Pbro. Laureano Diez y Diez

Hondo pesar en la comunidad católica y de la ciudad produjo el fallecimiento del Pbro. Laureano Diez y Diez.

Había nacido en Joarilla de las Matas provincia de León en España el 3 de diciembre de 1932 y era hijo de José Diez y María Angeles Diez. Llegó de joven a la Argentina junto con su tío el Pbro. Federico Gago Diez; estudió en el Seminario de La Plata. Ordenado sacerdote el 20 de diciembre de 1958 en el Seminario Mayor San José por Monseñor Antonio Plaza, comenzó su apostolado junto a su tío en la parroquia Nuestra Señora de Luján de La Plata, mientras acompañaba como organista y Capellán de Corolas funciones de los Canónigos en la Catedral.

El 14 de diciembre de 1962 Monseñor Plaza lo designa párroco de la recién creada parroquia de San Miguel Arcángel en el Barrio de Villa Argüello. Allí trabajó incesantemente para construir el templo y a la vez ir forjando la comunidad parroquial en la cual trabajó por 30 años hasta que monseñor Quarracino lo llamó a San Ponciano en marzo de 1989. Su mayor tiempo de fecundidad fue el de San Miguel Arcángel.

Allí, los jóvenes de la zona encontraron un guía espiritual que a la vez fue capaz de llevarlos por los caminos de las inquietudes humanas: la solidaridad, la responsabilidad, el altruismo.

Atendió también los Movimientos de Apostolado en los que se insertó con entusiasmo. Fue asesor de los jóvenes en Acción Católica desde 1968 hasta 1977 y cuando conoció el Movimiento de Cursillo de Cristiandad no sólo lo profundizó personalmente sino que también se dedicó con entusiasmo a comunicarlo y expandirlo. Fue instrumento adecuado para que muchas familias pudiesen llegar a amar a Cristo. Fue su asesor espiritual desde agosto de 1977.

Su trabajo tampoco descuidó la atención de las vocaciones sacerdotales, y así los que hoy son sacerdotes como Carlos Cajade y Mario Ramírez, "frutos de su empeño", lo recuerdan con cariño y nostalgia.

Las vacaciones lo llevaron a preocuparse por la realización de campamentos de verano. Como Capellán de Policía sumó entregas generosas a la atención espiritual de los agentes de la fuerza, a preocuparse por sus familias, sus hijos, a dar de su tiempo todo lo que necesitaban. Justamente el templo que levantó y rigió por tanto tiempo está dedicado al Patrono de la Policía Bonaerense.

Fue asesor Arquidiocesano de la Liga de Madres por varios períodos y ayudó en la fundación de la asociación de Ayuda al Niño Irregular.

En su madurez en llamado a la Parroquia Principal, San Ponciano, lamentablemente su salud no lo ayudó y la enfermedad comenzó a llamar a su puerta. Varias veces tuvo que interrumpir el gobierno parroquial y buscar la tan necesaria sanación en Chascomús, donde su querido y entrañable amigo, Monseñor José María Montes, le abriría las puertas de su casa.

Ocupó un sitial en el Coro de Canónigos y fue miembro del Consejo presbiteral. Luego de su retiro, fue designado Capellán de Su Santidad.

Habiendo renunciado al curato en San Ponciano vivió en su casa y desde allí atendió las Capillas de la Medalla Milagrosa y últimamente Nuestra Señora de los Angeles, donde le sorprendió el último enfrentamiento con su enfermedad.

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