El eco de la culpa: la gran obra de Brizuela
Edición Impresa | 3 de Agosto de 2025 | 02:30

“Si me hubieran llamado a declarar, pienso. Pero eso es imposible. Quizá, por eso, escribo”. Así comienza “Una misma noche” (2012), la novela con la que Leopoldo Brizuela obtuvo el Premio Alfaguara. Desde esa primera línea, el narrador Leonardo Bazán —un escritor ya maduro que ha vuelto a vivir con su madre anciana en La Plata— se asoma al recuerdo, a la culpa, al miedo y a la necesidad desesperada de reconstruir un pasado que lo atormenta.
La madrugada del 30 de marzo de 2010, Bazán presencia un operativo policial en la casa de sus vecinos. La escena es precisa, casi quirúrgica: patrulleros, móviles de la Científica, logística y violencia organizada.
Pero no es la primera vez que algo así ocurre en esa casa. En 1976, cuando él tenía 13 años, fue testigo junto a sus padres de un allanamiento similar en ese mismo lugar, entonces habitado por los Kuperman. Esa noche quedó grabada a fuego. Desde entonces, algo se quebró en su interior: no solo el trauma de la violencia de Estado, sino la sospecha —la certeza— de que su padre colaboró o miró hacia otro lado.
Como en un cuaderno de notas, Bazán escribe. No solo para entender qué ocurrió afuera, en la vereda, en la casa vecina. Escribe, sobre todo, para entender qué ocurrió dentro suyo, dentro de su familia. ¿Qué responsabilidad tuvo él, aún niño, en esa historia? ¿Qué responsabilidad cargan sus padres? ¿Cómo se sobrevive cuando se descubre la propia cobardía, o peor, la indiferencia?
Brizuela construye un relato en el que se cruzan los hilos del presente y el pasado, del miedo íntimo y el terror colectivo.
La escritura se vuelve herramienta de investigación y al mismo tiempo, de expiación. La figura de los Kuperman, víctimas silenciosas del terrorismo de Estado, emerge como el núcleo de una memoria que se niega a desvanecerse.
A través de ella, el narrador busca redención. Pero también justicia, o al menos comprensión.
Con una prosa introspectiva y sobria, Brizuela ensaya un policial del alma, donde no hay cadáveres pero sí heridas abiertas.
“Una misma noche” no busca respuestas fáciles ni acusa con liviandad. Más bien, se adentra en la zona gris de la historia argentina, allí donde el horror no solo se perpetró en cuarteles y centros clandestinos, sino también en los gestos mínimos de quienes eligieron callar, no preguntar, correr la mirada.
Brizuela logró una novela valiente y necesaria. Íntima y política a la vez, cuestiona no solo a los verdugos, sino a los testigos. A los que estuvieron, vieron, supieron y sin embargo callaron. Es una novela sobre la culpa y el coraje, sobre lo que se puede y no se puede narrar, y sobre cómo, a veces, escribir es la única forma de declarar.
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE