Solita Silveyra: “El fracaso nos enseña diez veces más que el éxito”
Edición Impresa | 1 de Febrero de 2025 | 05:25

Por MARÍA VIRGINIA BRUNO
Aunque le gusta permanecer con los pies descalzos sobre la tierra, Soledad Silveyra (72) sintió tocar el cielo con las manos cuando Luis Brandoni (84) le dijo que le gustaba la obra que ella le propuso para que la protagonizaran juntos. “¿Quién es quién?” no solo es la historia que los reunió por primera vez sobre las tablas sino, además, la más vista del verano porteño; un éxito que, en su caso, le sirve para reponerse de algunas experiencias que no fueron tan bien.
Por eso, consultada por EL DIA sobre cómo está viviendo la gran respuesta del público que viene agotando las entradas desde su estreno a principios de enero, aseguró: “Con mucha alegría, tengo mucho que recuperar de todo lo que gasté en estos dos años de sobrevivencia. Porque yo vengo de dos fracasos, ¿viste?, y lo digo aunque en este ambiente es una palabra prohibida. Pero, ¿cómo no se va a poder decir la palabra fracaso si a veces nos enseña diez veces más que el éxito? Ahí ves los verdaderos pingos”.
Solita está sentada en uno de los sillones individuales que forman parte de la moderna escenografía de la obra que se ofrece de miércoles a domingo en el Teatro Liceo. Son las seis de la tarde de un jueves y faltan dos horas y media para la función del día. Todavía se tiene que maquillar y vestir para ponerse en la piel de una abogada que nunca ejerció y que dedicó los últimos 30 años de su vida a ponerse al servicio y caprichos de su marido abogado aún en actividad. Pero antes de entrar en su personaje, dialoga con EL DIA.
-Es la primera vez que trabajan juntos con Beto en teatro pero parece que lo hubieran hecho toda la vida, ¿cómo surgió esa química?
-Yo tengo una gran admiración por Beto. Yo dije: “esta obra la hago si está Brandoni, si no está Brandoni no la hago”. Y creo que se dio solo así. Él es un tipo también muy respetuoso, muy amoroso. Yo trato de cuidarlo y él me cuida. El cuidado fue lo primero que apareció. El cuidado del uno hacia el otro. Ya estamos grandes para peleas, para los egos. Así que se dio naturalmente. Yo lo amo. Me río mucho, me hago pipí con él. Es muy gracioso.
-¿Y por qué pensaste en él cuando leíste la obra?
-Yo la leo, le veo la punta a la obra, pero no estaba del todo convencida, pero le veo algo. Y ahí le digo al productor que si no es Brandoni, no la hago. Entonces, fue a llevarle el libro a Beto, que se estaba por ir a Madrid, y ahí a los tres días me llama y me dice “la obra me gusta”. Así que fue para mí fue tocar el cielo con las manos. Porque, además, es esta cosa de sentirme respaldada por un primerísimo actor.
-Tenés experiencia en esto de trabajar en dúos, venís de una gran experiencia con Llinás. No debe ser fácil, tenés que confiar a ciegas en tu compañero...
-Es muy difícil. Beto está un poco más allá de todo. Con Verónica, aunque nos queremos, nos matábamos arriba del escenario. Creo que muy infantilmente porque no había motivos. Llenábamos ese teatro de manera increíble, con ese aplauso maravilloso.
-¿En qué sentido se mataban?
-Nos matábamos por cuestiones de cómo decíamos o cómo le entregaba una a la otra. Cuestiones que tenían que ver con si te gusta el otro actor o no te gusta. Eso uno lo siente. Y no importa quién, pero yo sentía que había ahí una disparidad. No fue fácil. Pero lo sacamos adelante porque somos dos leonas, dos grandes trabajadoras. No podíamos responderle a ese éxito peleándonos. Era un papelón total que dos mujeres feministas, que se llenaron la boca hablando de la sororidad, se pelearan. ¡Hasta terapia hicimos!
-¿Qué de importante tiene a esta altura de tu vida y de tu carrera tener a un buen compañero dentro del elenco?
-Y para mí es un valor enorme. La verdad que estoy muy feliz y lo veo feliz a Beto y soy más feliz.
-Recién me decías que cuando le diste la obra no te convenció del todo al principio. ¿Qué era lo que te hacía dudar?
“Con Beto nos cuidamos arriba del escenario, ya estamos grandes para los egos”
-El personaje de ella es difícil. Es difícil porque es hasta maquiavélica, te diría, y hace todo un plan porque está cansada de hacerse la boluda. Así que a mí me costó un poquito más, pero tuve un director maravilloso como Héctor Díaz, que también es actor, y que me ayudó mucho.
-La obra habla de amor, desgaste, comunicación y, también, de sueños postergados. ¿Tenés algún sueño aún por cumplir?
-Me está dando vueltas el tener a jóvenes al lado. Y yo nunca quise abrir una escuela porque yo no hice la carrera. Entonces me parecía como una falta de respeto. Pero estar al mando de una escuela, tal vez algún día, no puedo esperar mucho (risas), me dan ganas de hacerlo. Tengo ganas de estar rodeada de jóvenes. En este momento, hay mucho para darle a esta juventud que está un poco desvalida de valores y desorientada. Tengo ganas de hacer el bien, aunque no queda bien decirlo, de hacer una obra que quede.
-¿Y en lo personal estás bien?
-Sí, estoy muy bien, tengo una familia maravillosa, un hombre que me quiere, que me cuida. Yo ya había tirado las armas, había dicho “bueno, basta, el hombre se acabó para mí” y es lindo darse cuenta que la vida da sorpresas.
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