Algunos acuerdos para “cambiar de aire” sin romper un compromiso
Edición Impresa | 29 de Junio de 2025 | 03:31

En la escena íntima de muchas parejas actuales, algo se está moviendo lejos de los mandatos tradicionales. Lejos del ideal romántico de exclusividad perpetua, y más allá del engaño solapado de la infidelidad, un número creciente de vínculos amorosos opta por escribir sus propias reglas. Acuerdos explícitos, consentidos y cada vez más variados buscan abrir espacio al deseo sin quebrar el compromiso. No se trata ya de “permitirse una canita al aire”, sino de un nuevo paradigma relacional: lo que importa no es la fidelidad sexual sino la honestidad, el consenso y la negociación constante. El objetivo no es la ruptura, sino la expansión.
En ese abanico aparecen formas como el poliamor, las relaciones abiertas, el swinging, los vínculos monogamish, las experiencias sexuales esporádicas sin afecto, o incluso la anarquía relacional. Todas, con diferencias y matices, comparten una premisa: lo que tradicionalmente se consideró una traición puede, bajo otras condiciones, ser una práctica compartida, pactada y celebrada.
Las relaciones abiertas son tal vez el modelo más difundido. Consisten en parejas que conservan un lazo emocional exclusivo, pero se permiten experiencias sexuales con terceras personas. Algunos ponen límites estrictos —con quién, con qué frecuencia, bajo qué condiciones— y otros dejan mayor margen a la espontaneidad. Lo central es que haya acuerdo explícito. La lógica no es “hacer lo que uno quiere”, sino “negociar lo que ambos quieren”. La apertura no es solo sexual, sino comunicacional.
En el poliamor, en cambio, se habilita no solo el deseo sino el afecto. Se pueden mantener vínculos amorosos múltiples, cada uno con su tiempo, profundidad y características. Este modelo desafía de lleno la exclusividad amorosa como valor supremo. Para quienes lo practican, no hay competencia entre amores, sino coexistencia: se puede amar a más de una persona sin traicionar a ninguna. Eso sí, con mucha conversación, cuidado emocional y acuerdos dinámicos. No hay libretos prefabricados. Todo se crea sobre la marcha.
El swinging, o intercambio de parejas, aparece como una alternativa para quienes desean explorar la sexualidad grupal o el juego erótico en comunidad, pero sin poner en jaque el vínculo emocional primario. Se trata de experiencias organizadas, con reglas claras y consensos que pueden ir desde “solo miramos” hasta “interactuamos con otros pero no nos separamos nunca en la misma habitación”. Algunas parejas lo hacen ocasionalmente; otras, como estilo de vida.
La anarquía relacional va un paso más allá: propone desjerarquizar los vínculos y construir relaciones sin etiquetas fijas. El afecto no se ordena en una pirámide (pareja principal, amigos, amantes), sino que cada relación se define según su propio curso. No hay diferencia moral entre una pareja “seria” y un vínculo ocasional. Cada lazo tiene su importancia, su ética, su intensidad, sin necesidad de clasificarlos.
Dentro de todos estos modelos, hay quienes pactan aventuras sexuales sin lazos afectivos, como forma de ventilar la rutina o explorar deseos sin comprometer el lazo central. La clave está en cómo se estructura ese acuerdo. Algunos prefieren mantenerlo en secreto mutuo, otros quieren saber cada detalle. Hay parejas que acuerdan solo sexo fuera del hogar, otras que permiten la interacción si se da de viaje, o con desconocidos. Las combinaciones son infinitas, pero lo fundamental es que ambas partes lo sepan y lo acepten.
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