Ocurrencias: sobran crédulos en un país estafador

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Alejandro Castañeda

afcastab@gmail.com

Sobran milagreros y prometedores. En templos, en negociados y en arengas. La cosa está difícil. Y en la carrera por querer sanar al país se anotan salvadores de todos los pelajes. En estos días, lucen calmos, voluntariosos, amables y decentes. ¿Será tan así? Alegra poder contar con un batallón tan preparado y predispuesto al sacrificio.

No sólo la oferta partidaria trata de capitalizan la desesperación de la gente. Pastores, adivinos, financistas, candidatos y sanadores han aprovechado el desvalimiento general de un mundo decepcionado para poder vender recetas milagrosas a cambio de votos, sexo, poder o plata. Casi todos se ocultan tras la Biblia, la fe, la esperanza y el manoseado patriotismo. Nada nuevo.

Esta semana detuvieron en Córdoba al líder de una secta acusado de abusos. Se trata del pastor Gerardo Reneé Bastos, que se hacía llamar “Maestro Lucidor Flores”. Una mujer denunció que fue sometida 15 años. Sin duda, una creyente empecinada. La agrupación de “Lucidor Flores” se publicitaba como “Mística Andina” y luego “Organización Nación Pachamama”. La víctima, triste y olvidada empezó por asistir a los cursos en los que Bastos exponía sobre temas como “espiritualidad andina” y “amor por la madre tierra”. Se indicó que, a través de correos electrónicos, le habría dicho que debía tener relaciones sexuales con él, “el Guro Shakti”, porque era una “práctica espiritual” que la instruiría en una “enseñanza secreta” llamada “Shakti” para llegar a transformarse en “iluminada”. Y ella le hizo caso. Una tarde, la llevó el cuarto oscuro y allí se pudo enterar que la linterna del pastor empezaba a iluminarla.

Los ejemplos abundan: estuvo preso en Sao Paulo uno de los gurú superfamosos, Joao de Deus, un sanador espiritual que era consultado por Lula y Noma Campbell. Más de 200 mujeres lo acusan de abusos sexuales. Tras el sermón colectivo, el pastor seleccionaba necesitadas y se las llevaba a una sala oscura. Y allí se desvestían para iniciar “el tratamiento de limpieza espiritual”. Mientras oraba, Joao se ponía en trance y peregrinaba hacia el altar de la confundida. Todas salían turbadas, pero a las mejor equipadas les daba sobreturnos para seguir limpiando.

Es curioso que genere tantos ingenuos un país que te enseña a desconfiar de todo

Se nota que los espíritus no vienen como antes. Todos estos canallas repiten la misma puesta en escena: servicio colectivo con mucho cántico y ruegos; después, irse para el fondo con las más vistosas. Y al final, llevarlas a la cama para curarles alma y vecindades a mano limpia.

Es curioso que un país que te enseña a desconfiar de todo, aparezcan tantos incautos. Aquí, creer en algo es heroico. Sin embargo, los ingenuos son legión Las viudas negras siguen en acción con su rendidora coreografía: levante, visita y trago letal. Y también abundan los ahorristas candorosos que ponen el dinero en manos de financieros que prometen ganancias inconcebibles. ¿Por qué? ¿Prefieren creer en los estafadores antes que no creer en nada?

No son los únicos. Una decena de prófugos fueron recapturados por ir a votar el 7 de septiembre. El afán cívico y las ganas de cumplir con algo, pudo más que el traje de escapado que venían llevando con éxito. La trampa que les tendió el sistema, tuvo premio. Convocados por boletas partidarias con nombres portátiles, el caco en cuestión, arisco pero militante, decidió esa mañana que se puede desairar a un comisario y a un fiscal, pero cuesta más si la que demando su participación es la democracia.

En uno de los cuentos perfectos de Borges, “El sur”, un hombre convaleciente recién se anima a enfrentar su destino cuando alguien pronuncia su nombre. Porque antes –dice Borges-, el ataque desafíante era contra un ser anónimo. El insuperable escritor sostiene que en la cifra del nombre está lo esencial de cada uno y que basta la mención de nuestro apellido para que los otros resortes de la conciencia acudan presurosos a reclamar su pertenencia. Quizá estos bandidos tan buscados, ese domingo de septiembre sin querer fueron al encuentro de su destino. Se vieron en el padrón de la vieja escuelita del barrio y quisieron dar un presente. Porque una cosa es el identikit borroso o su mención en tribunales, comisarías o crónicas policiales. De eso se puede escapar. Pero es muy distinto cuando uno está en una lista junto a vecinos comunes y tiene la chance de abandonar al delincuente para volver a ser, aunque un ratito, ciudadano.

 

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