VIDEO. La historia de Francisco, el bandoneonista santafesino que le pone melodía a los platenses
| 29 de Octubre de 2025 | 13:52
Francisco Galeano se acomoda en su silla, al borde de la peatonal de calle 8, y deja que su bandoneón haga el resto. “Yo no estudié nunca música, aprendí de oído”, dice con una sonrisa serena, de esas que solo tienen los que hacen lo que aman. Oriundo de Santa Fe, vive en La Plata desde hace varios años, donde encontró su lugar entre el bullicio del centro y el ritmo propio de los caminantes apurados.
“Hace dos años que vengo a tocar por acá, entre calle 8 y 12. Vengo al menos cuatro veces a la semana. Yo tengo 71 años y soy de la Provincia de Santa Fe. Hace mucho que estoy acá, somos de familia muy pobre y no volví nunca más. Siempre hice changas, porque nunca hice escuela y trabajé con lo que pude”, cuenta sin rodeos, mientras acomoda el estuche del instrumento que guarda las monedas que le van dejando los transeúntes. Su música, mezcla de tango, nostalgia y esperanza, se convirtió en parte del paisaje urbano platense.
A su lado, siempre está Lili, su compañera inseparable. “Ella me acompaña todas las mañanas. Me ayuda a armar todo y a cuidar las cosas”, dice Francisco con gratitud. Entre los dos forman una pequeña escena cotidiana que muchos vecinos ya reconocen: el bandoneonista y su amor, entre las vidrieras y el perfume del café recién hecho.
“Hay días buenos y otros no tanto, pero uno siempre tiene que salir igual. La música me da fuerza, me da alegría. Cobro la jubilación mínima, me hacen un descuento y no alcanza. Por eso con esto, es para vivir todos los días y poder comer. Hay días que no se junta nada, porque la gente está mal y no tiene un buen ingreso. A veces me ponen 100 pesos o más, pero ayuda siempre lo mínimo. Yo tocó música de litoral, todo chámame porque yo aprendí todo de oído porque nunca estudie”, asegura, mientras suelta los primeros acordes de un tango que se escapa entre los autos y los murmullos. Algunos se detienen, otros apenas bajan la velocidad, pero todos, por un instante, escuchan.
Francisco no busca fama ni grandes escenarios. Su escenario está ahí, en la vereda, donde cada mirada o aplauso se transforma en energía. “Yo toco porque me gusta. Si puedo alegrar a alguien, ya está”, dice, y vuelve a concentrarse en su bandoneón, ese instrumento que lo acompaña como una extensión del alma.
El músico santafesino se volvió parte del paisaje cotidiano de La Plata. Su presencia, entre el cemento y las marquesinas, recuerda que la música sigue viva en las calles, y que detrás de cada nota hay una historia que late.
Su pareja, que lo acompaña todos los días, también explicó: "Con frio y lluvia, siempre estamos juntos. Está engripado el, le duele el cuerpo y está laburando como siempre", dijo la Lili que estaba sentada en un banco sobre la calle 8 y 48.
“Yo soy divorciado y estoy viviendo en una piecita. Necesito alguna vivienda para poder vivir mejor porque me estoy enfermando mucho. Si yo puedo cuidar un lugar y dormir mejor, voy a estar agradecido. Mientras pueda, voy a seguir tocando. La gente me da cariño, y eso vale más que todo”, concluye Francisco, antes de perderse en otro tango que se mezcla con el ruido de la ciudad.
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