Hace 30 años, Perón echó de la Plaza a los Montoneros
Fue el 1º de Mayo de 1974, una fecha especial para la liturgia del Justicialismo
| 2 de Mayo de 2004 | 00:00

No hubo actos ni comunicados públicos. Pero en la geografía
del justicialismo se conmemoró íntimamente ayer el 30 aniversario
del "último 1º de mayo de Juan Domingo Perón", una fecha que el
extinto general celebró a lo largo de sus Presidencias hablando
ante multitudes congregadas en la Plaza de Mayo, con las que el
peronismo exhibía la importancia que el partido y su conductor le
adjudicaban al movimiento sindical. Pero la conmemoración de aquel
"último 1º de mayo" conlleva para el PJ un valor agregado fundamental:
fue el día que, al reivindicar nuevamente al sindicalismo peronista,
Perón echó a los Montoneros de la histórica plaza y, de hecho, del
movimiento justicialista.
En el exilio desde 1955, Perón había elogiado desde 1970 en adelante, abiertamente, a la rama de la Juventud del justicialismo y no había ocultado simpatías con las organizaciones que, como Montoneros y FAP, se definían como peronistas y hacían una expresa opción por el uso de las armas y las acciones violentas. Pero desde que Perón asumió por tercera vez la Presidencia de la Nación en octubre de 1973, esas agrupaciones comenzaron a cuestionar algunas figuras que el viejo líder nombraba en su gabinete, mientras se sucedían atentados contra dirigentes sindicales peronistas -definidos por entonces como la "derecha peronista"- que eran atribuidos a los grupos vinculados a la JP y a Montoneros.
Fue en ese contexto que Perón hizo su último discurso de un 1º de mayo.
Desde temprano, la Juventud y Montoneros habían instalado sus contingentes militantes en la Plaza de Mayo y mostraron sus controversias con el Presidente con un latiguillo infatigablemente cantado por horas: "Qué pasa, qué pasa, qué pasa general, que está lleno de gorilas el gobierno popular".
Perón les respondió cómo nunca hubieran imaginado los líderes de esos grupos. Combinó una reivindicación de los sectores gremiales ortodoxos con un primer insulto a las agrupaciones que lo criticaban. Elogió "la calidad de la organización sindical, que se mantuvo a través de 20 años", y disparó: "pese a estos estúpidos que gritan".
Y a renglón seguido, volvió mezclar el elogio a los dirigentes gremiales con la crítica a los grupos juveniles de izquierda. "A través de estos 20 años -dijo-, las organizaciones sindicales se han mantenido inconmovibles, y hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más méritos que los que lucharon durante 20 años".
Fue más lejos inclusive Perón. Rindió "homenaje a esas organizaciones y a esos dirigentes.... que han visto caer a sus dirigentes asesinados, sin que todavía haya tronado el escarmiento".
La JP y Montoneros se dieron por aludidos y no esperaron que el Presidente terminara su discurso para retirarse de la Plaza. Para ellos, para el resto, para la Historia, estaba claro que Perón los había echado.
Perón moriría dos meses después. Y aquellos dos sectores que tan nítidamente habían quedado definidos aquel 1º de mayo en la Plaza llevarían a la Argentina a sus días más aciagos.
En el exilio desde 1955, Perón había elogiado desde 1970 en adelante, abiertamente, a la rama de la Juventud del justicialismo y no había ocultado simpatías con las organizaciones que, como Montoneros y FAP, se definían como peronistas y hacían una expresa opción por el uso de las armas y las acciones violentas. Pero desde que Perón asumió por tercera vez la Presidencia de la Nación en octubre de 1973, esas agrupaciones comenzaron a cuestionar algunas figuras que el viejo líder nombraba en su gabinete, mientras se sucedían atentados contra dirigentes sindicales peronistas -definidos por entonces como la "derecha peronista"- que eran atribuidos a los grupos vinculados a la JP y a Montoneros.
Fue en ese contexto que Perón hizo su último discurso de un 1º de mayo.
Desde temprano, la Juventud y Montoneros habían instalado sus contingentes militantes en la Plaza de Mayo y mostraron sus controversias con el Presidente con un latiguillo infatigablemente cantado por horas: "Qué pasa, qué pasa, qué pasa general, que está lleno de gorilas el gobierno popular".
Perón les respondió cómo nunca hubieran imaginado los líderes de esos grupos. Combinó una reivindicación de los sectores gremiales ortodoxos con un primer insulto a las agrupaciones que lo criticaban. Elogió "la calidad de la organización sindical, que se mantuvo a través de 20 años", y disparó: "pese a estos estúpidos que gritan".
Y a renglón seguido, volvió mezclar el elogio a los dirigentes gremiales con la crítica a los grupos juveniles de izquierda. "A través de estos 20 años -dijo-, las organizaciones sindicales se han mantenido inconmovibles, y hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más méritos que los que lucharon durante 20 años".
Fue más lejos inclusive Perón. Rindió "homenaje a esas organizaciones y a esos dirigentes.... que han visto caer a sus dirigentes asesinados, sin que todavía haya tronado el escarmiento".
La JP y Montoneros se dieron por aludidos y no esperaron que el Presidente terminara su discurso para retirarse de la Plaza. Para ellos, para el resto, para la Historia, estaba claro que Perón los había echado.
Perón moriría dos meses después. Y aquellos dos sectores que tan nítidamente habían quedado definidos aquel 1º de mayo en la Plaza llevarían a la Argentina a sus días más aciagos.
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