“Mandrake, el mago” también fue protagonista del clásico

El uruguayo Escalada, sobre el final, hizo desaparecer todos los pañuelos que se agitaban en la tribuna albirroja un septiembre de 1964

LA IMAGEN DE AQUEL EQUIPO DE GIMNASIA QUE INTEGRO EL DELANTERO URUGUAYO GUILLERMO ESCALADA

Existió una época en el fútbol argentino en que los pañuelos cumplieron un rol fundamental: se los agitaba en la tribuna del equipo que iba ganando a modo de un festejo anticipado.

Toda una tribuna de blanco y el griterío ensordecedor que se anteponía a otra totalmente en silencio y viendo la manera de retirarse cuanto antes del estadio porque la suerte ya estaba echada.

En el añejo clásico platense, repleto de anécdotas y de hechos heroicos, esos que se recuerdan por siempre y que, sin duda, motiva que queden en la impronta de aquellos que terminaron siendo testigos de algún hecho significativo.

El clásico, que ya va por el 150 del profesionalismo y que son muchos más si se agregan los del amateurismo, registra un hecho singular pese a que terminó empatado 1 a 1.

Entonces, ¿si no hubo un ganador?, ¿qué fue que lo hizo especial? Es que, cuando una de las tribuna festejaba lo que parecía un triunfo sellado, de pronto enmudeció y los casi 20 mil pañuelos que ya agitaban al aire, en menos de un segundo desaparecieron de la escena como por arte de magia.

Lo de magia tiene mucho que ver en esto ya que, a partir de haber marcado el gol del empate cuando ya se corrían los cortinados de este clásico, el Nº 60 del profesionalismo, allá por un mes de septiembre como ahora, pero de 1964, ese héroe se lo pasó a conocer como Mandrake, el famoso mago de la conocida historieta, simplemente por marcar en el último suspiro del cotejo para felicidad de la visita y el desconsuelo de los locales.

El héroe se llamó Guillermo Escalada. Un delantero uruguayo potente y encarador, que había brillado en Nacional y en la selección charrúa, y que había desembarcado en Gimnasia, que por entonces dirigía Alejandro Galán (Jim Lopes), para reforzar un equipo que tras aquella campaña de 1962 se venía desmembrando de a poco.

Aquel 27 de septiembre, en el estadio de 57 y 1, fecha 20 de la segunda rueda, se vieron las caras albirrojos y albiazules con el arbitraje de Manuel Enrique Velarde.

El partido estuvo plagado de incidencias. En el primer tiempo, a los 24’ Patita Adolfo Bielli marró un penal luego de una infracción que el defensor Lucas Carro le había cometido al Gato Leeb.

La insistencia de Estudiantes tuvo sus frutos a los 28’ del complemento cuando Osvaldo Nardiello, ex Boca, de penal, puso en ventaja a los dueños de casa tras una mano cometida por el férreo Pedro Galeano.

Parecía que la suerte ya estaba echada aquella tarde. Gimnasia no encontraba los caminos y Estudiantes controlaba todo al tiempo que los minutos corrían inexorablemente.

Y fue inevitable que aparecieran los pañuelos en la tribuna albirroja como festejo anticipado de un triunfo más en el clásico más pasional del fútbol argentino.

Casi que no cabía otra posibilidad. La insistencia del Lobo era infructuosa pese a tener en la ofensiva delanteros de predicamento cierto como Luis Ciaccia y el Tanque Alfredo Rojas, mientras que en defensa asomaba un juvenil pero muy bien fundamentado Antonio Rosl, el Gallego.

Estudiantes respondía con el Zurdo Miguel Angel López, con la capacidad individual de Raúl Madero y la seguridad del golero Oleinicky.

De a poco se fueron agregando más pañuelos. Ahora ya sin la timidez del comienzo. Y cuando el árbitro Velarde se fijó en su reloj si ya era el momento de pitar el final, sucedió lo que sucedió y que ubicó a este clásico platense entre los que quedaron en el arcón de los recuerdos, como muchos otros, pese a que no tuvo un ganador.

Sucedió que el Loco Ciaccia se mandó una de sus genialidades con corrida y desborde incluido para mandar un pase-centro al área albirroja. Nadie atinó a rechazar ese balón que, ya sobre la línea, impactó el Chongo Escalada para que estallara la tribuna de Gimnasia mientras que en la albirroja, como por arte de magia, desaparecieran los miles de pañuelos que se estaban agitando para un festejo anticipado que increíblemente no se pudo materializar por esas cosas que tiene este fútbol repleto de sorpresas y cosas insólitas.

Guillermo Escalada, que pasó a llamarse Mandrake el mago, conocido personaje de cómic de la época, creado por Lee Falk y Phil Davis en 1934 para la editorial King Features Sybdicate. Todo porque en menos de un segundo hizo desaparecer miles de pañuelos blancos.

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