Etiquetado y consumo: cuántas personas cambiaron la forma en la que se alimentan

El 29,6% de los hogares argentinos vio desalentado el consumo de productos con la presencia de sellos. ¿Cuál fue el verdadero alcance de las advertencias en el packaging?

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A dos años de la aplicación de la Ley de Promoción de la Alimentación Saludable, conocida como “etiquetado frontal”, los octógonos negros inundan las góndolas del supermercado ¿Cómo repercutió esta política en la alimentación de los vecinos? ¿Cuántos cambiaron sus hábitos de consumo? ¿Quiénes les dan más importancia? Son algunas de las preguntas que surgen a partir de la aplicación plena de la ley.

Una encuesta realizada por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, el Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentación (CEPEA) y la carrera de Licenciatura en Nutrición de la UCA arrojó que el 53,7% de las personas relevadas afirmaron conocer la ley, porcentaje que aumentó al 90,3% cuando se les mostraron los sellos de advertencia en los productos.

¿Pero en el día a día hay vecinos se detienen frente a las góndolas y se toman el tiempo para comparar los productos y la cantidad de octógonos en los envases? “Como soy vegetariana ya tenía la costumbre de leer las etiquetas de ingredientes para chequear que no tuviera ningún derivado de animal. Pero algo que también miraba en ese momento era la cantidad de sodio y ahora me es más cómodo porque miro adelante del paquete y me doy cuenta más rápido”, comentó Agustina (29) a este medio y consideró que “en lo que respecta a la comodidad me parecen genial los octógonos, sobre todo para el ojo en general de las personas que miran rápido y ya tienen a la vista el exceso de sodio o grasas, por ejemplo”.

 

“Lo más importante de este cambio es saber realmente lo que estamos consumiendo”

 

“En nuestro casa no cambiamos mucho los productos que compramos a partir de la aparición de sellos, pero si cuando estoy eligiendo me tomo el tiempo de leerlos. Si los voy a ignorar, al menos tengo que saber qué es lo que estoy ignorando”, esbozó por su parte Andrea (32). Si bien su familia sigue consumiendo productos ultra procesados “lo que si cambiamos fueron algunas marcas al darnos cuenta que en ciertos casos el mismo producto pero de diferente marca tenía menos sellos”.

El 29,6% de los hogares se vio “bastante desalentado en el consumo de ciertos alimentos por la existencia del etiquetado frontal”, indicaron los autores del informe y sostuvieron que “es importante considerar cómo estos cambios en el etiquetado frontal afectan el consumo de alimentos a nivel poblacional y en los hogares, así como las posibles desigualdades sociales y regionales que puedan surgir”.

Ante esta última consideración puntualizaron que el desaliento del consumo de productos con sellos negros en el estrato social muy bajo fue del 22,1%; en el sector bajo, 24,8%; en el medio, 31,1%; y en el medio alto, 34,3%.

Un dato no menor y que encendió las alarmas de los especialistas fue que el 89% de los alimentos envasados pertenecientes a categorías cuyo consumo es recomendado por las Guías Alimentarias para la Población Argentina, presentaron al menos un sello de advertencia o leyenda precautoria en su packaging.

Hogares con niños y adolescentes

En los hogares que habitan niños y adolescente (NNyA) crece el porcentaje de interés y atención que se le presta a los etiquetados. En ese sentido apuntaron que un estudio observacional descriptivo realizado a 309 personas con NNyA a cargo y residentes en el Área Metropolitana de Buenos Aires arrojó que el 39% “siempre lee el etiquetado frontal de alimentos, siendo las mujeres quienes tienden a darle más importancia”.

Andrea tiene dos niños de 9 y 13 años, junto a su marido intentan que los chicos presten atención a lo que comen y que aprendan a alimentarse de la mejor manera. “Tratamos de que ellos tengan la práctica de leer los octógonos y que se informen sobre lo que están comiendo”, manifestó la mujer y estimó: “Me parece que eso es lo más importante de este cambio, saber realmente qué estamos consumiendo”.

Saber como están compuestos los alimentos que se consumen es otro de los puntos valorados por los vecinos consultados por EL DIA. Es que gracias a la ley muchos reconocieron que se dieron cuenta que algunos productos que consideraban saludables o bajos en calorías tienen tantos sellos como los menos saludables o nutritivos.

 

“Muestran a los alimentos que se vendían como saludables y tienen exceso de todo”

 

“Yo seguía a nutricionistas en redes desde antes de la ley entonces ya había dejado de comprar algunos productos porque leía en las etiquetas de atrás la cantidad de ingredientes que tenían. Pero a partir de la aparición de los sellos me sorprendieron, para mal, la cantidad de marcas que tienen el queso crema o la mermelada, cuando no son más que un lácteo o un producto que debería estar compuesto en su mayoría por fruta”, comentó por su parte Tamara (27).

Esto último fue para Agustina lo más importante de la presencia de los octógonos. “Me pareció copado que deschaven a los alimentos que se promocionaban como saludables o dietéticos y que ahora ves que tienen exceso de todo” relató la mujer y graficó: “Por ejemplo las barritas de cereal o los yogures que siempre se pensaron como saludables y tienen un exceso de azúcar bárbaro. Con las gaseosas ya todos sabíamos que tenían azúcar o cafeína, pero hay un montón de productos que se vendían como la opción ‘buena’ dentro del supermercado y quedaron en evidencia por los sellos”.

En esa línea apuntó: “Lo que más me llamo la atención fue exceso de sodio que hay en casi todo como las galletitas o la harina leudante”.

Ya sea para eliminar productos poco nutritivos de sus dietas o para seguir ingiriéndolos pero a conciencia, los vecinos comenzaron a prestarle atención a los sellos negros que aparecen en los paquetes y que inundaron las góndolas de todos los locales del país.

 

Etiquetado y consumo

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