De las redes a la tragedia “Subway surfing” y la peligrosa búsqueda de fama

La muerte de dos adolescentes en Nueva York reavivó el debate sobre los challenges virales, esos retos que transforman el peligro en espectáculo y la exposición en moneda social

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En Nueva York, la madrugada del sábado 4 de octubre, dos adolescentes fueron halladas muertas sobre el techo de un tren de la línea J, a la altura de la estación Marcy Avenue, en Brooklyn. Las jóvenes habían intentado completar un reto viral conocido como “subway surfing”: subirse al techo de un vagón en movimiento y grabar el trayecto para publicarlo en redes sociales. No llegaron a bajarse con vida.

La Policía de Nueva York (NYPD) recibió la alerta a las 3:10 de la mañana. Cuando los agentes arribaron, las adolescentes yacían inconscientes sobre el techo del último vagón que acababa de cruzar el Puente de Williamsburg. Los servicios sanitarios confirmaron el fallecimiento en el lugar. No trascendieron sus nombres ni sus edades, pero el caso se sumó a una lista que ya acumula al menos seis muertes de menores en los últimos dos años.

“Es desgarrador que dos jóvenes hayan muerto porque creyeron que era un juego aceptable viajar fuera de un tren urbano”, declararon las autoridades. La frase resume la paradoja: una generación que crece midiendo el riesgo en vistas, “likes” y reproducciones, en un ecosistema que premia la exposición y diluye el peligro.

UNA PRÁCTICA CENTENARIA

El “subway surfing” no es una invención reciente. Los primeros registros datan de 1904, el año de la inauguración del metro neoyorquino. En aquel entonces, algunos jóvenes se trepaban a los techos para ahorrar el boleto o por pura temeridad. Sin embargo, lo que antes era un acto aislado de imprudencia hoy se transformó en un desafío masivo alimentado por la lógica viral.

La tendencia resurgió en los últimos años gracias a plataformas como TikTok, Instagram y Snapchat, donde los videos que muestran acrobacias sobre trenes acumulan millones de visualizaciones antes de ser eliminados. Para los adolescentes, grabarse “surfeando” un subte equivale a ganar prestigio en un universo digital que valora la adrenalina más que la prudencia.

Las cifras son elocuentes. Según la policía de Nueva York, los arrestos por esta práctica aumentaron un 70% en 2024 respecto del año anterior. En lo que va de 2025, ya se registraron 128 detenciones. La edad promedio de los involucrados ronda los 14 años. La línea 7 —que conecta Manhattan y Queens— es la más elegida, en parte porque evoca escenas de una famosa película de súper héroes cuyo personaje se desliza sobre un tren similar. La ficción se volvió modelo, y el peligro, imitación.

La lógica del “challenge”

El caso de Nueva York no es un hecho aislado. Desde hace años, las redes sociales multiplican desafíos que mezclan entretenimiento, peligro y validación instantánea. Algunos parecen inofensivos —bailes, sincronías, trivias—, pero otros implican riesgos reales: el “Benadryl Challenge” (consumir antihistamínicos para provocar alucinaciones), el “desafío del apagón” (asfixiarse hasta perder el conocimiento), o el “desafío de las cajas de leche” (trepar torres inestables de cajones de plástico).

En 2022, la muerte de Archie Battersbee, un niño británico de 12 años, fue atribuida a uno de estos desafíos. Ese mismo año, la Organización Mundial de la Salud advirtió sobre el impacto psicológico de los “challenges” en adolescentes, una etapa marcada por la búsqueda de identidad y aceptación social. En 2023, la Sociedad Argentina de Pediatría alertó sobre los peligros que pueden desencadenar las redes sociales.

Lo cierto es que estas ofrecen un escenario perfecto para esa búsqueda: instantáneo, visible, con la promesa de aprobación. Pero esa exposición tiene costo. Según un informe, el 46% de los jóvenes estadounidenses dice haber sentido presión por “conseguir más vistas” en sus publicaciones. El límite entre diversión y autodestrucción se vuelve cada vez más difuso.

La discusión de fondo apunta al rol de las plataformas. TikTok, YouTube e Instagram alegan que eliminan los contenidos peligrosos y promueven mensajes educativos. Pero organizaciones de consumidores y especialistas en salud mental sostienen que los algoritmos siguen amplificando materiales de alto impacto emocional —incluidos los riesgosos— porque generan mayor interacción.

En 2024, el estado de Nueva York aprobó una ley para restringir los “feeds” adictivos a menores, pero su implementación avanza con lentitud y enfrenta la resistencia de las grandes empresas tecnológicas. Mientras tanto, los videos de “subway surfing” continúan circulando, incluso en versiones editadas que ocultan el peligro tras filtros o música.

Números y casos

El caso de las dos adolescentes muertas en Brooklyn cierra un círculo trágico: del juego digital a la muerte real. En menos de tres años, la ciudad pasó de cinco muertes por “subway surfing” (entre 2018 y 2022) a más de una decena desde 2023.

Lo que está en juego no es solo la imprudencia individual, sino una cultura que transforma el riesgo en espectáculo. La búsqueda de reconocimiento —esa pulsión que antes se resolvía en la escuela, el deporte o la amistad— se trasladó al territorio infinito y sin freno de las redes sociales.

El 16 de septiembre de 2023, Cayden Rivera, un niño de 11 años, murió tras caer del techo de un tren en movimiento en la estación Fourth Avenue-Ninth Street de Brooklyn. Había salido de la escuela sin permiso para sumarse a un grupo de amigos que practicaba la misma hazaña. Su cuerpo fue hallado sobre las vías poco después de las diez de la mañana.

Cayden es, hasta ahora, la víctima más joven de esta práctica. Su madre, Jaida Rivera, declaró tiempo después que había intentado controlar el uso del teléfono de su hijo, pero “lo primero que aparecía en TikTok cuando lo abría era ‘surfing’”. El algoritmo —esa maquinaria que combina entretenimiento con compulsión— hizo el resto.

Tras su muerte, el Estado de Nueva York lanzó la campaña “Ride Inside, Stay Alive” (“Viajá adentro, mantenete con vida”), protagonizada por el atleta de BMX Nigel Sylvester. Los mensajes aparecieron en estaciones, escuelas y redes sociales, buscando persuadir a los adolescentes de no arriesgar la vida por un video. Pero el resultado fue limitado: la viralidad suele ir más rápido que la educación pública.

En este escenario, autoridades prometieron “hacer todo lo posible para mantener a los jóvenes seguros en el metro”. Su plan incluyó el uso de drones para vigilar las líneas más problemáticas y la colaboración con plataformas digitales para eliminar los videos que promuevan la práctica.

En síntesis, el desafío, para las autoridades, es doble: combatir la práctica y al mismo tiempo el incentivo que la origina. En un entorno donde la fama puede alcanzarse con un solo video, el riesgo se convierte en una forma de pertenencia.

En 2023, la Sociedad Argentina de Pediatría alertó sobre los peligros de las redes sociales

Dos adolescentes fueron halladas muertas sobre el techo de un tren en Nueva York

El desafío para las autoridades es doble: combatir la práctica y al mismo tiempo el origen

 

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