Carlos III y un homenaje distinto: menos romanticismo, más memoria del dolor
Edición Impresa | 24 de Agosto de 2025 | 06:46

Por VIRGINIA BLONDEAU
“Cuando regresen a casa, cuenten acerca de nosotros y digan: Por el futuro de ustedes, nosotros entregamos el presente”. Estas son las palabras que dan la bienvenida a los visitantes del cementerio de Kohima, donde descansan restos de soldados británicos que lucharon en la Segunda Guerra Mundial.
El rey Carlos III finalizó con esta frase el discurso que se transmitió por radio la semana pasada para recordar los 80 años de la rendición incondicional del imperio japonés y, como consecuencia, la finalización de la guerra que había azotado a Europa y Asia durante seis años.
Puede parecer un poco anticuado que, con todos los canales de comunicación existentes, Carlos haya elegido la radio para dirigirse al país. Sin imágenes, sin panelistas, sin distracciones. Sola la voz de un hombre emulando a su abuelo, el rey Jorge VI, quien en la mañana del 15 de agosto de 1945, despertó a los británicos de una pesadilla al decirles “La guerra ha terminado”. Su discurso, transmitido por radio, fue uno de los más recordados de su reinado. La voz de Jorge resonó en todos los hogares, una voz temblorosa pero ya no por su tartamudez (que a esa altura había sido superada), sino por la emoción.
Carlos invocó a su abuelo en un discurso muy significativo. La frase de Kohima habla de pasado, presente y futuro y remarca la necesidad de seguir contando la epopeya para no olvidar a los héroes. Ya hay pocos sobrevivientes de la Segunda Guerra y muchos superan los cien años pero la familia real británica se toma muy en serio lo de liderar la memoria emotiva y no olvidar que la nación es lo que es gracias a aquellos que entregaron su vida.
El Rey con el capitán Abbas
Los homenajes, las películas, las novelas y, sobre todo, el tiempo transcurrido, suelen cubrir con un manto de romanticismo a las contiendas bélicas. Soportamos mejor el horror de la guerra si solo recordamos la camaradería, los amores furtivos en las tiendas de campaña y a Marilyn Monroe cantando en el frente de batalla. Pero la romantización de la guerra nos hace minimizar el sufrimiento, idealizar el conflicto y crear leyendas que distorsionan la realidad histórica.
La familia real, con la mejor voluntad, ha propiciado siempre la construcción de este mito pero en su reciente discurso el rey Carlos III ha preferido no soslayar el sufrimiento de los prisioneros, la hambruna, la desolación cuando todo termina y la masacre que produjo la bomba de Hiroshima. El discurso fue una reflexión solemne y profunda, equilibrando el homenaje histórico con un llamado a valorar y proteger las libertades consolidadas gracias al sacrificio de la guerra.
Por la tarde el rey y la reina Camila asistieron a un acto en el que participaron soldados y veteranos. Entre ellos el capitán Yavar Abbas, de 104 años, para leer algunas páginas del diario que había escrito mientras estaba en el frente. Y fue un momento muy especial.
“Antes de leer el extracto me disculpo por salirme brevemente del guión para saludar a mi valiente rey, quien está aquí con su querida reina, a pesar de estar bajo tratamiento para el cáncer. Algo que comparto con él y sobre el que quiero proporcionarle consuelo ya que me he desecho (de la enfermedad) hace 25 años y aún sigo aquí. Y lo saludo, por honrar esta ocasión. Porque su presencia aquí es el camino para asegurarse de que el ejército de su abuelo nunca vuelva a recibir el apodo del Ejército Olvidado”
Abbas se refirió así a los soldados destinados en el sudeste asiático, liderados por lord Mountbatten, tío abuelo, mentor, consejero y como un segundo padre para Carlos. Después de los aplausos, Abbas comenzó su lectura: “Mañana, espero vivir para hacer cosas mejores. Podría haber muerto dos veces antes, pero todavía estoy vivo. Me sorprendería si tuviera una tercera vida.”
La entonces princesa Isabel fue chofer de ambulancia en la Segunda Guerra
Ya a esta altura las cámaras enfocaban a los reyes que, fuera de todo protocolo, tenían los ojos llenos de lágrimas. Camila las dejó fluir y Carlos se tapó disimuladamente la boca cuyos labios temblaban de emoción. “Casi lloré” le dijo luego al capitán Abbas como si fuera un niño contando una picardía. Y es que su madre, la contenida reina Isabel II, y su padre, el poco sentimental Felipe, le deben haber taladrado la cabeza desde su infancia con la cantinela de que no se llora en público. Tuvo que esperar hasta los 76 años para hacerlo.
Los duques de Edimburgo y los duques de Gloucester también fueron protagonistas de sendos actos en otras ciudades del país. ¿Los grandes ausentes? Los príncipes de Gales que se limitaron a mandar a postear unas lindas frases en Instagram.
Cuando Guillermo sea rey ya no quedarán veteranos en este mundo, se habrá terminado la memoria viva y no habrá ningún inglés que haya escuchado el discurso del rey Jorge VI en 1945. Los actores solo vivirán en el recuerdo. El joven rey deberá elegir entre conservar el mito o, por el contrario, dar vuelta la página y olvidar la guerra. A juzgar por su actitud, habrá respeto pero no lágrimas de emoción.
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