Gobernadores, legislativas y poder desde el interior

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Juan Manuel Berón

eleconomista.com.ar

La política argentina vive una etapa de desgaste acelerado en sus polaridades tradicionales. Con el sistema partidario nacional fragmentado y el poder presidencial orientado a una lógica confrontativa y centralista, las provincias vuelven a escena. Esta vez no como aliadas menores ni como expresión residual del viejo régimen, sino como actores con iniciativa, estrategia y una demanda explícita de representación: voz propia en el Congreso.

El frente que anunciaron el miércoles 30 de julio los gobernadores de Córdoba, Santa Fe, Jujuy, Chubut y Santa Cruz —liderados en el encuentro por Ignacio Torres y con la participación clave de Martín Llaryora y Juan Schiaretti— no es sólo una novedad electoral. Es, sobre todo, una señal política. En un país donde las tensiones territoriales han sido históricamente contenidas por estructuras nacionales verticales, esta articulación subnacional plantea una hipótesis distinta: el federalismo puede dejar de ser un reclamo defensivo y transformarse en plataforma de poder legislativo.

reacción institucional

La decisión de competir “mancomunadamente” en las elecciones de octubre no responde solo al recorte presupuestario del gobierno nacional, aunque ese fue claramente el catalizador. Lo que subyace es una tensión estructural: las provincias, sobre todo las productivas, reclaman previsibilidad fiscal, distribución razonable de los recursos y respeto por sus márgenes de decisión. El ahogo financiero al que las ha sometido el Ejecutivo nacional —con la discontinuidad de los Aportes del Tesoro Nacional y la recentralización de fondos específicos— desató una respuesta que ya no se limita a notas de reclamo o recursos judiciales, sino que se traslada al terreno político: ocupar bancas, construir bloques, disputar agenda.

Desde una perspectiva institucional, este movimiento busca corregir un desbalance. La hiper presidencialización argentina —acentuada con Milei, pero no iniciada con él— vacía al Congreso y deja a las provincias como rehenes de una negociación bilateral. La conformación de un frente federal en el plano legislativo reconfigura ese escenario: convierte al Congreso en un campo de representación territorial más nítido y al federalismo en una estrategia activa, no en una queja.

¿Reordenamiento del sistema o tercerismo electoral? A primera vista, este frente puede parecer otro intento de “tercera vía” en un país que ha probado varios sin éxito duradero. Pero hay diferencias sustanciales. No se trata de una coalición nacional con ambiciones presidenciales, sino de una articulación parlamentaria desde lo subnacional. Y no se define por una identidad ideológica, sino por un vector común: el federalismo operativo.

La pertenencia partidaria de los gobernadores —peronistas no alineados, radicales, PRO, sindicalistas— confirma el carácter transversal del armado. Lo que los une no es un credo político, sino una lógica de gestión, una cultura de equilibrio fiscal y una mirada pragmática sobre el desarrollo territorial. En términos de Giovanni Sartori, este espacio no intenta formar un “partido mediano” para disputar el centro del electorado, sino un bloque funcional que interviene en la dinámica real de poder: la legislativa.

¿Puede esto traducirse en un nuevo clivaje? Quizás no en lo inmediato, pero sí en términos de largo plazo. El eje kirchnerismo-antikirchnerismo parece agotado. La novedad libertaria, en su versión gobernante, erosiona su propio capital simbólico. Mientras tanto, emerge un conflicto más profundo: Nación vs. provincias, recentralización vs. autonomía, administración unitaria del ajuste vs. gobernabilidad compartida. Ese es el campo donde se juega este nuevo intento.

Córdoba como núcleo articulador

El rol de Córdoba no es menor. Con Schiaretti como figura que trabajó pacientemente este armado desde 2023, y Llaryora como gobernador que combina solvencia fiscal con identidad territorial, la provincia aparece otra vez como articuladora de un espacio político sin anclaje en el AMBA. El cordobesismo, con su énfasis en la gestión, el desarrollo productivo y la distancia de las lógicas porteñas, se convierte en modelo y núcleo a la vez.

Este frente no busca imponer una agenda cordobesa, pero Córdoba aporta un know how político: cómo construir poder sin depender de la centralidad mediática, cómo administrar sin déficit y cómo sostener identidades subnacionales sin caer en el aislacionismo. En un país donde el poder tiende a concentrarse, Córdoba demuestra que la descentralización puede ser funcional, viable y políticamente rentable.

La elección legislativa de octubre ya no será solo una evaluación del gobierno de Javier Milei ni una revancha de las fuerzas tradicionales. Puede ser el punto de inflexión para que el federalismo pase de consigna a estructura. Lo que está en juego no es solamente la cantidad de bancas, sino el peso de las provincias en la arquitectura del poder nacional.

Si este frente logra sostener cohesión, ampliar su base y articular una agenda legislativa clara —infraestructura, distribución de recursos, desarrollo productivo—, puede convertirse en una tercera columna en la política argentina: ni oposición reactiva ni oficialismo sumiso, sino un centro político de anclaje territorial.

En otras palabras: lo que nació como defensa puede convertirse en propuesta. Y lo que empezó como un grito puede derivar en una gramática institucional nueva. Porque en tiempos de polarización agotada y gobiernos con déficit de legitimidad territorial, quizás el futuro no venga desde arriba, sino desde el interior.

 

 

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