El ocaso de los ensayos nucleares

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Tras la primera bomba atómica lanzada en el desierto de Alamogordo, desde entonces y hasta la apertura del Tratado de Prohibición Completa de Ensayos Nucleares (TPCEN) en 1996, se realizaron más de 2.000 pruebas nucleares en todo el planeta, marcadas por el desarrollo tecnológico, tensiones internacionales y catástrofes ambientales.

Estados Unidos encabezó la lista con 1.032 pruebas, seguido por la Unión Soviética con 715, Francia con 210, y otros países como China, Reino Unido, India y, más adelante, Pakistán y Corea del Norte.

Estas detonaciones no se limitaron a un solo entorno: se realizaron explosiones en tierra, bajo tierra, en el aire y bajo el agua, con consecuencias que aún hoy se monitorean.

El avance de los ensayos y su progresiva sofisticación generaron preocupación mundial, sobre todo por los efectos de la lluvia radioactiva.

La detonación Castle Bravo en 1954, la más potente de Estados Unidos, fue también el mayor desastre radiológico en tiempos de ensayo, contaminando a civiles, militares y hasta a una tripulación pesquera japonesa.

TRATADO DE PROHIBICIÓN

A raíz de estos impactos, en 1963 se firmó el Tratado de Prohibición Parcial de Ensayos, que prohibió las pruebas nucleares atmosféricas, submarinas y espaciales. Sin embargo, permitió los test subterráneos, que pasaron a concentrar el 75% de las explosiones nucleares durante la Guerra Fría.

Fue recién en 1996 cuando el TPCEN prohibió todas las explosiones nucleares, aunque aún no ha entrado en vigor debido a la falta de ratificación por parte de ocho Estados clave, entre ellos Estados Unidos, China, India, Pakistán y Corea del Norte. Esta última es responsable de las últimas pruebas conocidas, con seis ensayos entre 2006 y 2017, desafiando la moratoria de facto instaurada por la comunidad internacional.

 

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