieron en la presentación de un proyecto para reflotar el incentivo docente hundido por Milei. El Presidente obró con sus medidas para que Kicillof y el jefe de La Cámpora volvieran a dialogar.

La reaparición de Cristina Kirchner también generó lecturas políticas en Casa de Gobierno no exentas de cierto alivio. Al menos, sacó al Gobernador de la primera línea de fuego y volvió a ubicar a la ex presidenta como la jefa del espacio al que reporta el gobernador bonaerense.

Kicillof, casi por default, venía ocupando ese espacio con la incomodidad de aparecer a la cabeza de un proyecto nacional acaso lanzado con altas dosis de premura, apenas a dos meses de asumido el nuevo gobierno nacional. La reaparición de Cristina pudo haber ayudado a calmar ciertas ansiedades en el kirchnerismo.

Milei y Macri, mientras tanto, no terminan de zurcir un acuerdo político que parece inevitable. No obstante, hay dirigentes territoriales del PRO que ya asumieron cargos en segundas líneas de los ministerios de Capital Humano y Seguridad y otros que, aún sin lugar en el gabinete, aplauden sin disimulo las políticas oficiales. Acaso los más notorios sean los casos de Diego Santilli y Cristian Ritondo.

Son corrimientos que anticipan el desenlace de un pacto que comenzó a sellarse en Acassuso, en la casa de Macri, luego de las generales de octubre y que ahora busca instalarse en la administración nacional y expandirse al terreno electoral cuando en menos de dos años Milei vaya en busca de robustecer su menguada tropa parlamentaria.

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Kicillof

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