Dormir de otras formas siendo deportista, ¿es una de las claves invisibles del rendimiento?

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Para los atletas de alto nivel, entrenar no solo significa horas de gimnasio, pistas de atletismo o pileta: también implica descansar con precisión científica. El sueño, muchas veces subestimado, se ha revelado como un componente esencial para la recuperación física, el rendimiento cognitivo y la estabilidad emocional. Estudios recientes muestran que no dormir lo suficiente o de manera inadecuada puede comprometer la fuerza, la resistencia, la coordinación y los tiempos de reacción, impactando directamente en el desempeño durante competencias de élite.

Investigaciones con nadadores, jugadores de baloncesto y tenistas han demostrado que extender la duración del sueño hasta 10 horas por noche tiene efectos notables: mejoras en sprints, precisión de tiros, tiempos de reacción, virajes, patadas y saques, así como un aumento del estado de ánimo y una reducción de la fatiga diurna. Incluso siestas estratégicas de entre 20 y 90 minutos contribuyen a restaurar el rendimiento tras noches de sueño insuficiente y a potenciar la atención y la capacidad de reacción, fundamentales en deportes que requieren toma de decisiones rápidas.

El sueño profundo y el REM cumplen funciones complementarias: mientras el primero permite la recuperación muscular y la reparación física, el segundo consolida la memoria y facilita el aprendizaje de nuevas habilidades motoras. La privación de sueño, parcial o total, deteriora estas funciones, generando irritabilidad, disminución de la motivación y un mayor riesgo de lesiones. Investigaciones señalan que los atletas que duermen menos de siete horas —algo común debido a viajes, competencias nocturnas, nervios precompetitivos o exigencias de entrenamiento— muestran un rendimiento físico y cognitivo significativamente menor.

El manejo del sueño no se limita a dormir más horas. La higiene del sueño, que incluye mantener un horario regular, preparar un entorno oscuro y silencioso, limitar el uso de dispositivos electrónicos y evitar cafeína antes de dormir, resulta clave para alcanzar un descanso de calidad. Estrategias complementarias como la exposición a luz roja, mindfulness o la inmersión en agua fría muestran resultados prometedores en la mejora del sueño y la recuperación, aunque requieren un abordaje individualizado y seguimiento constante.

Los especialistas coinciden en que el sueño debe considerarse un “cimientos de la construcción” del rendimiento deportivo, al mismo nivel que la nutrición y el entrenamiento físico. Adaptar los patrones de sueño al cronotipo del atleta, anticipar el jet lag en viajes transmeridianos y programar siestas estratégicas son herramientas que los entrenadores de élite ya aplican para optimizar cada minuto de descanso. La evidencia científica es clara: aumentar la cantidad y calidad del sueño no solo potencia el rendimiento en la cancha o en la pista, sino que también protege la salud física, cognitiva y emocional de los deportistas, convirtiéndose en un aliado invisible pero decisivo en la búsqueda de la excelencia.

Los jugadores de fútbol del Club Riestra entrenan de madrugada / Web

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