Alarma por la cantidad de chicos desaparecidos y la falta de respuestas
Edición Impresa | 2 de Marzo de 2025 | 04:23

Alejandra Castillo
alecastillo95@hotmail.com
Con nombres que apenas se distinguen por una vocal, edades y contextos familiares parecidos, las historias de Loan Peña (5) y de Lian Flores (3) tienen estremecedores puntos de contacto. El primero desapareció el 13 de junio del año pasado en un vasto territorio de campos, lagunas, pastizales y forestaciones, en el paraje algarrobal, en 9 de Julio, Corrientes.
A Lian lo vieron por última vez hace 8 días, luego de que sus padres se fueron a dormir la siesta con calor y el vino del almuerzo, en una zona rural en las afueras de Ballesteros Sud, a 170 kilómetros de Córdoba.
Ambos se “esfumaron” a metros de su familia, aunque bien lejos de cualquier cámara o dispositivo capaces de rastrearlos. Y por ahora, más allá de los intensos rastrillajes desplegados con mayor o menor premura, las detenciones e hipótesis barajadas al calor de una fuerte cobertura mediática, nadie puede responder dónde están Loan, ni dónde está Lian.
¿Tan fácil es llevarse a un chico en este país?
En la página oficial de Missing Children Argentina figuran 83 imágenes de menores perdidos en el país, 37 de los cuales (casi el 50%) desaparecieron en localidades del Conurbano bonaerense; 3 son casos de La Plata (ver aparte)-; 11, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires; y 3, de otras localidades del interior bonaerense; mientras que los restantes se distribuyen entre las provincias de Santa Fe (3); Córdoba (2); Salta (3); Tucumán (2); La Rioja (1); Misiones (4); Chaco (2); Santa Cruz (1); Corrientes (4); Mendoza (4), San Luis (2) y Tierra del Fuego (1).
A estas historias hay que sumarles otras 45, de personas a las que se les perdió el rastro siendo menores y ya son adultas que crecieron -en el mejor de los casos- lejos de sus familias. En este apartado hay muchas caras conocidas por su difusión en los medios, aunque hayan perdido presencia por el paso de los años y la imparable sucesión de episodios parecidos.
Sofía Herrera desapareció el 28 de septiembre de 2008 en Tierra del Fuego, cuando tenía tres años y estaba con sus padres en el camping John Goodall, cerca de Río Grande, donde residían. Por orden judicial, en los últimos días se le hizo un ADN a la hija del ex marino Carlos Guido Pérez, uno de los detenidos en el caso Loan, por su parecido con Sofía, aunque la madre de esta chiquita no ve esas similitudes y las edades tampoco coinciden: la nena tendría hoy 20 años y la hija de Pérez, al parecer, tiene 15.
Otro caso increíble es de Bruno Gentiletti, de quien nada se sabe desde el 2 de marzo de 1997, cuando tenía 8 años y fue con su familia al balneario La Florida, en Rosario. Hoy tendría 36 y hay una recompensa millonaria para quien aporte datos sobre su paradero. Sin embargo, el curso de su historia sigue en la nebulosa, como el de tantos otros.
LA IMPORTANCIA DE DIFUNDIR
Ana Rosa Llobet vive en Bahía Blanca, una ciudad, dice, con “una tradición muy grande de voluntariado”. Es por eso es que cuando se jubiló, en 2010, no dudó en sumarse a Missing Children: “Me conmovía mucho el tema de los chicos perdidos”, reconoce. De esa misma ciudad son 8 de los 18 voluntarios que tiene esta ONG, que Ana Rosa preside desde hace 5 años.
Fue creada en Argentina en 1999, por impulso de voluntarias de Red Solidaria que viajaron a Estados Unidos para copiar el modelo y formar una Organización independiente. “Seguimos trabajando igual”, explica Llobet, aunque sumando herramientas digitales e innovaciones que ofrecen mucha ayuda.
“Es que nosotros no investigamos”, agrega Ana Rosa, “lo que hacemos es difundir, lo que permite que si alguien vio o sabe algo (del menor desaparecido), se comunique con nosotros y nos mande el dato que puede servir a las autoridades”.
