Los rehenes argentinos, entre la memoria y la esperanza
Edición Impresa | 8 de Octubre de 2025 | 01:33

Ayer se cumplieron dos años del brutal ataque de Hamás en el sur de Israel, que dejó más de 1.200 muertos y cientos de heridos. Veintiún argentinos fueron víctimas del terrorismo: trece lograron regresar con vida, cinco fueron asesinados y tres permanecen cautivos en la Franja de Gaza.
Las liberaciones, logradas gracias a intensas gestiones internacionales, devolvieron algo de alivio a familias que vivieron meses de angustia. Los argentinos liberados son Karina Engelbert y sus hijas Mika y Yuval; Yuli y Emma Cunio junto a su madre Sharon Aloni Cunio; Yarden Bibas; Gabriela y Mia Leimberg; Clara y Fernando Marman; Luis Har; Ofelia Feler de Roitman e Iair Horn.
Los aún cautivos son David Cunio, Ariel Cunio y Eitan Horn.
Los fallecidos identificados: el bebé Kfir Bibas, su hermano Ariel, su madre Shiri Silberman, Ron Sherman y Lior Rudaeff.
El caso de la familia Bibas se convirtió en un emblema. Shiri fue secuestrada junto a sus hijos de cinco años y diez meses en el kibutz Nir Oz, a solo 15 cuadras de Gaza. Su esposo Yarden fue liberado en febrero. El color naranja, símbolo del cabello pelirrojo de los niños, quedó como marca de reclamo y memoria.
Los hermanos Horn, Iair y Eitan, fueron capturados mientras celebraban una festividad religiosa. Iair recuperó la libertad tras 15 meses, pero su hermano sigue en manos de Hamás.
En tanto, David Cunio continúa secuestrado, mientras su esposa y sus hijas mellizas fueron liberadas tras 50 días de cautiverio. Su hermano Ariel, de 26 años, también sigue desaparecido.
Ofelia Feler de Roitman, de 77 años, relató que pasó 53 días recluida en soledad, “casi sin luz ni comida”.
Lior Rudaeff, de 61 años, fue asesinado el mismo 7 de octubre; su cuerpo sigue retenido.
También fueron rescatados Fernando y Clara Marman, Luis Har y las Leimberg, tras casi dos meses en Gaza.
A dos años del ataque, los argentinos secuestrados por Hamás representan historias de resistencia, pérdida y esperanza. Cada nombre es una herida abierta que recuerda que, mientras haya cautivos, la tragedia aún no terminó.
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