Contaminación, soledad y estrés: las nuevas amenazas para el corazón

La salud cardiovascular ya no depende sólo de controlar la presión y el colesterol. Expertos advierten que factores menos visibles están detrás del aumento de infartos y accidentes cerebrovasculares a nivel global

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La idea de que para proteger el corazón basta con evitar, controlar la presión y tener a raya el colesterol quedó atrás. Hoy los cardiólogos coinciden en que hay que atender además amenazas mucho más amplias y, a menudo, silenciosas. La obesidad, la contaminación ambiental, el estrés crónico, el insomnio y la soledad se han convertido en los nuevos actores protagónicos del riesgo cardiovascular.

“Tradicionalmente, los factores de riesgo más conocidos han sido la hipertensión, la diabetes, el colesterol alto y el tabaquismo. Pero emergen nuevos riesgos que cobran cada vez más relevancia”, resume la cardióloga Susana Ginestar, de Boreal Salud.

La advertencia no es menor: las afecciones cardíacas continúan siendo la primera causa de muerte global, y estos “enemigos invisibles” pueden pasar inadvertidos en los chequeos de rutina.

Entre los factores emergentes, la obesidad es el más evidente y, al mismo tiempo, el más difícil de revertir. No sólo dispara la presión arterial y altera los niveles de azúcar en sangre, sino que actúa como gatillo de infartos, accidentes cerebrovasculares e insuficiencia cardíaca.

En Argentina, más del 60 % de los adultos presenta sobrepeso u obesidad. “Es una verdadera pandemia, y cada kilo de más incrementa el riesgo cardiovascular”, insiste Ginestar.

Otro enemigo poco sospechado es la contaminación ambiental. Cada vez más evidencias advierten que respirar aire cargado de partículas finas incrementa la inflamación de las arterias y eleva la posibilidad de sufrir un infarto.

Lo preocupantes es que se trata de un factor de riesgo que la mayoría de las personas que dependen de entornos urbanos para subsistir no pueden evitar. De ahí que reducir su incidencia requiere políticas públicas de transporte, energía y urbanismo, ya que vivir en ciudades con alta polución equivale, en términos de riesgo cardíaco, a fumar de manera pasiva.

EL DESGASTE COTIDIANO

El estrés crónico se ha convertido en otro disparador silencioso de infartos y ACVs. La vida laboral acelerada, la presión económica y la falta de descanso elevan el nivel de cortisol en sangre, lo que favorece la hipertensión y las arritmias.

El insomnio, compañero frecuente del estrés, agrava la situación: dormir poco o mal multiplica la probabilidad de sufrir un evento cardiovascular.

Pero acaso el factor de riesgo más subestimado de todos sea la soledad. Diversos estudios la relacionan con una mayor probabilidad de muerte por enfermedad cardíaca. La falta de vínculos sociales estables impacta en la presión arterial, el ritmo cardíaco y los hábitos diarios.

Y es que el aislamiento, especialmente en adultos mayores, se traduce en sedentarismo, peor alimentación y menos controles médicos.

Otros elementos que la ciencia vigila de cerca son la dislipemia heterogénea —colesterol LDL y triglicéridos altos junto con niveles bajos de HDL— y los marcadores de inflamación y predisposición genética. Son alteraciones que no se perciben a simple vista y solo se detectan mediante estudios de laboratorio.

MÁS ALLÁ DE LO INDIVIDUAL

Prevenir ya no es solo una decisión personal. “Las mujeres que son sostén de familia muchas veces no pueden costear chequeos ni encontrar tiempo para cuidarse. La soledad, la angustia y el estrés se canalizan en comida y eso deriva en obesidad y mayor riesgo cardiovascular”, remarcan desde Boreal Salud.

Las condiciones sociales, la inequidad económica y el acceso limitado a servicios de salud amplifican estos problemas.

En suma, controlar la presión, comer sano, hacer ejercicio y dejar el cigarrillo siguen siendo claves, pero el siglo XXI exige ir más allá. Respirar aire limpio, reducir el estrés, mejorar el descanso y tejer redes de apoyo son hoy parte del cuidado del corazón.

Las políticas públicas —desde transporte menos contaminante hasta programas comunitarios que combatan el aislamiento— se vuelven tan importantes como las decisiones individuales.

Emergen nuevos riesgos para la salud del corazón que cobran una relevancia mayor

El estrés crónico se ha convertido en otro disparador silencioso de infartos y ACVs.

 

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