Tienen contacto directo con el Sistema Federal de Búsqueda de Personas Desaparecidas y Extraviadas (SIFEBU), creado recién en 2011 para coordinar la cooperación entre el Ministerio de Seguridad, el Poder Judicial, Ministerios Públicos y cualquier otro organismo o ente centralizado o descentralizado nacional, provincial, municipal o de CABA que intervenga en este tipo de casos. Bastante reciente también es el Alerta Sofía, implementado en marzo de 2019. Lleva ese nombre por el caso Herrera y emula al modelo Alerta Amber, creado en 1996 en Estados Unidos, tras la desaparición de Amber Hagerman. Fue replicado en Australia, Canadá, Francia, Alemania, Grecia, Países Bajos, Reino Unido, México y Ecuador, pero en Argentina -dicen los que saben- no se implementa de manera efectiva.
En otros países, por caso, apenas desaparece un chico se envían mensajes inmediatos a los teléfonos de la zona y se despliegan operativos cerrojos, cierre de fronteras y distribución urgente de carteles, panfletos o cualquier otro sistema de difusión. Aquí se comunica por redes sociales o canales informativos, más allá de las medidas que ordene cada autoridad distrital.
Missing Children también mantiene contactos fluidos con las fiscalías y las familias. Es que la ONG nació, justamente, “de una necesidad. Había muchísimos chicos perdidos y faltaba una herramienta para colaborar, porque se tomó noción de que las fuerzas de seguridad no lograban una difusión efectiva de los casos”, recuerda Llobet. La policía recurría a los medios y la imagen del chico desaparecido corría su misma suerte por el devenir informativo.
Actualmente, Missing Children recibe -en promedio- entre cuatro o cinco denuncias diarias de todo el país, con pedidos de ayuda desde las fiscalías, juzgados, comisarías, redes sociales (usan cuentas oficiales en Instagram, X y Facebook) y a través de los teléfonos particulares. Tienen también convenios con organismos provinciales como el Comité interinstitucional permanente de actuación ante la desaparición y extravío de mujeres y niñas o personas de la diversidad (CINDAC), de Jujuy.
Missing Children colabora en la búsqueda de personas de hasta 18 años, o 25, en caso de discapacidad.
“Una parte importante de nuestro trabajo es el vínculo con las familias, porque después del primer tiempo la justicia deja de tomar medidas una vez que se agotan las instancias administrativas”, detalla Ana Rosa, consciente de que la mayoría de esas 42 personas que se perdieron y son o serían adultos, “no tuvieron la trascendencia del caso Loan o Guadalupe Lucero (en San Luis), pero siguen perdidos”. Y siendo chicos en la memoria de sus familias.
En cualquier caso, Llobet y los voluntarios de Missing Children evitan hacer especulaciones sobre lo que pudo pasar: “La gama de posibilidades es terrible y difícil”, refiere, aunque cuestiona que se deslicen hipótesis “irresponsables”, como la del tráfico de órganos.
“Estamos en contacto con el Incucai y ellos nos dicen que eso es imposible. En su historia nunca tuvieron un caso así”, aporta. La única certeza, confirma Llobet, es que “se pierden chicos de todos los estratos sociales”, en zonas despobladas, como les pasó a Lian y a Loan, pero también en sitios urbanos, como Guadalupe en San Luis, o rodeados de personas, como Bruno Gentiletti.
De cualquier modo, la mayoría de los casos son adolescentes “que se van solos y vuelven solos”, cuenta Ana, en general por “problemas familiares serios por los que terminan judicializados y alojados en hogares”.
En los 15 años que lleva dentro de la ONG, Llobet vio de primera mano el impacto de los cambios tecnológicos: “Ayudan positivamente y son una contra al mismo tiempo. Podés multiplicar la difusión y también tenés la posibilidad de captación por redes”. De cualquier modo, “hay que aprovechar todas las herramientas al máximo”, cierra. Por eso instan a la comunidad a sumar a sus teléfonos celulares el álbum de reconocimiento facial, para que Google pueda agrupar rostros similares y detectar las de chicos perdidos en fotos tomadas en sitios o eventos públicos.
Casi el 50 por ciento de las búsquedas en Missing Children son del AMBA
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