La dura revelación sobre la salud de Bilardo: "Carlos ya no me reconoce"
| 15 de Julio de 2025 | 11:24

Miguel Ángel Lemme, amigo personal, asistente, confidente y compañero inseparable del Carlos Salvador Bilardo (87) desde 1982, dibujó en palabras una de las postales más tristes y conmovedoras que dejó el fútbol argentino en los últimos tiempos: la dura realidad de Carlos Salvador Bilardo, el técnico campeón del mundo en 1986, hoy atravesado por una enfermedad neurodegenerativa irreversible.
“Estuve el sábado con él, después cayó la familia. La enfermedad que tiene no es recuperable, pero lo veo bien. El tema es que ya no me reconoce”, confesó Lemme con la voz quebrada en una entrevista con Súperdeportivo Radio. Y agregó: “A veces confunde a la mujer con la hija y al revés. Yo dije siempre: el día que no me reconozca no voy más, pero es más fuerte que yo. No lo puedo dejar”.
La escena es íntima, desoladora y a la vez de una ternura inconmensurable. Lemme viaja tres veces por semana a visitarlo, aunque admite que cada encuentro le deja cicatrices invisibles. “Hay días que me vuelvo llorando a mi casa. Él siempre me buscó para ayudarlo. No le suelto la mano ni loco. Voy a estar a su lado hasta que Dios lo decida”.
Aquel sábado, como todos los días en los que lo visita, Lemme llegó cantando “Es el equipo del Narigón”, ese canto que tantas veces lo acompañó en las canchas, ahora resignificado en el silencio de una habitación. Y entonces, un breve diálogo:
—¿Cómo estás, doctorazo?
Bilardo dormía. Pero se despertó y preguntó:
—¿Qué hacemos acá?
—¿Dónde querés estar? ¿Dónde estábamos antes? -le respondió Lemme.
—Sí, sí, sí -contestó el Doctor, como reconociendo, desde algún rincón escondido de su memoria, a ese Lemme que nunca dejó de estar.
“Ahí exploté”, confesó. “A veces me vuelvo llorando las 21 cuadras que tengo de distancia con su casa”.
La enfermedad avanza, lenta pero firme. Carlos Bilardo vive en una realidad donde los recuerdos se disuelven, pero hay algo que permanece: el amor incondicional de quienes lo rodean. Miguel Lemme es el testimonio vivo de esa lealtad que no necesita reconocimiento, ni gloria, ni títulos. Solo necesita afecto.
Bilardo no está solo. Aunque ya no recuerde quién es Miguel Lemme, Miguel sí recuerda quién es Carlos. Y eso, a veces, es todo lo que importa.
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