"Vino the cat", el misterioso graffiti que copa las paredes de La Plata: ¿de qué trata?

Sergio Pomares

La Plata vive un nuevo capítulo en su ya vibrante escena de arte urbano. En los últimos meses, una firma en particular empezó a aparecer en persianas, muros, carteles, columnas y frentes de viviendas: "Vino The Cat". Esta frase, en letras distintivas y muchas veces en colores, se volvió omnipresente en ciertas zonas de la Región. Su irrupción trajo consigo molestias, en una dinámica que refleja la tensión histórica entre la expresión artística en el espacio público y el respeto por la propiedad privada.

No es la primera vez que este tipo de firmas callejeras llama la atención en la ciudad. Tiempo atrás, otra marca generó un fenómeno similar: “Abandonate” como también "ACAB", también replicada por toda la Ciudad, con un estilo visual y de ubicación que hace suponer que se trata del mismo autor o colectivo artístico detrás de esta nueva intervención. Y en algunos casos, hasta dentro de galerías o edificios.

Para muchos, estos graffitis forman parte de una cultura urbana rica y en crecimiento. Son interpretados como gritos silenciosos que atraviesan el cemento, mensajes codificados o poéticos que rompen la monotonía visual de la ciudad. “Vino The Cat" es una marca que aparece en los lugares más inesperados, publicados por quien sería el mismo responsable en redes sociales.

Pero no todos comparten el entusiasmo. Varios frentistas y comerciantes se han quejado por la aparición de estas pintadas en sus propiedades, algunas cuales se han tapado con el trabajo municipal. “Yo tenía recién pintado el frente y me escribieron eso en la pared. Nadie me preguntó, nadie me pidió permiso”, se quejó Oscar, dueño de un local en el centro. “No estoy en contra del arte, pero esto es vandalismo”, sentenció.

La discusión se inscribe en un debate más amplio que recorre las ciudades del mundo: ¿dónde está el límite entre el arte urbano y el daño a la propiedad? ¿El valor artístico de un graffiti justifica su ejecución sin consentimiento? Un informe de los periodistas Máximo Randrup y Federico Ferraresi en 2009 (El graffiti tiene la palabra, su tesis de grado) daba cuenta que un 20 por ciento de la quinta parte del casco urbano -unas 1400 manzanas- estaba intervenida. A más de 15 años, ese número claramente ha ido en aumento.

Si bien han sitios en donde se promueve el muralismo y el arte público con proyectos comunitarios, los graffitis no autorizados en domicilios particulares o fachadas comerciales pueden ser pasibles de sanciones, especialmente si hay denuncias de por medio. Hasta existen cruces en redes sociales entre los responsables de estas marcas y los comerciantes damnificados.

Pese a esto, el fenómeno no cesa. Lejos de esconderse, “Vino The Cat” parece multiplicarse, generando intriga y debates, donde los usuarios comparten imágenes y teorías sobre su significado. Algunos lo leen como un alter ego artístico, otros como una forma de intervención política o social disfrazada de humor o nostalgia. Es un juego de palabras, de "vinoteca" a "vino the cat".

Así, las calles céntricas de la Ciudad -y también aledañas- se convierten una vez más en el escenario de una disputa tan antigua como el arte mismo: ¿es legítimo intervenir el espacio urbano sin pedir permiso? ¿Es arte lo que no se exhibe en una galería? ¿Y quién tiene la última palabra: el artista, el dueño de la pared o la mirada de los vecinos?

Por ahora, Vino The Cat sigue apareciendo. Silencioso, irreverente y misterioso, marcando con su firma una ciudad -aunque también en Buenos Aires- que, entre quejas y sorpresas, no puede dejar de mirarlo.

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