En menos de 45 minutos huyeron con meses de esfuerzo y sacrificio
Edición Impresa | 19 de Junio de 2025 | 03:47

En apenas 45 minutos, un jubilado perdió lo que le llevó meses reunir con esfuerzo y sacrificio.
El lunes 16 de junio, en una vivienda ubicada sobre Diagonal 79 entre 1 y 115, un hombre mayor fue víctima de un robo bajo la modalidad escruche, que dejó su mundo patas para arriba.
Había salido de su casa a las cinco de la tarde con la tranquilidad de quien cree haber dejado todo bien cerrado.
Cuando regresó, 45 minutos después, nada era igual: su intimidad había sido violada, sus ahorros desaparecidos y su sensación de seguridad, destrozada.
Al ingresar a la propiedad, una imagen desoladora lo recibió: la planta alta, donde está su habitación, estaba completamente revuelta.
Papeles por el suelo, cajones abiertos y el silencio incómodo de lo irremediable.
En medio del caos, lo primero que notó fue el faltante de 2.500.000 pesos, una cifra abrumadora para cualquier trabajador, pero aún más para un jubilado que había logrado reunir ese dinero con meses de cuidado y previsión.
Los billetes -en su mayoría de $20.000- eran el producto directo de su jubilación mensual. Y ahora, no quedaba rastro de ellos.
Además del dinero, el ataque dejó otros daños simbólicos y materiales: su televisor apareció golpeado, con la imagen rota.
Un acto que no parece accidental, sino más bien una muestra de violencia innecesaria, como si los ladrones hubieran querido dejar su sello cruel: destruir uno de los objetos que más protagonismo tiene en la rutina de un jubilado.
Lo más inquietante es que la puerta de ingreso no presentaba signos de violencia. No forzaron nada.
Todo indica que usaron alguna ganzúa o herramienta precisa para abrir con discreción. Un golpe limpio, planificado, quirúrgico.
La hipótesis más firme es que los delincuentes estudiaron a la víctima durante varios días.
Habituados al acecho silencioso, habrían observado sus horarios, sus hábitos, sus momentos de salida.
Cuando notaron el patrón, decidieron actuar. El margen de acción fue mínimo: en apenas tres cuartos de hora, entraron, revolvieron, robaron y huyeron sin dejar más que un torbellino de bronca y angustia.
Por estas horas, los investigadores analizan las cámaras de seguridad de la cuadra, buscando pistas que permitan identificar a los responsables: características físicas, vestimenta, si se movían a pie o en vehículo. Todo puede ser clave.
Lo que ocurrió refleja una de las caras más dolorosas del delito: la que no solo se lleva objetos o dinero, sino también el sacrificio hecho por una persona que decide ahorrar en pos de cumplir un objetivo.
Este jubilado, como tantos otros, venía construyendo con cuidado un fondo personal, quizás para una emergencia, tal vez para ayudar a un familiar o simplemente para vivir con algo de tranquilidad.
Pero todo eso quedó reducido a la nada en menos de una hora. El dolor no es solo económico: es emocional, moral, existencial.
El hecho vuelve a poner en perspectiva una preocupante realidad: la predilección de los ladrones por atacar a jubilados.
Se trata de blancos elegidos con frialdad, bajo la lógica perversa de que son personas vulnerables, con rutinas previsibles, escasas medidas de seguridad y, según las suposiciones que hacen estas bandas, poseedores de grandes sumas de dinero guardadas en sus hogares.
Si bien en esta oportunidad no ocurrió, en la mayoría de los casos, los abuelos deben sumar a las pérdidas económicas la violencia y el desdén con los que suelen ser tratados por delincuentes dispuestos a todo.
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