El Estudiante de Santiago Mitre


Veníamos bien. Las películas argentinas no podían competir con las yanquis. En Estados Unidos tienen una industria. Tienen millones de dólares. Tienen los mejores actores. Los mejores realizadores, ellos se han apoderado de los mejores del mundo. Tienen el poder económico y armamentista mundial. Nos oprimen y no nos dejan crear nuestro propio cine que es pobre y no puede competir. La publicidad y cantidad de copias acapara todo el espectro y no nos deja ver nuestras películas. Las grandes empresas nos mandan un material fílmico de segunda, ellos se quedan con la mejor parte, por eso sus películas se ven mejor.

Pero llegan películas como El Estudiante. Que parece, sólo parece, haberse hecho en principio con poca plata. En digital. Actores no muy reconocidos. Fuera del INCAA. No estrenada en salas comerciales. Y de repente llena salas en el BAFICI. Alguien se enteró y así llenó salas del MALBA. Otros les dijeron a otros platenses y llenó salas en el FestiFreak. Y lleva gente en el interior. Entonces estamos en problemas. Se nos cae toda la teoría.

Ya no podemos decirle a la gente: “dale una oportunidad al cine argentino, no le hagas el juego a Hollywood”. Ahora vamos a tener que decirles: “andá a ver El Estudiante que está buenísima”. Películas como éstas nos recuerdan que unas de las formas de atraer a la gente a ver cine nacional es que esté bueno, que se trate de realizaciones complejas. Se trate de tener un director que se encargue de que las situaciones actorales, se encargue de lo real, del cine. De decidir que un recurso cinematográfico vale por sí mismo. No sólo  regalarnos una historia de género, intrigas y peligros, ya que a veces en el cine argentino eso no se vale, sino contarla bien, con conflictos verosímiles y cotidianos.

Ahora no podemos decir: “para eso está Hollywood que hace estas películas mejor”. ¿Qué mejor podrá tener una película como El Discurso del Rey la gran ganadora del Oscar? ¿Podremos hacer estas películas? O sea, buenas. ¿Nos animaremos?

 

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