Mujeres que crían solas: maternar sin ser expulsadas del mercado laboral
Edición Impresa | 23 de Junio de 2024 | 04:24

Camila Moreno
cmoreno@eldia.com
“Tuve mi primer hijo a los 17 y en muchos trabajos me perjudicó ser mamá. A la hora de contratarme no les interesaba si era mayor de edad o no, eso no influía, lo que sí era un impedimento era el ser mamá y sobre todo soltera”, confío Magalí y describió a la realidad que viven muchas mujeres.
A pesar del avance de los feminismos y de los cambios sociales registrados en los últimos años, al día de hoy muchas mujeres aún se enfrentan a todo tipo de preguntas sobre su vida personal y familiar en las entrevistas de trabajo y su contratación depende más de eso que de su experiencia laboral.
Magalí tiene 28 años y dos niños de 10 y 9 años, es manicura y actualmente se encuentra a gusto trabajando en un centro de estética, pero para poder llegar a eso tuvo que afrontar todo tipo de trabajos y changas. Es que los primeros cinco años de la vida de sus hijos fue madre soltera, no tenía con quien compartir la crianza de ellos y todos los gastos corrían por su cuenta.
“Arranqué como manicura para tener un oficio que me permitiera cuidar a mis hijos”
“Los nenes se llevan 1 año y cuatro meses entre ellos, los tuve de muy chica y muy seguiditos” recordó en diálogo con EL DIA y contó: “Cuando ellos eran chicos yo trabajaba limpiando casas de lunes a jueves, limpiaba tres casas diferentes. De viernes a sábados trabajaba en una cancha de fútbol y al mismo tiempo jueves, viernes, sábados y a veces los domingos durante el día, era moza en un catering. Había semanas que me tocaba trabajar en los tres lugares y había otras que no”.
Aunque tres trabajos pueda parecer mucho, en el caso de las madres jefas de hogar es una regla más que una excepción, ya que 4 de cada 10 mujeres de la provincia que crían en soledad no cuentan con trabajo formal, tienen jornadas laborales más reducidas y una alta tasa de pluriempleo, informaron desde la Unidad de Género y Economía del ministerio de Economía bonaerense.
No hay que ahondar mucho para encontrar una explicación a este fenómeno que se repite desde hace años, la respuesta está en los prejuicios sociales que existen en torno a la maternidad y como esta puede combinarse con el mundo del trabajo. “En muchos trabajos sí me perjudicó ser mamá, ellos me decían que necesitaban asegurarse de que yo siempre estuviera en el trabajo y que no tuviera una emergencia con respecto a mis hijos. Muchas veces recibí el comentario de ‘no te puedo contratar porque sos mamá, no se si mañana tu hijo se despierta enfermo y no podes venir, o si tenés que salir antes del trabajo o si pasa algo y no podes venir’”, relató Magalí y consideró que en su caso lo que la perjudicaba no era “solo el hecho de ser mamá sino el de ser mamá soltera, porque me preguntaban ‘¿sos mamá? ¿Los criás sola?’ y cuando decía que sí me contestaban ‘lamentablemente no te puedo contratar porque no me sirve’”.
“En ese momento fue complicado”, reconoció y aseguró que si bien “no me costo conseguir trabajo porque de alguna u otra forma algo hacia, vendía bijouterie o hacia changas, siempre algo conseguía porque trataba de mantenerme en movimiento, pero fue difícil. Para inicios del 2015 me encontré sola con dos bebés, uno de un año y piquito, y el otro recién nacido con meses, tenía que comprar pañales para dos, comprar ropa para dos, todo siempre para dos. Fue complicado, en especial cuando llegaba el fin de semana y tenía en el bolsillo $2000 con los que tenia que comprar, pañales, toallitas, algodón. Todo esto hablando de que ninguno se enferme, porque si se enfermaba alguno tenía que ir a la guardia, salir corriendo con mi hermana mayor o mi mamá para que me ayudaran, ir al hospital, comprar los remedios que a veces te los daban y a veces no, tener que cuidarlos y ver cuántos días no podía trabajar por cuidarlos”.
Ahora su presente es otro. “Hace ocho años que soy manicura, arranque para tener un oficio que me permitiera cuidar a mis hijos tranquila y manejar mis horarios, después me gustó, me enamoré de las uñas y quedé. Ahora trabajo en un centro de estética al que los chicos me pueden acompañar y estar ahí”.
