Bafici 2014: Juana a los 12 de Martín Shanly, Tres D de Rosendo Ruiz y El Rostro de Gustavo Fontán


Tres D trata sobre un joven encargado de cubrir con su cámara un festival de cine en alguna provincia de la Argentina. En esta película “de festival” que habla sobre un festival también se cuelan verdaderas entrevistas a realizadores que dan sus opiniones sobre el festival. Nicolás Prividera ( M y Tierra de los padres), citando a Gustavo Fontán, dice que ahora que es más fácil el acceso a la tecnología la pregunta de los realizadores argentinos ya no es “¿cómo hago una película?” sino “¿por qué hago una película?”.

“Juana tiene malas notas por su desinterés en un colegio inglés del conurbano, pero todo cambia cuando sus padres la mandan a una profesora particular y conoce a una compañera nueva”. Esta es la reseña asignada a Juana a los 12 en la grilla del festival.  Lo cierto es que esto no pasa nunca. Ya que el encuentro con la nueva alumna se desvanece rápidamente y la verdad no podemos asumir que Juana sufra demasiado por eso. Además, la relación con la profesora sustituta nunca se da, solo existe una frase explícita a cargo de ella afirmando lo “malo” de las escuelas privadas.

Tal vez esta reseña tenga que ver con el deber ser. Con qué esperaríamos de la película para que nos interese por lo menos un poco. Es verdad que se trata de un texto para “venderla”, pero al hacer referencia a ese conflicto inexistente, esta reseña  parece tratarse de lo mínimo que podemos pedirle a este tipo de películas. Ya que es complicado hacer interesante los “problemas” de una adolescente que tiene todos los privilegios de la clase alta. Es difícil identificarse con ella. Tal vez está dirigida a personas que hayan pasado ese tipo de adolescencia en particular en los ‘90. Ah, porque se hace referencia a esa época caprichosamente sin la menor relación con toda la película, que confusamente construye un clima muy actual. En una escena el hermano de Juana está viendo un VHS y ella llama por cobrar desde un teléfono público a sus padres (o sea, evidente falta de celular) sin que esto tenga el mínimo diálogo con la historia. ¿Por qué hacer esta alusión entonces? ¿Por qué hacer esta película? ¿Para quién?

La proyección de Tres D en el festival me pareció bastante extraña. Los espectadores se reían cada vez que aparecía algún personaje conocido del mundillo festivalero (José Campusano, Nicolás Prividera, Jorge García, etc). La risa es algo excepcional. Por lo general es un acto espontáneo pero que tranquilamente puede ser fingido. Si se practica un tiempo, se obtiene fácilmente esa habilidad. Seguramente todos pasamos por ese entrenamiento si conocimos a personas de las que debimos festejar sus chistes por encargo. El problema es que muy pocos sentimientos conllevan una reacción humana que los exteriorice. Por ejemplo, el entender un chiste y que le haga gracia a uno conlleva la risa. El ponerse triste conlleva el llanto. La excitación sexual puede desencadenar en gritos, gemidos y movimientos físicos varios. Pero el entender una película, o disfrutar intelectual y emocionalmente de una obra de arte no conlleva necesariamente acto físico, ni expresión alguna. Como en el Bafici parece que se hace necesario esta explicitación de este disfrute se decidió optar por la risa como consecuencia evidente. Llorar ante un travelling, por ejemplo, sería demasiado ridículo. Y gritar como Meg Ryan en Cuando Harry Conoció a Sally frente a un plano detalle de un huevo frito convengamos que también. Así que tiene sentido que se haya adoptado la risa. Entonces cuando en Trés D había un giño a la gente festivalera los espectadores correspondían con una risa. Eran momentos que no tenían que ver en lo absoluto con situaciones cómicas ni mucho menos. Directamente cuando aparecía un entrevistado conocido la gente se reía al reconocer la figura cinematográfica. ¿Los demás, a los que se nos escapaba el guiño, podríamos disfrutar de la película? ¿A quién está dirigida entonces? ¿Por qué hacer esta película?

A El Rostro de Gustavo Fontán, tal vez sea complicado acercarse. Es una película confusa, para nada explícita. Puede que pida bastante del espectador, pero no está pensada para marginarnos. Se nos pide que lo acompañemos en una búsqueda de sentido en ese entramado sonoro. Este complejo collage de la vida de un pescador de la Mesopotamia, con planos entre abstractos, fragmentarios y fantásticos sobre imágenes concretamente ancladas a lo real no le teme a contar una historia. Estamos todos invitados a emocionarnos (o a que encontremos esa posibilidad) y, hasta donde podamos, llenarla de significado a pesar de sus pocos recursos. Una película humilde como sus protagonistas (pensemos que en Tres D las personas relacionadas al cine poseen automáticamente la propiedad de ser admirados por todos los demás personajes).

Fontán parece tener una razón para filmar. El Rostro opina que todavía hay obras con intenciones de seguir escarbando en el lenguaje cinematográfico. Y es este tipo de películas que hacen único al festival, y lo trascienden.

 

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