La importancia de premiar el esfuerzo y la dedicación
| 22 de Marzo de 2002 | 00:00
El lunes pasado, coincidiendo con el inicio del año académico, la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de La Plata distinguió a sus mejores promedios. Actos que se reiteran en cada facultad y que culminan con una ceremonia general en donde la ciudad, a través de sus autoridades, premia también este esfuerzo. Y es sin duda saludable que los mejores egresados sean reconocidos y se destaquen sus méritos, pero sería también importante que esa valoración adquiriera otra proyección, más efectiva.
Concretamente se deberían instrumentar mecanismos que estimulen y que demuestren que obtener un brillante promedio no sólo garantizará la entrega de una medalla o un diploma de honor, sino también beneficios tangibles para lograr la inserción profesional o para acceder a regímenes de perfeccionamiento. Eso se lograría si, por ejemplo, la Universidad tramitara becas de perfeccionamiento, en el país o en el exterior, a sus mejores promedios. O si garantizara pasantías profesionales para los egresados más destacados por citar sólo algunos ejemplos. Algunas de estas cosas se intentan y concretan. Pero no existe un sistema establecido de premios y compensaciones.
Podría alegarse que la Universidad enfrenta restricciones presupuestarias que limitan las iniciativas que puedan plantearse en esta dirección. Pero muchas de estas cosas podrían hacerse a través de convenios con el sector privado. También en ese sentido existen algunas experiencias, pero dispersas.
De lo que se trata, en definitiva, es de alentar a los mejores. Esa, por supuesto, debería ser la norma en todos los ámbitos, pero en la Universidad, como institución formadora, debería constituir una especial preocupación.
Concretamente se deberían instrumentar mecanismos que estimulen y que demuestren que obtener un brillante promedio no sólo garantizará la entrega de una medalla o un diploma de honor, sino también beneficios tangibles para lograr la inserción profesional o para acceder a regímenes de perfeccionamiento. Eso se lograría si, por ejemplo, la Universidad tramitara becas de perfeccionamiento, en el país o en el exterior, a sus mejores promedios. O si garantizara pasantías profesionales para los egresados más destacados por citar sólo algunos ejemplos. Algunas de estas cosas se intentan y concretan. Pero no existe un sistema establecido de premios y compensaciones.
Podría alegarse que la Universidad enfrenta restricciones presupuestarias que limitan las iniciativas que puedan plantearse en esta dirección. Pero muchas de estas cosas podrían hacerse a través de convenios con el sector privado. También en ese sentido existen algunas experiencias, pero dispersas.
De lo que se trata, en definitiva, es de alentar a los mejores. Esa, por supuesto, debería ser la norma en todos los ámbitos, pero en la Universidad, como institución formadora, debería constituir una especial preocupación.
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