Pasión por contar: una muestra que celebra la historia de dos barrios de La Plata
Edición Impresa | 22 de Septiembre de 2024 | 02:31

Alejandra Castillo
alecastillo95@hotmail.com
Es viernes, es septiembre, son las 8 de la noche. El aire quiere oler a primavera, pero aún no es tiempo. La vieja estación provincial de Meridiano V, vibra y promete más, con lucecitas, una prueba de sonido que llega de algún lado, una murga que repica en el primer piso. En el salón de abajo, personas de todas las edades miran fotos en blanco y negro dispuestas sobre las mesas, sin más orden que el desorden que imponen las manos que las toman y las dejan, junto con ejemplares de diarios y libros de fotos.
El autor de todo ese material es Xavier Kriscautzky, zoólogo, fotógrafo, judoka y comprometido con las causas que abrazó a lo largo de los 75 años que pasaron desde que nació en el pequeño pueblo entrerriano de Maciá.
La escena que se describe ocurrió doce días antes de la muerte de Xavier. De hecho, esta crónica se escribió cuando él seguía vivo, como sigue su historia, tan conectada con la de la vieja estación.
El año pasado, Xavier donó sus archivos barriales a la Estación Provincial y el 6 de septiembre se inauguró, en una galería que lleva su nombre, una muestra permanente con parte de su material. Su salud estaba ya muy complicada y por eso no pudo estar presente, “pero de alguna manera está acá, porque está su obra”, dijo su hija,
Paula Kriscautzky, la maestra jardinera que el 2 de abril de 2011 abril la biblioteca “El Otro Lado del Árbol”, después de la muerte de Pilar, de 5 años. Xavier, claro, acompañó todo ese proceso con su cámara.
“Mi viejo es un loco de los ‘70”, lo describió Paula en un mano a mano que tuvo con EL DIA; “fue un joven militante y utópico que durante el exilio en Brasil encontró en la fotografía un medio de vida, primero, y un medio para retratar cosas que nadie veía o miraba”.
Así comenzó lo que ella llama “una segunda carrera”.
Mezclando sus conocimientos de fotografía y su formación como zoólogo, trabajó en fotografía científica en el CONICET, para indagar después en la fotografía documental y testimonial. “En nuestra casa familiar tenemos millones de fotos nuestras, lo cual es raro para la época”, reflexiona Paula.
Los padres de Xavier se radicaron en Buenos Aires cuando sus hijos eran adolescentes, para que completaran sus estudios. Terminado el secundario, él comenzó la carrera de zoología en la UBA, pero “lo echaron en el gobierno de Onganía y se vino a estudiar a UNLP, donde conoció a mi mamá, que también es zoóloga”, recuerda Paula.
Ella nació en febrero de 1976 y su hermana un año después, ya en Brasil. El exilio terminó para la familia en 1982, cuando volvieron a Argentina para vivir en Catamarca, donde residía un hermano mayor de Xavier.
“En 1983 nos mudamos a una casita en 38 y 115”, corazón del barrio Hipódromo, y, dos años más tarde, a la vivienda de Altos de San Lorenzo en la que aún reside la mamá de Paula.
“Era un barrio muy periférico en ese momento, con calles de tierra y zanjas. Es ahí cuando mi papá empieza a caminarlo y encontrarse con personas interesantes”, apunta. Y se le ocurre que una publicación barrial podría servir para reflejar esas historias e impulsar distintos reclamos, como la falta de cloacas o el asfalto que hiciera transitables aquellas calles en los días de lluvia.
Suma Paula: “La 72 era finita, había muchos accidentes y los chicos no la podíamos cruzar para ir a la escuela”. El objetivo de entonces era integrar Altos de San Lorenzo a La Plata, en el intento “del barrio por ser parte de esta Ciudad que parecía terminar en la 72”.
En el ejemplar Nº 1 de “Imágenes, el diarito del barrio”, Xavier proponía “encontrar un lugar desde donde llegar a nuestros vecinos y en donde todos nos encontremos y nos conozcamos”. Hablaba de los “laburantes, comerciantes o profesionales que nos dedicamos a vivir ese día a día con esfuerzo y con proyectos que no van más lejos que salir de vacaciones, ampliar la casa, disfrutar el asado del domingo o simplemente ser feliz”.
“Mi viejo merece tener un pedacito en esa Estación, por su trabajo y su mirada del barrio”
La iniciativa, de hechura artesanal pero buen diseño, duró 5 años, de 1993 a 1998. Lo sostenían los comerciantes del barrio, con sus publicidades, y era gratuito.
Cuentan en el barrio que cada vez que salía el “diarito” era una fiesta y los ejemplares “volaban”, porque verse publicados en papel, algo que hoy resulta lejano para las nuevas generaciones, era emocionante.
“Era ponerle voz a todos y sacar fotos. La imagen de mi viejo, para mí y para todo el mundo, es la de un señor con una cámara colgada al cuello”, dice Paula, sin pasar por alto que durante años “agarraba el auto y se iba a esos pueblos olvidados por el tren, a donde no llegaba nadie, para retratar a la gente común. Y después volvía para llevarles la foto en papel. Siempre dijo que de esos viajes volvía con kilos de más, porque todos le agradecían con comida”.
Las fotos de Xavier muestran eso: personas que miran a la cámara desde lo que son, viven o hacen. Sin aspavientos ni más pretensión que ser eternizadas en ese instante que no dura más que un clic.
Kriscautzky también participó activamente del movimiento barrial que cambió para siempre a la Estación Provincial y su predio, hasta convertirlo en un polo cultural distinto al resto. Por eso, cuando “vio que su salud estaba medio medio”, apunta Paula, “empezó a ver dónde dejar sus archivos” y decidió que lo mejor era confiarlos a quienes gestionan la Estación Provincial.
“Una de las cosas que más le preocupaban era mantener la memoria, para que las nuevas generaciones sepan de qué viene. Porque el barrio no siempre fue así. Eso lo construyeron los vecinos, tiene una historia”, cierra Paula. Y se sabe que la mejor amiga de la historia es la memoria, porque las dos se necesitan para seguir vivas.
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