Argentina ante el espejo: el dólar, las urnas y la búsqueda de un nuevo equilibrio político
Edición Impresa | 26 de Octubre de 2025 | 02:05
Germán López
La divisa norteamericana es el gran termómetro del humor de los argentinos. Entre el dólar a la baja tras la salida del cepo —allá por mediados de abril— que fue visto como una confirmación de la estrategia cambiaria oficial (y, según los economistas, una oportunidad desperdiciada para acumular reservas), y este dólar que no para de cabecear en el techo de la banda cambiaria, desoyendo incluso los mensajes disuasivos que llegan nada menos que desde el Tesoro estadounidense, transcurrieron apenas cinco meses.
¿Qué ocurrió para que se produjera semejante cambio de expectativas? Hubo varias causas: la pérdida de confianza en el Gobierno por escándalos como el de Discapacidad o el caso Espert, pero sin dudas el factor más influyente fue el resultado electoral de septiembre en la provincia de Buenos Aires. A partir de ese día, lo que parecía una certeza —que el oficialismo arrasaría en las elecciones— se transformó en un mar de incertidumbre. La vulnerabilidad del proyecto libertario apareció por primera vez en el horizonte. Desde entonces, el dólar se embraveció hasta volverse casi incontrolable, aun con la intervención del país que emite esa moneda.
“Dólar pánico” lo bautizó el economista Aldo Abram, que lo describe como el síntoma de un país empobrecido, en alerta ante la posibilidad de un cambio de rumbo económico y de un eventual fortalecimiento de la oposición en el Congreso que debilitaría, además, las chances de avanzar con las reformas que el Gobierno aspira a impulsar en su segunda etapa.
La afirmación de Caputo
Este miércoles, en medio de la volatilidad cambiaria, el ministro Luis Caputo salió a asegurar que el esquema de bandas no se tocará después de las elecciones y que no habrá devaluación. ¿Fue una expresión de deseo, un intento de apaciguar los mercados para cerrar la semana sin desbordes, o la manifestación de una voluntad genuina?
En las elecciones de hoy comenzará a develarse esa incógnita. Se verá si prevalece el “no bajar los brazos para que el esfuerzo valga la pena”, que alienta el Gobierno, o pesan más las consignas de la oposición: “la gente la está pasando mal” y “no llego a fin de mes”. En estos últimos días no bastaron los mensajes oficiales de calma: según los especialistas, los grandes inversores ya habían hecho su jugada, y el mayor movimiento se registró entre los pequeños ahorristas. Las entidades bancarias informaron que muchos pasaron sus plazos fijos a posiciones en dólares. Un informe de la consultora Focus Market reflejó esa tendencia: el 70% de los argentinos con capacidad de ahorro elige refugiarse en la divisa norteamericana.
En ese contexto, el lunes pasado Donald Trump hizo su aporte a la psicosis reinante al afirmar que “Argentina lucha por su vida, se está muriendo”. ¿Fue una exageración del presidente estadounidense, que con su retórica simplista termina perjudicando a quien dice querer ayudar? Tal vez convenga leer sus palabras en clave doméstica: Trump enfrenta fuertes cuestionamientos internos por su apoyo a la Argentina.
La apuesta del Gobierno
En medio de esas urgencias, el Gobierno intentó recrear el clima electoral de 2023, en un esfuerzo por achicar la brecha en la provincia de Buenos Aires. Allí los libertarios juegan su partido más difícil. El peronismo se mantiene en los mismos niveles de aquel año, pero la diferencia de 14 puntos que obtuvo en septiembre parece difícil de remontar. Reducirla a cinco o seis puntos sería considerado un triunfo para el oficialismo. El desafío de los estrategas libertarios fue evitar que prevalezca el desencanto entre sus potenciales votantes: “los enojaditos de Macri”, como los definió el propio Presidente en referencia a la elección de 2019 que dejó sin chance al ex presidente.
Las fuerzas alternativas
Para las fuerzas alternativas, el peligro es que la polarización se lleve puestos a todos los legisladores en disputa. Los espacios intermedios -atomizados entre figuras como Juan Manuel López, Florencio Randazzo, María Eugenia Talerico y Fernando Gray- corren el riesgo de lograr una representación mucho menor a la que podrían haber alcanzado en un contexto menos extremo.
Por su parte, los intendentes peronistas del Conurbano activaron sus estructuras para reforzar las chances de un triunfo de Fuerza Patria. Quienes suponían que eso no ocurriría —porque los jefes territoriales ya habían cumplido sus objetivos el 7 de septiembre o por sus diferencias con el armado camporista— se equivocaron. Prevalecer en estos comicios también es una condición de supervivencia para los intendentes.
Cambios en el Gabinete
El clima agónico de esta elección aceleró los tiempos políticos. La posibilidad de cambios en el gabinete, en pos de un gobierno más abierto a otras expresiones (¿de coalición?), desató una alocada danza de nombres. Circularon figuras ligadas al PRO, como Guillermo Montenegro, Guillermo Dietrich o Fernando Iglesias, y al radicalismo, como Rodrigo de Loredo. La salida anticipada del canciller Gerardo Werthein -días antes de los comicios- y la anunciada renuncia del ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, se sumaron a las de Patricia Bullrich (Seguridad) y Luis Petri (Defensa), que asumirán bancas en el Congreso, y del vocero Manuel Adorni, electo en las legislativas porteñas de mayo. Nada fue confirmado, salvo el reemplazo de Werthein por Pablo Quirno, hombre de confianza de Luis Caputo. Según sus allegados, Milei guarda in pectore el armado de su nuevo equipo. Solo adelantó su intención de renovar el gabinete como gesto electoral: mostrar voluntad de rectificar errores y romper con la “pureza ideológica” que caracterizó la primera etapa de gestión.
En esa línea se inscribe la admisión del ministro de Economía sobre el destrato a los gobernadores —a quienes se les daban “dos escarbadientes”, según su propia expresión—. Un síntoma de la subestimación de la política que caracterizó la primera parte de su gestión y del cambio que ahora ensaya la administración Milei para reacomodar expectativas. La aspiración es lograr un número de legisladores —alrededor de un tercio del total en ambas cámaras— que le permita blindarse ante un eventual juicio político y preservar los vetos necesarios para evitar que la oposición dañe los fundamentos económicos de su programa.
El lunes comenzará a conocerse el alcance del rediseño del equipo de gobierno. Y sobre todo, se despejaría la incógnita respecto de la continuidad de Guillermo Francos al frente de la jefatura de Gabinete. Su eventual reemplazo por el influyente Santiago Caputo, es una de las posibilidades que barajan.
El gran desafío de Milei luego de las elecciones será grande: aprobar el Presupuesto nacional, fortalecer la institucionalidad y, sobre todo, recuperar la confianza de un electorado que vuelve a medir su esperanza en el precio del dólar.
Porque el resultado de hoy no solo definirá una elección: dirá si el proyecto libertario puede sobrevivir a su propia crisis de fe.
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