Millonaria cosecha delictiva: trabajaba en el campo y vaciaron su casa
Edición Impresa | 8 de Mayo de 2025 | 04:20

Un vecino de un sector rural de la Región se convirtió en las últimas horas en blanco de un millonario robo. Todo sucedió mientras trabajaba la tierra como cada día. Jamás imaginó que esa seguridad de no instalar rejas o dejar la puerta sin llave, costumbres que aún persisten en las zonas más alejadas de la urbe, se iba terminar transformando en la aliada perfecta del delito.
Era martes, siete de la mañana. Con el aire fresco todavía aferrado a la tierra, el hombre —de 56 años, conocedor del ritmo del campo— salió de su casa ubicada en Ruta 2, a la altura del km 74, para comenzar su jornada laboral. El canto de los pájaros, el ruido del viento entre los pastos, nada hacía presagiar el infierno que se desataría horas después. Pasadas las 14:00, una llamada lo sacudió. Personal del barrio privado Haras del Sur II, cuya entrada se encuentra ubicada a pocos kilómetros, lo contactaron alarmados: las cámaras de seguridad habían registrado una escena inquietante a plena luz del día. A las 12:00 del mediodía, dos hombres, montados en una motocicleta, llegaron hasta la tranquera de su hogar. Con movimientos decididos, saltaron el portón como si supieran exactamente lo que hacían. Durante media hora, estuvieron adentro. Sin ser vistos, sin ser escuchados. Un golpe quirúrgico.
El dueño de casa corrió de inmediato apenas se enteró. Lo que encontró fue una imagen que muchos habitantes de estos sectores suelen ver en las noticias: muebles revueltos, cajones vacíos, puertas abiertas. El orden habitual de su hogar había sido desfigurado por manos ajenas.
Pero lo peor estaba por venir. Una antigua escopeta recortada, herencia de su padre, había desaparecido. Junto a ella, dos revólveres de colección, también faltaban. Y como si no bastara, una daga de unos 30 centímetros, con incrustaciones de oro y plata, símbolo familiar de generaciones pasadas, ya no estaba. El golpe final: cinco millones de pesos en efectivo también se habían esfumado.
Llamó al 911. La policía llegó, pero los ladrones ya eran un eco lejano en los campos abiertos.
Lo más escalofriante del relato es la ausencia de daños en la estructura: ni una cerradura rota, ni una ventana forzada. Todo indica que los delincuentes ingresaron por una de las tantas puertas que el hombre, confiado en la calma del lugar, solía dejar sin llave. Usando esta contingencia a su favor, a los hampones solo les bastó con abrir la puerta y entrar como “Como Pancho por su casa”.
Las autoridades barajan la posibilidad de un robo al voleo, aunque hay indicios que podrían señalar algo más meticuloso: ¿fueron estos hombres simples oportunistas, o esperaron pacientemente a que la víctima saliera de su casa para ejecutar un plan trazado con antelación?
El caso sacude a toda la comunidad rural de la zona y, por su puesto, a quienes residen en los barrios privados aledaños que, bien vale la pena recordad, también vienen siendo blancos de la delincuencia pese a las medidas de seguridad con las que cuentan.
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