Tamara Tenenbaum: “Todos hacemos lo que podemos”
Edición Impresa | 19 de Abril de 2025 | 01:05

En 2019, Tamara Tenenbaum decidió contar las experiencias de su vida, su crianza en la comunidad judía ortodoxa, sus relaciones románticas en el siglo XXI, en un ensayo sin tapujos que revelaba las formas en que el feminismo la había ayudado a caminar hacia la emancipación, y a la vez las tensiones, las preguntas y las dudas, que surgían mientras daba cada nuevo paso: “El fin del amor” fue un éxito en una generación que se estaba haciendo las mismas preguntas, y en 2022 Tenenbaum, junto a Erika Halvorsen, decidieron escribir la serie.
Una ficción, encabezada por Lali Espósito, que escapaba del terreno de lo autobiográfico para crear “una nueva obra”, según afirma la escritora. De aquello pasaron dos años y medio: el miércoles, Prime Video estrenó la segunda temporada.
Y es otro el contexto, claro. “Es muy distinto para una serie que si bien explora un montón de cosas y además tiene una serie de personajes, un universo, es una serie instalada en un universo donde lo feminista y lo queer está muy naturalizado. Ni siquiera diría que es un tema: es sencillamente el universo en el que está. Y en este momento donde la ‘batalla cultural’ se siente tan fuerte, puede ser distinta la repercusión”, dice al respecto Tenenbaum.
Está claro, de todos modos, que el que no la iba a ver, tampoco va a ver esta segunda parte: quien considera a la serie parte de “virus woke”, protagonizada encima por “Lali Depósito”, no sintonizará Prime Video. Pero “puede haber nuevas audiencias, otra gente que quizás no le había llamado la atención y quizás ahora sí”, dice Tenenbaum. Frente a este nuevo contexto, la serie vuelve a plantear preguntas que de nuevo son anti hegemónicas.
Y son preguntas, muchas veces sin respuestas, o con respuestas a medias: la obra escrita de Tenenbaum esboza más preguntas que certezas, y la serie honra esa incertidumbre vital para la exploración. “Es un mundo en el cual está muy de moda bajar línea, para un lado o para otro”, dice Tenenbaum, pero “la ficción plantea preguntas: no tiene respuestas sobre cómo debería vivirse la vida”.
“A veces”, opina, “hay cierto malentendido: me dicen ‘me caen mal todos los personajes’. Y un poco la gracia de la serie es esa: todos los personajes están un poco equivocados, haciendo lo que pueden. Y se equivocan mucho. Entonces, la posición de la serie nunca es clara: estas chicas que miramos no son modelos a seguir, son personas haciendo lo que pueden en el mundo que les tocó”.
-¿Esa literalidad la ves como algo cada vez más habitual en los espectadores?
-Es algo de la época. Creo que tiene que ver con la mentalidad de fan: si algo te gusta tenés que ser fan. Si te gusta Taylor Swift te tiene que gustar todo, si te gusta Lali sos fan de Lali en todo, es tu role model vital. Y eso es una mentalidad de fan, un poco adolescente. No tiene que ver con la forma en que una ficción quiere ser recibida: tienen que pasar otras cosas, te tiene que incomodar, los personajes tienen que hacerte sentir cosas ambiguas, también los querés, creo que ahí está la frontera. La mentalidad del fan, o del hater, es algo de nuestra época. Pensar en consumir por fuera de esa dicotomía es bastante raro.
-“El fin del amor” trata cuestiones en torno a la identidad judía, algo recurrente en tu obra. Y es un nuevo contexto de recepción para hablar de judaísmo.
- Sí. Hay mucha confusión, creo que incluso dentro de la comunidad judía hay muchas internas sobre cuál debería ser la posición de un judío respecto a la violencia en Gaza. La serie la escribimos bastante antes, no nos metemos con los acontecimientos recientes, pero la cuestión aparece de alguna manera. A lo largo de toda la temporada se ve muchos judíos discutiendo sobre el sentido de ser judío, cada uno dándole distintas vueltas. Lo que queríamos mostrar era eso: que lo que significa ser judío en un determinado momento está siempre en disputa.
-¿Se sigue discutiendo en la comunidad judía qué significa ser judío, o la mentalidad de fans y haters ha agrietado y roto el debate?
- Ningún debate en ninguna comunidad es inmune a esta época dicotómica y simplista, con lo cual por supuesto que esas simplificaciones también aparecen en la comunidad judía. Pero de la misma manera que en el resto del mundo, sigue habiendo espacios para discutir con más sutileza.
-Acabás de publicar “Un millón de cuartos propios”, que se cruza con algunas cosas que pasan en la serie. ¿El cuarto propio siempre se está escapando, que siempre falta?
-Creo que sí. El cuarto propio es por un lado algo muy concreto, y por otro es una metáfora de tener tiempo y privacidad. Van juntas: en esta segunda temporada, Tamara vive con su amiga y están todo el tiempo peleando sus espacios. Es algo que tiene que ver con situaciones habitacionales precarias, en el sentido de la dificultad de la gente joven de pagar un alquiler, tener una vivienda. Es un problema que a medida que pasa el tiempo crece: el precio de la tierra es una de las cosas que más aumenta. Desde los tiempos de Virginia Woolf hasta hoy, la pobreza global ha bajado, pero la situación habitacional es más compleja, la gente vive en casas muy pequeñas, el lugar cada vez alcanza menos, sobre todo en las ciudades grandes.
-Sos bastante prolífica escribiendo, ¿cómo has logrado sostener un oficio que parece estar peleado con estos tiempos de hoy, con los mil mensajes que llegan a cada minuto, la radio, hacer entrevistas?
-Tengo muchos amigos con trabajos más difíciles, la gente hace cosas muy complicadas. Todos hacemos lo que podemos. La mayoría de los trabajos hoy se hacen en condiciones muy complicadas en términos de atención, la mayoría de la gente tiene estallado el teléfono, no solo yo. Cualquier trabajo requiere que dejemos el teléfono un rato, y cuando lo agarrás hay veinte problemas más. Es un problema muy complicado para el manejo del tiempo.- “El fin del amor” atraviesa todos estos temas que hemos charlado, y es una de las pocas series hechas por mujeres en el país. Quiero leerte algo que me dijo Erika Halvorsen (cocreadora de la serie) cuando se estrenó la primera temporada: “Lo que pasa con las historias de mujeres contadas por mujeres, es que te bajan un poco el precio. los hombres que toman las decisiones en la industria te mandan al bajo presupuesto, dicen que es muy de nicho”. ¿Cómo ha sido el desarrollo de esta segunda parte en ese sentido?
- Creo que a nosotras no nos pasó tanto, tuvimos una producción muy buena, apoyo de Amazon y K&S… dicho lo cual, me sorprende lo poco que se ha hecho en televisión por y para mujeres. Ahora está “Envidiosa”, estuvieron “Terapia alternativa”, “Supernova”... es bastante poco, pensando en que se hicieron bastantes series en Argentina. Falta mucho: en ese sentido sigue funcionando algo de lo que marcaba Erika. Si vos hacés una serie de barrabravas nadie te dice que es de nicho. ¿Por qué una mitad de la humanidad es de nicho? Ser mujer no es tan excepcional. Es curioso.
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