El nombre puede dar pistas sobre lo que viene

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La primera pista sobre el rumbo del próximo Papa será el nombre que elija el ganador. El anuncio “Habemus papam” - “Tenemos un papa”- desde el balcón de la basílica de San Pedro se ve seguido primero por la revelación del nombre de bautismo del nuevo pontífice, en latín, cargado de significado.

Un papa Francisco II significaría continuidad con el legado pastoral del difunto pontífice y su prioridad hacia los marginados. El mismo Francisco bromeó que su sucesor sería Juan XXIV, en honor al Papa progresista de la era del Concilio Vaticano II. El nombre papal más popular del siglo XX, Pío, sería una señal clara de que un tradicionalista retoma el trono de san Pedro. Durante la mayor parte del primer milenio de la Iglesia católica, los papas usaban sus nombres de pila. La primera excepción fue el romano Mercurius del siglo VI, quien llevaba el nombre de un dios pagano y eligió el nombre más apropiado de Juan II.

 

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