Del desarme nuclear al riesgo por el poder ruso
Edición Impresa | 2 de Marzo de 2025 | 03:10

Lejos de la guerra que hoy enfrenta a dos naciones que integraron la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), cuan do esta se disolvió en 1991, Ucrania heredó el tercer arsenal nuclear más grande del mundo. Con más de 1.800 ojivas nucleares dejadas por Moscú en su territorio, el país poseía un gran poder de disuasión ante una hipótesis de conflicto.
Sin embargo, tres años después, en 1994, Kiev firmó el Memorándum de Budapest -con la histórica foto del primer presidente ruso Boris Yeltsin y su par norteamericano Bill Clinton-, en el que suscribió el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP). Allí, el país del este europeo se comprometió a entregar su armamento a cambio de garantías de seguridad por parte de Rusia, Estados Unidos y el Reino Unido. Pero, aquella decisión influyó y juega su papel en la actual guerra desatada tras la invasión rusa en 2022, por lo que volvió a cobrar relevancia en el debate bélico público.
El acuerdo que suscribió Ucrania establecía que las potencias firmantes respetarían la soberanía e integridad territorial de Kiev. En aquel contexto, la renuncia a las armas nucleares fue considerada, por la prensa mundial, como “un acto de responsabilidad global y un paso hacia la estabilidad internacional”.
Dos décadas después del Memorándum de Budapest, en 2014, Rusia anexó Crimea, en lo que configuró un incumplimiento del acuerdo rubricado. Fue así que la comunidad internacional, si bien condenó la acción, no tomó medidas concretas para revertir la situación.
La invasión de 2022, en la que Rusia lanzó un ataque a gran escala contra Ucrania, demostró que las garantías brindadas en aquel tratado “no fueron suficientes para impedir una agresión militar”, según los analistas de la política internacional.
Conforme una publicación de BBC, el caso de Ucrania es citado a menudo por quienes sostienen que la disuasión nuclear sigue siendo clave para la seguridad nacional. Tal es así que, en su lógica, esa teoría sostiene que un país con capacidad atómica reduce significativamente el riesgo de ser atacado, ya que el costo de una represalia sería demasiado alto. Un ejemplo claro de esta estrategia es Corea del Norte, que utiliza su programa nuclear como un escudo contra eventuales ataques externos.
Para Ucrania, la posibilidad de recuperar un arsenal nuclear es inviable en el corto plazo. Desarrollar un programa de este tipo requeriría infraestructura, tecnología y apoyo que el país no posee actualmente.
Además, un intento de proliferación nuclear podría generar sanciones internacionales y complicar su relación con sus aliados occidentales, que han apoyado su defensa con asistencia militar y económica.
En retrospectiva, el Memorándum de Budapest ha sido visto como un error estratégico por muchos líderes y ciudadanos ucranianos. La falta de garantías efectivas dejó al país vulnerable frente a la agresión de un vecino que ya había dado señales de expansionismo. En un contexto global donde la seguridad es incierta y las alianzas pueden ser frágiles, la decisión de Ucrania de renunciar a su arsenal nuclear sigue siendo un tema de debate, tanto en el ámbito político como en la opinión pública internacional.
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