El arroyo de “plástico” y un reclamo que sigue para evitar la contaminación

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Si bien es cierto que una de las últimas grandes obras hídricas de la Ciudad se tradujo en la canalización del arroyo El Gato –en tareas que permitían por lo pronto una mayor contención y fluidez de ese curso para evacuar los grandes volúmenes de agua y evitar anegamientos en la zona- lo cierto es que sigue sin resolverse el pretérito problema de los altos niveles de contaminación que padece desde hace años, que le ha valido el calificativo del “Riachuelo” de La Plata.

Ahora la Ong Nuevo Ambiente acaba de señalar que se está ante el “primer arroyo de plástico” en nuestra zona por la gran cantidad de envases, bolsas y otros elementos fabricados con ese material, en una situación que según dijeron se vuelva ostensible a la altura de calle 143.

“Todos los residuos plásticos que se ven, desembocan en el Río de La Plata: nuestra fuente de agua dulce, pero también nuestra gran cloaca”, sentenciaron los ecologistas. Además, desde la Ong se reclamó un accionar conjunto de la Provincia y las comunas de La Plata y Ensenada.

Asimismo, reclamaron que se coloquen de sistemas de monitoreo y control de la calidad del agua, en todo el curso del arroyo, con el establecimiento de estaciones que podrían ser administradas por las entidades científicas con asiento en la zona, utilizando con métodos biológicos, para ver todo el desarrollo y, aseguran, “que nos permita exigir a las empresas lindantes al cauce, el establecimiento de las plantas de tratamiento adecuadas para sus efluentes”.

La Ong añadió que “es necesario terminar con la idea de que puede utilizarse al arroyo como una cloaca a cielo abierto, como así también controlar a las empresas linderas a su cauce”.

Lo cierto es que, ya desde hace décadas, se conoce que el arroyo El Gato viene exhibiendo niveles cada vez más altos de contaminación orgánica e inorgánica. Crecientes cargas de desechos y centenares de toneladas de basura flotando a la deriva, vuelcos de toda clase de desperdicios, conexiones sanitarias clandestinas y camiones atmosféricos que vacían sus tanques con total impunidad conforman el panorama de un curso de agua que atraviesa lugares densamente poblados, ubicados en la periferia de nuestra ciudad.

Sólo la puntual detección de las fuentes contaminantes, la debida identificación de personas, empresas y funcionarios responsables del deterioro ambiental -tal como lo requirieron años atrás los vecinos en una denuncia penal formulada- la aplicación de multas y de las sanciones más severas previstas, en medidas que debieran aplicarse en forma sostenida y por el tiempo que sea necesario, podrán volver eficaz la prometida tarea de depuración.

A ello debiera agregarse una campaña muy intensa dedicada a inculcar en la población una cultura de respeto al medio ambiente, sin cuya existencia serán inútiles los operativos que el Estado pueda impulsar.

 

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