Volvió a su departamento y lo encontró desvalijado
Edición Impresa | 28 de Octubre de 2025 | 03:11
Un departamento ubicado en el tercer piso de un edificio emplazado en 38 entre 14 y 15 se convirtió en las últimas horas en escenario de un audaz hecho de inseguridad. La víctima, una joven trabajadora de 27 años, había salido junto a su pareja, dejando la vivienda cerrada con llave. Horas más tarde, al volver, se encontró con una escena que trastocó su rutina.
Fue su mascota quien primero le advirtió que algo no estaba bien. El animal, que habitualmente permanecía dentro del departamento, se hallaba suelto en el pasillo del edificio, inquieto. Al llegar a la puerta, la mujer notó que la cerradura había sido forzada y que la hoja de la puerta quedaba entreabierta, signo inequívoco de que alguien había ingresado sin permiso. El miedo, mezclado con una súbita incredulidad, se apoderó de ella antes de empujar la puerta y confirmar lo peor.
Adentro, todo era desorden y silencio. Los cajones de una cómoda habían sido vaciados, la ropa estaba esparcida por el piso y los armarios abiertos de par en par. Los intrusos se habían tomado su tiempo: revolvieron cajoneras, revisaron estantes y hasta el ropero. Con el desconcierto aún en la mirada, la joven constató las primeras pérdidas materiales: dos computadoras portátiles, una consola de videojuegos, dos controles y un teclado habían desaparecido.
Sin testigos y sin cámaras en el edificio, la reconstrucción del hecho se ha tornado tan incierta como la identidad de los responsables. Todo indica que los ladrones estuvieron esperando el momento exacto para actuar con tranquilidad.
Pero, ¿dónde aguardaron? ¿Los espiaron? ¿O simplemente se trató de un robo al voleo? Mientras los investigadores y las propias víctimas intentan darle respuestas a estos interrogantes en el edificio la preocupación va in crescendo. “Si no fue planeado entonces le pudo haber tocado a cualquiera”, conjeturó una vecina.
La joven, entre la angustia y la impotencia, radicó la denuncia en la comisaría correspondiente. Aunque no sufrió daños personales, el impacto emocional fue inmediato: la sensación de invasión, el desconcierto de no saber quién entró ni cuándo, y la pérdida de elementos que resultan clave en su rutina diaria.
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