Los piqueteros no lograron participación popular, pero el Gobierno no puede seguir dinamitando puentes

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Jorge Remón

La escasa participación popular en las manifestaciones y los cortes de calles que se realizaron el viernes demostraron la debilidad de los grupos más radicalizados en la oposición al presidente Javier Milei. Las organizaciones piqueteras, trotskistas o peronistas, solo lograron generar incomodidades en el tránsito y el fracaso contribuyó a que el Gobierno se sienta más fuerte.

Sin embargo, dinamitar los puentes que posibiliten el diálogo con los dialoguistas no parece ser el mejor camino para llevar a cabo la transformación que propone Milei. Inevitablemente necesitará votos en las Cámaras de Senadores y Diputados, pero además no puede despreciar la influencia de gobernadores que gozan de prestigio en sus provincias y que lograron un apoyo importante en las elecciones. Incluir a varios de ellos que coinciden con muchas propuestas de los libertarios como enemigos que son parte de “la casta” es aislarse, cuando la inercia del crecimiento de la pobreza no pudo superarse. Las transformaciones propuestas son más que ambiciosas y aun la numero dos del Fondo Monetario Internacional, Gita Gopinath, sostuvo que “el Gobierno debe trabajar en forma pragmática para conseguir apoyo social y político, también para garantizar la durabilidad y eficacia de la reforma”.

La atomización de partidos exige más que un pacto, si existiera la voluntad de lograrlo, con otro partido. Pero Milei aparenta no tener interés en sumar y, ante discrepancias surgidas de sus posibles aliados, reacciona con una agresividad que normalmente generaría un pase a la oposición total de muchos de los que lo acompañaron.

Aislarse en una situación económica como la que se vive en la Argentina y cuando los cambios estructurales significarán por lo menos periodos de sacrificio y enfrentar elites empresarias, gremiales, políticas y hasta culturales y educativas que gozaron de costosos privilegios mientras el resto de los argentinos se hundían en la pobreza, mientras eran testigos de groseros actos de corrupción de políticos, de líderes gremiales y de organizaciones piqueteras.

Todo tiene un límite

Los sectores más optimistas del gobierno se basan en encuestas, según las cuales la imagen negativa de todos los factores o líderes de la oposición es mayor que la de Milei. Ello es consecuencia de un pasado de frustraciones, pero la sorprendente paciencia de la gente ante el descenso del nivel de vida tiene un plazo. En el Ministerio de Economía creen que es de seis meses, pero sin embargo eso parece excesivo. Los problemas hasta para alimentarse de grandes sectores de la población son una bomba de tiempo y la mencionada funcionaria del Fondo Monetario dijo al respecto que “es esencial realizar esfuerzos para apoyar a los segmentos vulnerables”. Hasta ahora el Gobierno no ha logrado institucionalizar un nuevo método de ayuda directa del Estado para los más afectados por la miseria. Esa ineficacia es sumamente peligrosa y es posible que sea producto de la desconfianza a equipos que tienen la experiencia en trabajar en proyectos como la Tarjeta Alimentar o en la atención a las necesidades de los comedores populares.

También, en relación a la clase media está en deuda, pero además ciertos gestos autoritarios le generan a Milei una creciente desconfianza. Todos los populismos, sean de izquierda o de derecha, intentan en algún momento convertirse en gobiernos autoritarios, pero los sectores medios urbanos han demostrado reiteradamente su rechazo a ese tipo de proyectos.

 

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