Paradoja universitaria: pocos pobres y más extranjeros
Edición Impresa | 29 de Agosto de 2024 | 02:50

La Argentina es el reino de las paradojas. En el país en el que más de la mitad de la población está sumida en la pobreza, solo 1 de cada 10 jóvenes de los sectores más postergados pueden cursar una carrera universitaria y entre los que logran recibirse, apenas el 1,1% son estudiantes de bajos recursos. Pero mientras los más pobres no llegan a la universidad, por más pública que esta sea, las unidades académicas se siguen poblando de alumnos extranjeros y en facultades como la de Medicina de La Plata el 45 por cientos de los ingresantes que se anotó para cursar este año son foráneos. La mayoría de ellos vienen de Ecuador, Perú, Brasil, Colombia y Chile, países en los que la formación universitaria (en su mayoría) es arancelada, se rige por sistema de cupos y con examen de admisión. Nada de eso exige el sistema universitario argentino, donde el ingreso irrestricto, la gratuidad de la enseñanza y beneficios como el del comedor de la UNLP, que ofrece un menú diario por $1.060 (0,8 centavos de dólar, a valor blue), terminan convirtiéndose en un imán para atraer a los inmigrantes a las casas de altos estudios.
Levantar la barrera de las restricciones no alcanza, no obstante, para que más chicas y chicos argentinos accedan a la universidad. Sobre todo aquellos que viven en situación de pobreza, para los que cursar una carrera puede resultar un prácticamente una utopía. Para ellos, ir a la facultad sigue siendo muy caro. Según datos del Observatorio Argentinos por la Educación, en 2022 apenas el 12,4 por ciento de los jóvenes del decil más bajo de ingresos iba a una unidad académica, contra el 46 por ciento del decil más alto.
Las cifras (que parten de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec) muestran además que, a medida que se avanza en la carrera, los estudiantes que permanecen pertenecen a los deciles de mayores ingresos, mientras que los estudiantes que provienen de contextos más vulnerables tienden a representar un porcentaje cada vez menor de la población universitaria. Tanto es así que en el primer año, los estudiantes de menores ingresos representaban el 7,9 por ciento del total de alumnos, mientras que en el quinto año representaban el 1,1 por ciento del total. En contraste, en el primer año, los jóvenes de mayores ingresos reunían el 5,3 por ciento de la matrícula y alcanzaban el 12,7 por ciento en el quinto año.
CONTRACARA
Las dificultades en el acceso para los jóvenes argentinos vulnerables encuentra su contracara en el aluvión de extranjeros que año tras año se anotan en facultades como la de Ciencias Médicas.
En total, la unidad académica de 60 y 120 inscribió este año a un total de 7.968 nuevos aspirantes. De ellos, 3.650 llegó de otros países. La cifra representa el 61% de los extranjeros que empezaron en toda la Universidad y subió con respecto al año pasado, en el marco de una curva ascendente sin techo desde que se eliminó el examen de ingreso. En 2023, el total de inscriptos en la facultad del Bosque fue de poco más de 7.000 y los migrantes fueron 2.398.
La razón principal del fenómeno, entre varias, está en la eliminación del examen de ingreso, que se quitó allá por diciembre de 2015. Desde entonces se pasó de un promedio de 300 nuevos estudiantes por año a los casi 8.000 aspirantes actuales, sin que ese proceso fuera proporcionalmente acompañado por mejoras edilicias ni un mayor plantel docente. El fenómeno terminó por resentir la excelencia académica, provocando la renuncia de profesores y las críticas de alumnos y graduados.
Además, a diferencia de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA), donde los alumnos que ingresan tienen que cursar durante un año el Ciclo Común Básico (CBC) y aprobar exámenes para recién entonces avanzar al primer año de la carrera, ni en la UNLP ni en Medicina existe tal instancia. Eso, sumado a la gratuidad de la enseñanza, atrae a jóvenes que vienen de otras partes del mundo en las que el acceso a la educación superior, ya sea pública o privada, se rige por sistema de cupos. Y mientras el costo de vida acá no supera para ellos los 400 dólares, contra los 6.000 o 7.000 dólares por semestre que puede llegar a pagarse en la Región la formación arancelada.
“Allá es sí o sí con examen eliminatorio y sistema de cupos. Si no sacás 1.000 puntos de nota no podés entrar. No te queda otra, o aprobás el ingreso o pagás en el sistema privado o no estudiás”, resumió en diálogo con este diario un joven que el año pasado llegó desde Quito a estudiar Medicina, luego de no haber podido acceder en su país de origen.
En el aspecto económico, la crisis, que golpea a los estudiantes argentinos, favorece a los extranjeros que con 300 o 400 dólares aquí tienen suficiente para alquilar, comer y atender los gastos relacionados con el estudio.
Además, como se dijo, la UNLP cuenta entre sus servicios con el comedor universitario, que ofrece un variado menú por apenas 1.060 pesos. También los alumnos pueden achicar costos a través del boleto estudiantil. O viajando con tarifa diferencial a través del micro o el tren universitario.
La oferta de la universidad platense incluye también becas, albergue propio y una amplia cobertura de salud para atención médica clínica, odontológica, salud sexual, mental y visual, entre otras.
REORIENTAR GASTOS
Ahora bien, esa gratuidad no quita que el sistema siga siendo “expulsivo” para los alumnos de menores recursos. Así lo advirtió el profesor e investigador de la Universidad Torcuato Di Tella, Marcelo Rabossi, quien observó que, pese al libre acceso, el modelo universitario argentino “resulta regresivo en sus resultados”. A la larga, los que más tienen reciben una mayor recompensa, como muestra el citado informe del Observatorio Argentinos por la Educación.
En medio del debate, el gobierno de Javier Milei ha propuesto arancelar la graduación universitaria para los no residentes. Pero esa iniciativa caería en saco roto sin una reorientación de gastos que favorezca el acceso a la universidad de los más desprotegidos. Aquellos para los que la educación superior, por pública que sea, sigue siendo un sueño lejano y desisten de hacerlo por múltiples dificultades. “Un 30 por ciento de los inscriptos para cursar este año al momento de iniciar el ciclo académico no lo hizo por problemas económicos”, admitió meses atrás el decano de una de las facultades platenses y abundó: “Son jóvenes que abandonaron sus estudios a poco de comenzar porque la situación que enfrentan sus familias les ha impedido afrontar los gastos relacionados con una carrera o bien porque debieron optar por buscar un trabajo en lugar de continuar con sus estudios”.
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