Problemas en un Jardín de Infantes que funciona en varios contenedores
Edición Impresa | 24 de Julio de 2024 | 01:55

Edificios escolares o con obras incompletas, falta de elementos esenciales, goteras, cañerías rotas, obras demoradas por trabas burocráticas que en muchos casos explican esas deficiencias, falta de respuestas rápidas a las comunidades educativas forman parte de los problemas que sufren algunos establecimientos destinados a la educación de niños y jóvenes.
Ahora se han conocido quejas desde el Jardín 912, ubicado en 77 entre 131 y 132 de nuestra ciudad, que da clases en varios containers, con trabajos inconclusos y que además viene sufriendo robos de algunas de sus pertenencias. “Queremos algo digno...” fue el significativo comentario de padres y allegados al establecimiento.
Los padres están insatisfechos y enojados con las condiciones en que sus hijos acuden a clase ya que las deben recibir dentro de containers prestados por la cercana Escuela 22 ubicada a pocas cuadras de allí.
Además de los problemas que ello implica, señalaron que el espacio educativo aún tiene varias obras complementarias sin terminar y que es constante la ola de robos que vienen sufriendo.
A raíz de ello habían programado realizar un encuentro en la esquina de 31 y 76 para realizar una protesta y concretar la presentación de diversos reclamos ante el Consejo Escolar y si bien fue postergada sin fecha, se presume que se realizará en los próximos días.
Está claro que, cuando se habla de la calidad educativa y de mejor contención en los establecimientos educativos no puede minimizarse el tema de la infraestructura edilicia. Una buena educación necesita ámbitos cuidados, bien mantenidos, confortables y adecuadamente equipados. Lo contrario marca una degradación que, tarde o temprano, impregna otros eslabones del proceso educativo.
Sin dejar de ver que es el Estado el que debe cumplir con la responsabilidad principal de mantener en debida forma a los edificios escolares públicos, también debe ponderarse la acción positiva que despliegan los propios docentes, las cooperadoras y los padres en el mejor cuidado de los colegios. Muchas veces es la desidia y el descuido los que abonan un deterioro que, con el correr del tiempo, resulta difícil revertir.
Desde un punto de vista histórico, acaso resulte necesario reseñar que, en muchos pueblos y zonas del país, hace casi un siglo y medio -cuando buena parte del territorio era un desierto y el número de habitantes era sensiblemente menor- se construyó miles de establecimientos educativos, entre estos las inolvidables escuelas nacionales y normales, de una manzana de superficie y de uno o dos pisos, que hoy se mantienen en pleno funcionamiento, dignas de mención tanto por la calidad de la construcción como por el nivel docente y la visión de futuro con que se levantaron, hasta consolidar una estructura escolar única en América del Sur y muy pocas veces vista en el mundo.
En contraste, la gradual decadencia edilicia registrada en las últimas décadas ha puesto a numerosas escuelas en situaciones críticas, con techos que se desploman, tanques de agua que carecen de flotadores y pierden todo el tiempo, paredes húmedas y despintadas, baños que no funcionan, vidrios que faltan en las ventanas y otras múltiples deficiencias. El hecho de que el curso de un Jardín de Infantes se desarrolle en un grupo de contenedores exime, de por sí, de mayores comentarios.
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