Cuando piensa en los primeros años de vida de sus hijos recuerda que a veces no dormía, “estaba con dos horas de sueño en el cuerpo y seguía con el siguiente trabajo porque lo necesitaba, sabía que tenía que darle de comer a mis hijos, mantener una familia de tres, pero una familia en sí. Ahora tengo mi pareja que adoptó a mis hijos como suyos y ellos lo adoptaron a él, son padre e hijos entonces ya es otra cosa, es otro apoyo. Al progenitor hace seis años que no lo vemos, ahora tengo un apoyo, pero en ese momento sí fue doloroso y complicado en algunos aspectos pero por suerte se logró”, concluyó con orgullo sobre el camino transitado.
Lorena y Uriel, un lazo único
El documento “Madres que crían solas en la provincia de Buenos Aires. Informe sobre hogares monomarentales” reveló que 1 de cada 10 hogares son monoparentales y aunque puede observase a simple vista que la gran mayoría esta a cargo de estas casas, el informe le puso un número concreto: el 84,3% de estos hogares tiene una jefatura femenina.
Uno de los tantos hogares platenses que viven esta realidad es el de Lorena y Uriel. La mujer de 46 años que es empleada de un colegio afrontó en soledad la crianza de su hijo que está próximo a cumplir los 18.
“Prácticamente lo crié sola desde que nació, más allá de que estaba casada con su papá. El no se hizo cargo de la crianza estando juntos, mucho menos cuando decidí separarme. Es por eso que no sentí demasiado el cambio de criarlo sola en un primer momento”, contó Lorena.
Como suele suceder en muchos casos, la familia se vuelve una red de apoyo para estas madres, pero a pesar de esto “no es para nada fácil en especial cuando tenés que tomar decisiones o poner límites, todo sola”, sostuvo la mujer y agregó que “en lo cotidiano el agotamiento físico y mental es terrible, tenés que ocuparte del colegio y todo lo que conlleva como las tareas, las reuniones, las juntadas con compañeros, los cumpleaños, los actos escolares o estudiar para los exámenes. Lo mismo pasa con los deportes que tenés que acompañarlo a los partidos o entrenamientos, o cuando se enferma que tenés que ocuparte del médico, medicación y controles”.
Si bien en su caso en el ámbito laboral no tuvo demasiados problemas ya que siempre trabajó en el mismo lugar, las complicaciones —como en tantos otros casos— aparecieron cada vez que el pequeño Uriel se enfermaba o necesitaba otro tipos de cuidados. “No les gustaba mucho que tuviera que faltar en esos casos y me han llegado a preguntar si lo podía dejar con mi mamá, no entendían que el nene me necesitaba a mi cuando estaba así”, señaló la mujer que actualmente trabaja en el mismo colegio al que asiste su hijo por lo que “no tengo demasiado problema y en muchas ocasiones me entienden al saber que estoy sola en la crianza”.
“En 2015 me encontré sola con dos bebés, uno de un año y piquito, y el otro recién nacido”
El adolescente cumple los 18 en septiembre y ya está por terminar la secundaria, hace 9 años que su padre no lo ve ni lo contacta telefónicamente. Mientras repasa brevemente su historia familiar, Lorena comparte una foto de la fiesta de egresados de primaria de Uriel, en la que ambos están sonrientes abrazados, diploma de por medio. Esa imagen “es más significativa, fue un momento en el que tampoco contó con su compañía”, analizó la mujer y añadió que “por no tener esa ayuda del padre se perdió de algunas cosas como viajes de egresados o vacaciones por cuestiones económicas”.
“En un principio pasaba lo que él quería de cuota alimentaria, después dejo de pasar y hace unos años le pasa la cuota el abuelo paterno, en nada se hizo cargo nunca ni de su obra social que esta por convenio. Soy mamá a full 24/7 y si bien no reniego, hay momentos que necesitas ese espacio para vos, ese descanso, una salida, unas vacaciones, pero mas allá de ese ‘desgaste’ no me arrepiento jamás de ser mamá al 100%” dijo con seguridad la mujer a pesar de que “cuesta muchísimo”.
A meses de cumplir la mayoría de edad, Uriel le hizo un pedido muy significativo a su mamá con el que reconoció todo el labor que ella hizo estos años, pasar a portar su apellido. Fue algo que surgió por iniciativa de él y al que ella accedió “después de mucha insistencia lo acompañé a que inicie el trámite de supresión de apellido paterno y hoy ya tiene él mío solamente”.
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